La delgada línea roja de lo que es prudente decir o no en una competencia interna es traspasada por momentos en la disputa del Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires. Tanto desde la fórmula Aníbal Fernández-Martín Sabbatella y Julián Domínguez-Fernando Espinoza aseguran que no tienen como objetivo apuntarle a sus rivales, pero en los últimos días en más de una ocasión la cuerda se tensó demasiado en el marco de una disputa pareja que se presenta en los términos de "popularidad contra estructura".
En el campamento de Fernández y Sabbatella aseguran contar con el favor popular. Que les ganan por lejos a sus adversarios en nivel de conocimiento y que –puntos más, puntos menos- los duplican en intención de voto. Reconocen que el jefe de Gabinete, luego de tantos años de exposición como funcionario, carga con la mochila de una considerable imagen negativa, pero que eso se da principalmente entre el electorado no kirchnerista que hay que imaginar que no va a ir a votar a las primarias del Frente para la Victoria. Por otro lado, sumar al presidente de la Afsca le significó a Fernández la adhesión del elector progresista no peronista que puede ser importante en algunos municipios del primer cordón del Gran Buenos Aires, en los que se vota parecido a la Capital Federal.
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El principal problema de este armado es su notoria falta de inserción en las estructuras del peronismo bonaerense –la maquinaria partidaria más importante del país- y entre los caciques del Conurbano. Algunos de ellos mantienen largas disputas personales con Sabbatella y sus intentos de extender el predominio de su fuerza Nuevo Encuentro a municipios vecinos a Morón como Ituzaingó, Merlo, Moreno, Tres de Febrero, Hurlingham y San Martín.
"Julián fue intendente en Chacabuco y Espinoza maneja el municipio más grande del país. Sabemos que si llegan a la gobernación nos van a escuchar y van a estar atentos a nuestras necesidades", explicaba un colaborador de un destacado intendente del conurbano. Esa confianza en la fórmula Domínguez-Espinoza es proporcional a la desconfianza que le genera Fernández-Sabbatella. El jefe de Gabinete blanqueó la situación días atrás al denunciar que intendentes venían recibiendo llamados para que escondieran su boleta en el cuarto oscuro.
En el cuartel de Domínguez se sorprendieron por esa afirmación. Por un lado, porque rompió el código de modales que tenía la interna hasta ese momento. "Se notó que estaban nerviosos", analizaban cerca del presidente de la Cámara de Diputados. Por el otro, porque aseguran que las denuncia es falsa.
"No necesitamos llamar a nadie para que nos apoyen, y tampoco vamos a ser tan torpes de ordenar que escondan las boletas. Es algo que nosotros no hacemos", agregaban. La denuncia hizo reaccionar a Domínguez que salió a recordar la elección de 2009 en la que Sabbatella armó una lista que compitió contra la FpV que encabezó Néstor Kirchner y lo comparó con Julio Cobos. "Se le soltó un poco la cadena, no es el tipo de campaña que nos interese hacer. No creo que se vuelva a repetir", marcaba un colaborador de Domínguez.
Cerca de Aníbal Fernández confiaban en que el apoyo de los intendentes comenzará a llegar en la medida que en las encuestas quede claro que el jefe de Gabinete será el ganador. "En el peronismo nadie apuesta a perdedor", repetían. Respecto a lo de la imagen negativa, argumentaban que una vez superada las PASO quien se encargará de traccionar la boleta del Frente para la Victoria será la fórmula Scioli-Zannini.
En el otro sector aseguraban que, por el contrario, quien viene ascendiendo en los sondeos es Domínguez y que el peso de la estructura del PJ terminará volcando la balanza a su favor. Más todavía a medida que se evidencia que es la fórmula preferida por Daniel Scioli, algo que esperaban que quede cada vez más claro a medida que se acerque la fecha de las primarias.