El 5 de agosto de 2014 la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, cumplió su sueño y se reencontró con su nieto apropiado, Ignacio Montoya, que para ella siempre será "Guido".
Hasta aquel día Estela de Carlotto, junto a muchas otras abuelas que perdieron a sus hijos a manos de la dictadura cívico-militar y que buscaban a sus nietos apropiados, había ayudado a recuperar a 113 nietos: la primera fue Tatiana Mabel Ruarte Britos (en 1980) y, desde allí, la lucha nunca se detuvo. Hoy en día ya son 116.
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En 2011 la titular de Abuelas de Plaza de Mayo le escribió una carta a su nieto, por entonces aún no recuperado, que decía "Querido nieto, qué no daría para que te materialices en las mismas calles en las que te busco desde siempre. Qué no daría por darte este amor que me ahoga por tantos años de guardártelo. Espero ese día con la certeza de mis convicciones sabiendo que además de mi felicidad por el encuentro tus padres, Laura y Chiquito y tu abuelo Guido desde el cielo, nos apretarán en el abrazo que no nos separará jamás".
El 5 de agosto de 2014, finalmente, ese abrazo se realizó y, efectivamente, no se separaron jamás.
Guido Montoya Carlotto (quien fue criado bajo el nombre de Ignacio)
se acercó él mismo a Abuelas de Plaza de Mayo con dudas sobre su identidad.
En junio del año pasado, un joven mandó un mail a las Abuelas de Plaza de Mayo y, un par de semanas después, fue a la institución con la sospecha de que podía ser hijo de desaparecidos. Se sacó sangre, se la cruzó con las muestras del Banco Nacional de Datos Genéticos y, cuando estuvieron listos los resultados, se comprobó lo tan esperado: sus padres eran Laura Carlotto y Walmir Oscar Montoya.
Servini de Cubría, la jueza que llevó adelante la causa, fue la encargada de avisarle a Estela de Carlotto que, finalmente, habían encontrado a su nieto. La Presidenta la llamó y apenas pudo decirle cuatro palabras: "Decime si es cierto". Sí, lo era, ambas lloraron.
En conferencia de prensa, la luchadora por los derechos humanos confirmó la información y aseguró que "no quería morir sin abrazarlo" y que siempre supo "que lo iba a ver".
El 7 de agosto, 3 días después de la noticia, lo visitó por primera vez. "Guido, mi nieto querido", fue lo primero que le dijo y lo demás se puede completar con tan sólo ver su cara en las fotografías. Años de lucha fundidos en un abrazo. "Chau, abu", le dijo su nieto al despedirse.
Desde aquel entonces, tanto ella como gran parte del pueblo argentino se dedicó a conocer al hombre que había sido tan buscado: quién era, qué le gustaba, cómo se llamaría. Fue criado en Olavarría como "Ignacio Hurban" (aunque este año finalmente solicitó quedar inscripto como Ignacio Montoya Carlotto: no Guido pero tampoco Hurban). Comenzó a formarse en música a los 12 años en el Instituto Municipal de Música de Avellaneda y regresó a Olavarría para cursar en el conservatorio "Ernesto Mogávero".
Siempre le interesó la dictadura, aún sin saber que él fue víctima de la misma. En Twitter, antes de descubrirse que él era el nieto 114, celebró la aparición del nieto 106 al decir que "las mejores cosas de la vida no son cosas" y, como músico, compuso el tema "Para la memoria" el 24 de marzo del año pasado, apenas unos meses antes de saber que la letra tanto lo identificaría.
Desde 1988, todos los años Estela de Carlotto recordaba en el matutino Página 12 el aniversario de la desaparición de su hija. El año pasado decidió hacer el último porque ella ahora vivía en su nieto: "Hoy estás con nosotros porque regresaste en él", dijo en las últimas palabras que le dedicó a Laura.
El año anterior, en una de las cartas a su hija, Estela contaba que camina "disfrutando lo que las otras Abuelas abrazan como propio, pensando cuándo me tocará oír un timbre, una voz, la sangre que diga 'soy tu nieto Guido' y entonces sonarán en el cielo los clarines de la Victoria y Laura, desde allí, me sonreirá".
Hoy, hace un año, Guido está con Estela. Ya sonaron los clarines de la victoria y Laura, desde allí, sonríe.