Hacen reír, pero no causan gracia

03 de junio, 2018 | 06.00

Este 25 de Mayo, en medio de la imponente movilización en defensa de la Patria, circuló en las redes sociales numerosas imágenes producto de la inagotable creatividad popular.

Una de ellas mostraba a los Tres Chiflados durmiendo en una misma cama, con la sigla CGT en amarillo sobre la cabecera. Un trío que hizo reír a tantas generaciones se presentaba como una alegoría de un triunvirato, patético, que no pasará a la historia.

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Lo común en ambos tríos era que simulaban estar dormidos, como también que consistía en meras actuaciones. En los dos casos formaba parte de un guión tradicional, unos y otros estaban despiertos.

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El propósito de la simulación era entretenernos, pero el objetivo no era el mismo. Unos buscaban alegrarnos y lo conseguían, los otros distraernos a sabiendas que agravan nuestras penurias.

No es tiempo de tibiezas

Conocido es en la liturgia cristiana, religión que profesan muchos dirigentes gremialistas, que a los tibios los vomita Dios. Atravesamos una etapa en el país que puede anclarnos definitivamente en un pasado oprobioso o inaugurar un período de profundización de una resistencia esperanzadora en procura de recobrar nuestra soberanía como Nación.

Recorrer uno u otro camino es responsabilidad de todos aunque es mayor la de la dirigencia, justamente por asumir ese rol en el ámbito que sea.

No sería justo circunscribirnos al campo sindical, ya que muchos de los señalamientos que se formulan los excede. Sin embargo la extensión y sentido de esta nota, como el papel protagónico que le corresponde al Movimiento Obrero justifica que aquí sólo se atienda a ese espacio de las representaciones sociales.

A 50 Años y parece hoy

En mayo se registran múltiples efemérides en la Argentina. Los acontecimientos que dieron inicio a nuestra independencia política promovidos con fervor patriótico y sin angustias por los propósitos libertarios. La fundante Declaración del 1° de Mayo de la CGT de los Argentinos, en 1968. El Cordobazo, pueblada allá por 1969 ligada a la acción de los sindicatos que conformaron esa Central sindical, que puso término al gobierno de Onganía,.

En el primer número del Semanario de la CGT de los Argentinos que publicaba el Mensaje a los Trabajadores y al Pueblo argentino, conocido como Declaración del 1° de Mayo, también se aludía al Congreso normalizador del 29/3/1968 y a lo que había resultado del mismo, con palabras que –en breve síntesis- es bueno rememorar en estos tiempos:

“… terminó con una guardia de dirigentes que habían extraviado en el camino sus banderas… un Congreso …convocado por los mismos que luego lo abandonaron, en un intento de quebrar la decisión de la clase trabajadora argentina de despertar de un pesado letargo. Un letargo que en realidad sólo imperó en el espíritu de esos dirigentes dispuestos a la maniobra política, electoral o golpista, en vez de volcar ese talento… en la organización de la lucha por los derechos de sus hermanos trabajadores.”

“Empezaron sintiendo vergüenza por sus ropas de obreros, trataron de ponerse a tono con los despachos y las antesalas ministeriales y poco a poco de representantes obreros frente al poder se convirtieron en representantes del poder frente a los obreros. Terminaron optando por la solución personal de sus problemas.”

“Olvidaron que los trabajadores no pueden ni deben mantenerse al margen de los problemas fundamentales de la vida nacional. Olvidaron que la política del gobierno contraría a los intereses de la clase trabajadora. Toleraron los avances incesantes de los monopolios imperialistas que rigen la economía del país, arruinando a las empresas nacionales, especulando con la desocupación que abarata la mano de obra, envileciendo los salarios”

“El 28 de marzo de 1968 quedaron definitivamente atrás. La CGT normalizada recoge las banderas que ellos arrojaron a un costado y las alza con orgullo para comenzar una nueva etapa, que será de lucha y sacrificio, pero no se desviará en componendas a espaldas del pueblo.”

Despejar el trigo de la paja

Suele plantearse una falsa contradicción entre negociación y confrontación en el terreno de las reivindicaciones gremiales. Teniendo en cuenta que la primera es propia y necesaria en la actividad sindical, que como tal implica la construcción de un ámbito de diálogo que conlleva a las discusiones que generan los intereses antagónicos que expresan las respectivas representaciones.

En el marco de cualquier negociación subyace el conflicto, que podrá manifestarse en medidas de acción directa para dar lugar a aquélla o durante su desarrollo con el objeto de fortalecer el posicionamiento en la búsqueda de alcanzar los objetivos propuestos por quienes negocian.

Lo que nunca puede estar ausente en la estrategia gremial es la decisión de lucha en favor de los intereses representados, con la consecuente resolución de apelar a medidas de fuerza cuando no hay predisposición para negociar o se bloquea toda posibilidad de que se concrete.

Si no existe ninguna vocación real de diálogo, más allá de lo meramente discursivo, si se desarrollan políticas que menoscaban los derechos de los trabajadores en forma recurrente, si se adoptan medidas que afectan a los sectores más vulnerables, la confrontación abierta es inexcusable.

No se trata ya de estar dispuestos al diálogo como vía para dirimir controversias, si se advierte como una alternativa inviable después de más de dos años de un Gobierno sordo a todo reclamo popular incluso mediando su receptividad parlamentaria a la que se le opone el subsiguiente veto presidencial.

Sostener a ultranza un dialogismo inconducente, postergar una y otra vez una acción contundente de repulsa, no es razonabilidad negociadora ni apego a prácticas respetuosas de la democracia formal.

Es lisa y llanamente eludir los mandatos que impone la representación que inviste a los dirigentes sindicales, es renunciar al primer e indeclinable deber que los consagra como tales, la defensa de los trabajadores.

Por eso no puede haber confusión en la identificación de uno y otro tipo de dirigencia sindical. Se trata de despejar el trigo de la paja, evitando quedarse sólo con esta última.