Hastshepsut, ni mujer ni hombre: faraón

20 de marzo, 2015 | 15.59

Por Alejandro Baldi

Nos encontramos en el año 1472 a.c., en el antiguo Egipto. Una mujer llamada Hatshepsut venía de siete años como regente. Su hijastro Tutmosis III pronto alcanzaría la edad suficiente para gobernar por cuenta propia. De seguir todo así, en cuestión de semanas esa mujer perdería todo. A pesar de lo complicado de la situación, no era la primera vez que su futuro peligraba.

27 años atrás también se encontraba en una situación parecida, su padre el faraón Tutmosis I había muerto y su única heredera de primera linea era ella, Hatshepsut. Un problema se le presentaba, por sí misma ninguna mujer se sentó ni se sentaría en el trono de los faraones. El orden construido alguna vez por los dioses reclamaba un hombre al mando de Egipto. En esa oportunidad, con 12 años de edad, para no perder los derechos de la casa real, Hatshepsut se casó con su hermanastro Tutmosis II. 20 años tuvieron que soportar Egipto y su esposa a ese mediocre faraón. Los avances militares, arquitectónicos y económicos logrados por el anterior faraón se vieron estancados por un hombre sin ambiciones.

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Tutmosis II murió joven, dicen que era muy enfermizo y su cuerpo no estaba desarrollado para soportar por mucho tiempo. Hatshepsut solo tuvo una hija con él, por lo tanto el puesto de faraón caería en las manos de un hijastro de ella. En ese contexto cultural de Egipto era cotidiano que el faraón poseyera una esposa llamada "legítima" o "superior", el título más alto al cual una mujer podía aspirar, y muchas esposas menores. En muchos casos los hijos de estas esposas menores, con la mitad de sangre real, se convertían en faraones. Ese nuevo presunto faraón, por falta de un suceso directo, era Tutmosis III, ya casado con una mujer y en espera de cumplir la edad suficiente para gobernar, mientras tanto Hatshepsut regentaba en su nombre.

Ella tenía otros planes.

Desde su inicio como regente Hatshepsut consolidó la alianza con los sacerdotes mayores del templo de Amón, casi tan poderosos como los gobernantes, ampliando el templo y constuyendo estatuas y obeliscos en nombre del dios. También tuvo la osadía de construir un templo fúnebre para ser adorada después de muerta, era lo primero que hacía un faraón que se quisiera mostrarse como tal. Incluso marchó al frente del ejército en una campaña bélica para hacer respetar las fronteras y el poderío de Egipto a sus conflictivos vecinos. Estos gestos de Hatshepsut tenían un significado claro: por un lado mostraba al mundo que ella podía ser una gran gobernante, en pocos años demostró ser mejor que su difunto marido, y por el otro lado ella explicitaba el anhelo principal de los poderosos, pase lo que pase el orden divino sería respetado.

El tiempo de Hatshepsut en el poder parecía terminar, Tutmosis III crecía en edad y ya estaba en posición de cargar con el reino, como establecía el orden. Ella sabía bien terminaría sin nada y quedar en la historia solo como hija y esposa de faraones, sumando siete años como regente. Si los dioses y su orden deseaban un hombre al frente de Egipto, ella les daría ese hombre. En el año 1472 a.c. se vistió con una falsa barba egipcia y la falda real, y así se hizo con todo el poder. En el año 1472 a.c. una mujer, por primera vez era la persona número uno del antiguo Egipto. El reinado del faraón Hatshepsut comenzó.

Nadie, o al menos casi nadie, protestó. Todos parecían contentos como Hatshepsut gobernaba. ¿Y Tutmosis III? Él era lo que nosotros conocemos como un hombre de acción, se sentía más cómodo con la vida en el ejército que por una vida tan burocrática como la del faraón. Hatshepsut alentó ese estilo de vida de su hijastro.

Aunque a Hatshepsut le costó mantener las apariencias de un orden divino. Hace tiempo que un hombre, un plebeyo, había aparecido en su vida conquistando su corazón. Un hombre sin casta, sin antepasados que valieran para la historia egipcia era amante de la faraona, con toda su sangre con todos sus títulos y teniendo una conexión directa con el mismo Amón. Visto a los ojos del orden establecido era imperdonable.

Senenmut era en un principio el tutor de la hija de Hatshepsut, mostró una gran capacidad como arquitecto y con las cuentas imperiales, eso lo llevó a conseguir el puesto de Supervisor de las obrar reales, y en secreto era el amente de ella. Secreto que no debía salir del ámbito privado y esparcirse por el espacio público, sería visto como una fisura en el orden y ambos tendrían un mal final. Difícil ocultar una relación así, hubo sospechas. Los egiptólogos encontraron en una caverna donde trabajan antiguos obreros egipcios un dibujo sarcástico que representaba a Senenmut, jefe de esos obreros, teniendo sexo con una mujer vestida de faraón.

Y acá es cuando la historia se divide en dos posibles finales para Hatshepsut.

En uno Hatshepsut es atacada y rodeada por sus rivales, quienes exigían un hombre de verdad como faraón, sabiendo el importante sostén que era Senenmut lo asesinan en misteriosas circunstancias. Ahora, Hatshepsut sola y desgastada era un blanco dócil para sus rivales, incluso se sospecha que ella también fue pasada por el cuchillo de sus enemigos.

El otro final es más tranquilo,si bien las críticas hacia la faraona por su condición de mujer existían jamás se intentó boicotearla ni asesinarla, a su debido tiempo Hatshepsut y Senenmut murieron por causas naturales y sus respectivas tumbas se encontraban, no sin ser planeado por ellos, lo más cerca posible.

Ambos finales coinciden en una cosa. Cuando Tutmosis III fue nombrado faraón, dio la orden para que casi todas las figuras que registraran a Hatshepsut fueran destruidas, en un intento para que su madrastra fuera olvidada por el tiempo. No tanto por odio o por competencia, sino por miedo a demostrar que el orden fue quebrado por su linaje real, salvándo a todos de los castigos más allá de la muerte. A la larga esas acciones fracasarían. Hatshepsut, hoy en día, es recordada como una de las grandes faraonas, y como la mujer que más tiempo conservó el poder. Y, para mayor justicia, su cuerpo ahora descansa junto al de su amante y consejero Senenmut en la misma sala de museo.