CUERPO
El mundo está en un caos sin precedentes y tu cuerpo lo sabe. Los parangones del conflicto a gran escala tienden a ser las guerras mundiales, pero pensar el presente tan trastornado con categorías del siglo XX sería un error. En este caso, como siempre, la batalla es sobre el cuerpo, la carne. Por supuesto no asumo que esto sea algo nuevo. Foucault dedicó buena parte de su producción a sostener esto (no hay política que no sea política de los cuerpos,) pero lo novedoso hoy reside en el carácter público y socialmente aceptado que esto tiene. Nuestro cuerpo a disposición de la normativa y cada uno íntimamente debe pelear esta guerra. El virus invisible, los anticuerpos, el encierro, la higiene, la distancia, la vacuna que demora, el respirador, el barbijo, y demás tecnologías componen hoy las fichas de este juego del destino.
Rita Segato cristalizó hace días en el programa Brotes Verdes algunos humores que andaban dando vuelta por ahí: la disputa por el relato sobre los acontecimientos que vivimos está abierta y es cruda. La fase del combate contra el virus pasará, y la lucha a dar será también la del sentido. No sólo con el asunto de quien se adjudique la solución y sus posteriores recetas para avisarnos cómo debemos vivir, sino también con los efectos que nos deje el encierro, la xenofobia imperante en algunos sectores y un deseo de control total y absoluto en otros.
Paul Preciado, por su parte, en un artículo publicado en “El País” proponía pensar lo que está sucediendo como una catalización de realidades que ya eran propias de este mundo. El virus como un espejo maximizador de lo que veníamos haciendo: control individualizado y discurso de sanidad. En resumidas cuentas, no pensar al mundo que queda luego de este virus como algo que surge a partir del hecho, sino que el Covid-19 nos hace profundizar el tipo de vida que nos era ofrecida.
Su llamada a apagones digitales, me resultan de poca utilidad, pero la invitación a pensar en esto como el resultante del modelo existente, me parece de suma importancia.
ESTADO
El Estado ahora, es en el mundo, el lugar de donde más respuestas se esperan. La policía controlando, la asistencia a la necesidad básica y a la empresa que no llega a pagar sueldos, son algunas de las expresiones de este fenómeno. Podría pensarse que la comunidad científica y médica es hoy receptora de toda súplica, pero abundan los casos en que los laboratorios piden agilizar las licencias de testeos para encontrar la vacuna.
Asimismo, hace algunos días en Nueva York comenzaron a confiscar los respiradores amarrocados en clínicas privadas y Países del “primer mundo?” nacionalizan sanatorios privados.
Sin embargo no quiero con esto decir que reinará de ahora en más el aspecto colectivo y colaborativo en la sociedad, no soy tan optimista, pero esto vuelve a poner en vigencia en el mundo el otro aspecto del Estado que el neo-liberalismo pretende siempre desplazar con el mercado. El Estado está para esto también: para regular el vínculo social, y que el deseo de ganancia no se lleve todo puesto. Incluso desde las propias lógicas de mercado: si todos morimos, no tendrán ni trabajadores ni consumidores. De modo que el Estado es las 2 cosas. La unidad y el colectivo. El garante de la propiedad privada y el garante de la salud. Dos fases que coexisten y tienen expresiones políticas que exacerban uno u otro aspecto. Este presente, este virus, nos presenta este espejo. Tensiones existentes y diferentes modos de gestionar el conflicto social.
SOLEDAD TEMPORAL
Entonces, la conclusión de este palabrerío es la siguiente: no nos acostumbremos a la soledad y al aislamiento, ni hagamos militancia de eso. Acontecen dos cosas de igual importancia. Sucede que estamos aislados y al mismo tiempo hay infinita gente ayudando y colaborando. Hago un llamado a pensar el aislamiento no sólo como salvación individual, sino también como una forma de comprender que quienes tenemos la posibilidad de quedarnos en casa debemos hacerlo por todes aquellos que no pueden. Ya sea porque el momento lo necesita, o porque simplemente no existe tal casa donde aislarse. En la cruda realidad social argentina aún millones de personas viven hacinadas y el llamado a encerrarse es físicamente imposible.
Suceden cosas y hay relato escribiéndose. Puede enfatizarse en aquella persona que infringe, o puede uno pensar en las miles que están colaborando. La sociedad sobre-policíaca no debe llamarnos a la tentación. La sociedad de denunciantes o la sociedad de quienes aplauden a los demás que están ahí afuera exponiéndose.
Insisto en que hay muchos otros enemigos invisibles que deben atenderse también. La depresión, por ejemplo, es moneda corriente en la juventud, y las tasas de suicidio son cada vez más alarmantes. La quietud debe ser temporal y preventiva, pero de ninguna manera una forma de vida.
Que el encierro no nos confunda y nos haga pensar que en el otro solo hay riesgo y contagio. Porque en el otro también está la salvación.