Por Luis Tonelli
Especial para El Destape
Como siempre en la Argentina, los cambios de rumbo económico no se dan por el voto popular. Ni siquiera por la voluntad o capricho de un líder. En cambio, tenemos políticas más izquierdistas, solo cuando las políticas más derechistas entran en crisis, y tenemos políticas más derechistas solo cuando las políticas más izquierdistas entran en crisis.
Nadie voto el neo-liberalismo versión vernácula de Carlos Menem, al menos cuando llegó a la Presidencia prometiendo el salariazo. Nadie votó el progresismo del kirchnerismo, que basó inicialmente su política en las decisiones tomadas por Duhalde, Remes Lenicov y Lavagna. Fue la crisis la que colocó en posición de "corner" a los Gobiernos: no podían hacer otra cosa que tomar la dirección que tomaron (obviamente, pudiéndolo hacer mejor o peor, de modo más o menos sustentable).
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Cuestión aprovechada por los partidos poli-ideológicos argentinos: el peronismo siempre tuvo a su Menem y a su Kirchner –para mencionar solo las ofertas democráticas-, el radicalismo siempre tuvo a su Alfonsín y a su De la Rua. El contexto proclive a políticas más derechistas o más izquierdistas "seleccionó" a su candidato más adecuado.
Pero estos verdaderos shoppings que podían variar su oferta sin cambiar su identidad se debilitaron en su capacidad monopólica de establecer los candidatos presidenciales. En la fragmentación política después del 2001, la personalización ha llevado a que la política, más que estar centrada en los partidos poli-ideológicos, gire alrededor de los candidatos-imagen. Y pese a toda la flexibilidad de la política argentina, le es más difícil a una persona cambiar de trayectoria, reciclarse, y reinventarse como alguien diferente del que fue (aun cuando la mayoría de los candidatos-imagen traten de colocarse en un centro tan trascendente como anodino).
Asistimos al fin de la experienciakirchneristade gobierno: la causa directa es la imposibilidad de reelección de la Presidenta y su deseo de no abdicar en ningún heredero. Pero lo cierto es que la re-re-elección fue paradano por el republicanismo militante de una mayoría ciudadana si no por los problemas económicos que determinaron la erosión electoral del oficialismo en las elecciones legislativas pasadas.
Y estos problemas económicos son los que llevan al gobierno mismo, y pese a toda su retórica inflamable, a comenzar a transitar el camino hacia la ortodoxia (con sus ideas y vueltas), que siempre comienza con el placebo de una inflación creciente.
La cuestión es simple: el proceso de sustitución de inversiones extranjeras, el verdadero nervio del programa kirchneristaha finalizado(no la imposible sustitución de importaciones en un mundo globalizado y en una Argentina en la edad de piedra tecnológica). El crecimiento se ha comido la capacidad que tuvo la soja para bancar la salida de divisas, via importaciones, viajes o preferencia por el dólar.
Sustitución de inversiones y endeudamiento que fue clave en el derroche de autonomía gubernativa que ha exhibido el kirchnerismo. Pedir prestado es colocarse bajo auditorias molestas cuyas opiniones se convierten en referencias para la opinión pública. Pero los buenos viejos tiempos kirchneristas han llegado a su fin. "Sangra mucho el corazón del que tiene que pedir", decía el Martín Fierro.
Sin embargo, los tres candidatos presidenciales que encabezan las encuestas pueden definirse indudablemente como "marketfriendly", y manifiestan antes que dolor, bastante confianza en que el endeudamiento posibilite retomar con ímpetu el crecimiento. También prácticamente no tienen dudas que el mismo gobierno negociará con los holdouts si esto es condición para evitar una situación ingobernable.
Es notable: el electorado quiere un cambio, pero es un cambio de estilo. No quiere un cambio de 180 grados de la política económica. Sin una crisis, el nuevo gobierno no tendrá márgenes de maniobra sustantivos y deberá buscar consensos amplios.
De nuevo, el contexto es el que condiciona el discurso, y los candidatos que encabezan las encuesast son quienes mejor lo pueden expresar. No es casual que la centroderecha este tan transitado. No importa si ganó Dilma. No importa si ganó Tabaré. Inexorablemente deberemos transitar de nuevo el camino del endeudamiento. A colocarnos bajo las auditorias internacionales. A hacer buena letra, a ser los mejores de la clase. A "volver el mundo".
El "recreo" kichnerista está terminando, incluso para el gobierno kirchnerista.