Primero fue el hallazgo macabro de un camión frigorífico cargado de 71 cadáveres de migrantes en las afueras de Viena. A eso se sumó la dramática imagen del nene sirio ahogado en una playa turca, luego de que su familia intentara llegar a las costas griegas.
Una ola de súbita solidaridad humanitaria corre por estas horas entre los líderes europeos, que se han puesto de acuerdo para aumentar las cuotas de permisos de asilo que, de todas maneras, no alcanzará para dar respuesta a los cálculos que hablan de unos 800.000 potenciales refugiados para fines de año.
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Antes que nada, hay que tener en cuenta que esta crisis migratoria no se da por situaciones de pobreza extrema o hambrunas, si no que es la consecuencia de la prolongación de conflictos internos en países recientemente cotizados como Siria o Libia.
El dato no deja lugar a dudas: a principios de año la ACNUR informó que mientras en el 2010 Siria ocupaba un lejano 20° como emisor de refugiados, en el 2014 había saltado al primer lugar.
¿Qué ocurrió en el medio? En el marco de las revueltas de la llamada "primavera árabe" la oposición al régimen de Al Asad después de un ciclo de manifestaciones pacíficas pasó a intentar el derrocamiento del gobierno. Ese mismo año comenzaron las sanciones económicas por parte de la Unión Europea, que continúan hasta el día de hoy.
El punto de inflexión ocurrió en 2013: cuando parecía que era inminente un bombardeo norteamericano sobre Siria, Rusia logró frenar el ataque y propuso el gobierno de Basher Al Asad entregara el control del armamento químico. En junio del año pasado, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas anunció que había sacado del país todo el arsenal en un buque danés.
Sin embargo, este éxito diplomático no terminó con el problema. EE.UU. y la Unión Europea continuaron con las sanciones económicas a Siria, sin más razones que la necesidad de terminar con el régimen de Al Asad, a lo que se sumó el apoyo con armas y financiación a la oposición interna en el país.
No se trata de teorías conspirativas, todo está legalmente formulado. El 28 de mayo de 2013, el Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea sancionó, con acuerdo de los países miembros, una resolución donde se deja asentado que "la venta, el suministro, la transferencia o la exportación de material militar o material que pueda utilizarse para la represión interna tendrá como destinatario la Coalición Nacional de Fuerzas Revolucionarios y de Oposición de Siria y, como finalidad, la protección de civiles".
Para despejar cualquier duda, a mediados del año pasado el presidente francés, Francois Hollande, admitió que Francia cumplió aquel acuerdo y suministró armas a la oposición interna. El año pasado, ya había entrado en escena el Estado Islámico, sumando todavía más caos en Irak y Siria.
Lo extraño es que, en vez de reforzar el poder del país, la política europea fue seguir empujando al caos al estado sirio, ahora en guerra contra dos enemigos (los rebeldes internos y Estado Islámico).
En febrero de este mismo año, otra noticia vuelve todavía más comprensible el actual desastre migratorio que se desparrama por la geografía europea. Estados Unidos llegó a un acuerdo con Turquía (aliado occidental e histórico enemigo de Siria) para entrenar en forma conjunta a unos 2.000 sirios.
Mientras en el 2010 Siria ocupaba un lejano 20° como emisor de refugiados, en el 2014 saltó al primer lugar, según la ACNUR
Según informó el diario El País el 20 de febrero, los ejercicios se llevarían a cabo en bases militares turcas y detalla que el portavoz del Pentágono, John Kirby, ya tenía "identificado" a los primeros 1.200 combatientes que, una vez adiestrados, serían vueltos a poner en tierra siria para continuar la guerra.
Parece increíble, pero ningún líder occidental (y ningún medio de información relevante) admiten que se trata de dos puntos de la misma tragedia. Como si nada tuviera que ver el hecho de que desde hace casi cinco años se desarrolla una guerra interna financiada y alentada por occidente a la luz del día y la oleada de refugiados sirios que huyen como pueden de su país.
Más allá de que la ligazón y la responsabilidad política es demasiado obvia, no deja de llamar la atención la capacidad de correr el foco a donde convenga. Por estas horas, Europa sólo reconoce tener un "dilema ético" menor: ¿debe abrir generosamente sus fronteras y recibir a los desplazados o seguir con la política migratoria restrictiva que tenía hasta ahora?
Todo sea por no enfrentar el dilema real: dejar de destruir a Siria aunque eso beneficie a un gobierno que no le gusta o seguir provocando un desastre humanitario que ya llegó a sus puertas.