El graffitero misterioso lo hizo otra vez: Banksy volvió a sorprender e intrigar a todos con toda una nueva colección de obras callejeras que pintó en distintas paredes de todo Nueva York. Si bien algunas son más sencillas y simples, otras tienen el gran peso político y visión crítica que lo destacan del resto.
El graffiti más importante de esta nueva camada es uno que exige la inmediata liberación de Zehra Dogan, una artista y periodista kurda que está presa desde hace dos años por haber realizado una pintura que desagradó al gobierno turco. El cuadro de Dogan, en el que se ve la ciudad de Nusaybin en ruinas, con camiones militares como si fueran monstruos, fue expuesto encima de la obra de Banksy en la zona de Downtown Manhattan.
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La segunda pieza más importante de esta nueva seguidilla de trabajos es una que representa la explotación del capitalismo y los empresarios contra las personas más pobres y vulnerables, como los niños, las mujeres, los ancianos y los trabajadores. Fue realizada en Coney Island.
En sintonía con sus mensajes de crítica al sistema capitalista, Banksy también pintó una rata corriendo dentro de un reloj, como un hámster en su rueda: la velocidad con la que pasan nuestras vidas, cómo tenemos que vivir corriendo a contrarreloj para sobrevivir, o el significado que quieras darle. Lamentablemente, esta obra realizada en Manhattan fue retirada con rapidez y, al parecer, será subastada por el dueño del edificio.
Una última pieza que se presume también sería de la autoría del artista callejero anónimo retrata a una foca sosteniendo una bola naranja sobre su hocico. Banksy sólo habría pintado al animal, ya que el redondel es el logo de la petrolera Mobil y ya estaba en la pared. Aunque no se le dio tanta importancia como a las otras, esta obra es igual de hermosa.
La identidad de Banksy, al día de hoy, sigue siendo un enigma. Nunca firma sus trabajos, y nunc quiso revelar quién es. Según dice el rumor, sólo quince personas en el mundo saben quién realmente es el artista callejero británico, que ya dejó su marca alrededor del mundo.
En 2013 ya había pasado un mes en Nueva York, donde realizó una obra por día e incluso vendió pequeñas réplicas de sus obras más reconocidas en un puesto en Central Park. A pesar de su indudable mérito como artista, la policía neoyorquina lo había estado buscando ya que estaba prohibido pintar graffitis en la zona e incluso borraron de inmediato muchas piezas que hoy resultarían invaluables.