Ya cercano el cierre de sus ocho años de mandato, los últimos dos viajes de la presidenta Cristina Kirchner sirvieron para dar una pista de lo que fue su búsqueda en materia de política exterior. Una toma de distancia respecto al tradicional alineamiento argentino con Estados Unidos y Europa para apuntalar un progresivo acercamiento a las potencias del Brics -Rusia y China- con las que existe hoy una mayor coincidencia en cuanto a sus posiciones políticas internacionales y una mejor complementariedad económica. El interrogante es qué sucederá con la dirección dada por el kirchnerismo a las relaciones exteriores a partir del 11 de diciembre. Gane quien gane, parece difícil que se mantenga sin alteraciones.
En la Cumbre de las Américas de Panamá, la Presidenta mostró que su relación con Barack Obama no termina de la mejor manera. "Ridículo", dijo sobre su decreto declarando a Venezuela una amenaza. El presidente norteamericano no estaba en el recinto. "Alguien le avisará", ironizó CFK, el primer presidente argentino en mucho tiempo que se despide sin haber recibido una invitación a la Casa Blanca, señal de lo complicada que fue la relación bilateral durante estos años.
La contrapartida es el vínculo con Vladimir Putin. El presidente ruso estuvo en Buenos Aires en julio del año pasado. Apenas nueve meses después, Cristina Kirchner retribuyó la visita. Ella y sus ministros firmaron 20 acuerdos. El más concreto avanza en la construcción de la represa hidroeléctrica de Chihuido. El más ambicioso habla de levantar una sexta central nuclear, aunque todavía habría que construir la cuarta y la quinta. Por eso, más que buscar datos palpables, hay que pensar en el hecho político. Rusia está lejos de atravesar su mejor momento. Sancionado por Estados Unidos y la Unión Europea por Ucrania y con su economía golpeada por la caída del precio del petróleo, el gobierno de Putin no asoma hoy como el aliado más interesante que se pueda tener a nivel internacional.
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"Hay que mirar un poco más allá de la coyuntura", indicaban en la Cancillería, aunque reconocían que el viaje de Cristina a Moscú llevaba más el objetivo de enviar una nueva señal a Obama que la intención de buscar beneficios concretos para la economía argentina. "Es un país insoslayable en el mundo", lo definió la Presidenta al reportaje que dio al canal oficial RussiaToday, el primero que otorga en mucho tiempo. Y este país "insoslayable" apoya a Argentina en su reclamo por Malvinas y su lucha contra los fondos buitre -lo mismo China-, a diferencia de Estados Unidos y Europa. Ambos nuevos aliados, además, son mercados en crecimiento para los productos agrícola-ganaderos argentinos. China facilitó los swaps que permitieron al Banco Central mejorar su balance de reservas. Rusia podría participar de la explotación de Vaca Muerta. "A diferencia de lo que sucede hoy con los países desarrollados, con China y con Rusia tenemos buenas posibilidades de desarrollar una relación en la que ambos ganemos", agregaban en el Palacio San Martín.
Comenzado el año electoral, la duda que queda es si este camino será continuado con el nuevo presidente. Si gana Mauricio Macri, habría que pensar que no sólo no se continuará sino que se desandará por el mismo sendero en busca de un veloz realineamiento con Estados Unidos, tal como explicó el mismo jefe de Gobierno cuando viajó a Nueva York el año pasado.
Respecto a Daniel Scioli, el candidato del oficialismo con más posibilidades, ha dado señales variadas sobre su posible política internacional. A juzgar por sus viajes al exterior, hay que imaginarlo mucho más cercano a presidentes como Tabaré Vázquez y Michelle Bachelet que a Nicolás Maduro o Evo Morales. Por otro lado, nunca se mostró hostil con Estados Unidos y la Unión Europea, donde también suele ir de visita. La semana que pasó, Scioli participó de un encuentro organizado por el Banco Provincia en el que la estrella fue el economista venezolano Ricardo Hausmann, profesor en Harvard y especialista en teorías del desarrollo. El tal Hausmann se despachó con varias críticas sobre la política argentina y, más llamativo aún, consideró "un ejemplo de lo que no hay que hacer" la política de inserción internacional a través del Mercosur. En cambio, elogió a los integrantes de la Alianza del Pacífico, más dóciles a las directivas de Washington.
Nada indica que el pensamiento de Hausmann adelante la futura política externa de Scioli. Tampoco nadie se preocupó en salir a desmentirlo.