Grecia: el problema ahora lo tiene Europa

28 de junio, 2015 | 11.46
La última propuesta que la troika había acercado a Grecia implicaba una fuerte suba del IVA en alimentos, un aumento de la edad jubilatoria y un superávit mayor al 1% del PBI, lo que significa un nuevo recorte de 3.000 millones de euros.

La jugada de Alexis Tsipras cambia todo el escenario y abre una dinámica inédita no sólo para los griegos sino para toda Europa. Hasta esta convocatoria al referéndum, las negociaciones sólo tenían la participación de los gobiernos involucrados y "equipos técnicos" de los organismos de crédito. La voz de los ciudadanos de a pie quedaba siempre fuera de cualquier consideración, a lo sumo se hacía presente en las protestas callejeras, nunca como parte de la decisión.

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En un mensaje directo por televisión, Tsipras comunicó a los griegos que "los acreedores nos piden medidas que perjudicarán a los trabajadores, los pensionistas; nos reclaman recortes de los sueldos públicos y una subida del IVA".

El momento del anuncio, aún con su carácter tal vez irreversible, está dentro de un taimming negociador: hasta el próximo domingo 5 de julio, cuando se llevaría a cabo el referéndum, hay tiempo para que Europa presente una nueva propuesta aceptable para el electorado griego. En ese caso, el gobierno de Tsipras pasaría de llamar a votar por el No a votar afirmativamente.

Este es el nudo de la cuestión: por primera vez en la historia, el poder hegemónico de Europa y Alemania no se enfrenta solo a un gobierno, al cual puede condicionar, extorsionar, presionarlo de mil maneras, sino al voto popular. Desde el viernes, los portales de noticias europeos dan cuenta de los alaridos de espanto que semejante cosa genera en los "líderes" europeos.

La primera reacción del Eurogrupo fue cerrarse sobre sí mismo. Pocas horas después de la convocatoria de Tsipras, anunció la ruptura de las negociaciones.
La acusación contra Tsipras es tosca: se trataría de un izquierdista irracional que pretende sacar a Grecia de la Unión Europea y el Euro. Pero la verdad es que desde que asumió a comienzos de año, sólo se dedicó a negociar un posible acuerdo, intentando llegar a un punto intermedio donde Grecia pueda, aún manteniendo muchas de las restricciones y ajustes exigidos, respirar un poco y curar algunas de las heridas sociales que dejó la crisis.

Alemania y la troika, enceguecidos en su papel de control sobre las soberanías nacionales, siempre reclamaron a Grecia que diera un paso más en el ajuste. El sadismo llegó al punto de pedirle a Grecia que aumentara el IVA a los alimentos de primera necesidad, que el gobierno había protegido con una tarifa baja, del 6%. Le pedían que lo lleve al nivel general del 23%, en un contexto donde miles de familias están sin ingresos o con pensiones de 700 euros.

Frente a semejante panorama, el gobierno de Tsipras entendió que debía volver la cara y preguntarle a su sociedad si estaba dispuesta a semejante sacrificio. Como cualquiera que lleva adelante una negociación por otro y frente a un resultado adverso no sigue apostando por su cuenta, sino que consulta con el representado para ver cómo siguen.

Así, mientras muchos ponen el acento en qué hará Grecia, la pregunta más interesante es que hará Europa. Si persiste en exigir una rendición total, puede terminar perdiendo a un socio y dejando al Euro en la cuerda floja. Si recapacita y llega a un acuerdo razonable, toda una era de inflexibilidad y poder despótico alemán también habrá terminado.

Por el contrario, sea con ruptura o con acuerdo, el gobierno de izquierda de Alexis Tsipras saldrá de esta coyuntura con un horizonte menos asfixiante que el que transitó desde hace 6 meses. La democracia y la consulta a los ciudadanos es una pócima mágica que produce milagros.