Una interesante frase atribuida a Perón, que a su vez inspiró el título de un conocido libro del filósofo León Rozitchner (editado en 2012 por la Biblioteca Nacional), afirmaba que todo conductor político cuenta con dos ingredientes fundamentales: la sangre y el tiempo. Así, dicen que decía Perón, “si se emplea mucho tiempo se ahorra sangre”. Y también al revés: quien se queda sin tiempo debe usar la sangre.
Rápidamente digamos que nuestra referencia a la sangre sólo forma parte de la metáfora, y que si hay algo que debe siempre estar lejos, muy lejos, de la política democrática es la sangre. Ensayemos otra, más acorde a la política de nuestros días, y vinculada con la anterior.
Podríamos decir, por ejemplo, que hoy los ingredientes fundamentales con los que cuenta el gobierno de Alberto Fernández son el tiempo y la confrontación. Y que el rol del líder político debe ser encontrar un adecuado equilibrio entre ambos. Siguiendo la lógica de la metáfora anterior, usar tiempo permite ahorrar confrontación. Quien no tiene tiempo, o lo tiene y prefiere no usarlo, necesariamente debe pasar a la confrontación con su adversario. Con el riesgo que esto también implica en términos del capital político propio.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Si Perón estuviera observando el tablero político argentino actual muy probablemente estaría de acuerdo con que el presidente Fernández ha elegido el tiempo sobre la confrontación. Una demostración más de que se propone ser el primer presidente post grieta, y de que el gobierno ha comprendido que nuestra sociedad no tiene mucho más margen para el enfrentamiento, detonada por la catástrofe que deja el macrismo. Y si esto es así, es porque de acuerdo con su propio diagnóstico aún cuenta con el tiempo suficiente para producir cambios sin confrontar demasiado. O más aún: cuenta con los recursos que le permiten fabricarse tiempo.
Hace varias semanas que argentinos y argentinas permanecemos atentos esperando al ministro Guzmán y el desenlace de su difícil misión ante el Fondo Monetario Internacional. Ponernos a esperar a Guzmán es una clara forma de fabricar tiempo. Y de ahorrar confrontación. Es así que la mirada puesta en los despachos y oficinas del FMI no es tan sólo una cuestión de técnica, de economía, sino que forma parte de una estrategia política más amplia. Ganar tiempo para ahorrar confrontación.
Ganar tiempo le permite al presidente Fernández seleccionar cuidadosamente sus confrontaciones, elegir con quién y cuándo. Y opta por las que podríamos llamar “confrontaciones soft”, de baja intensidad, selectivas: por ejemplo, la del gobierno bonaerense contra los terratenientes pampeanos, o la de estos días con el tratamiento de las jubilaciones de privilegio de jueces y funcionarios del servicio exterior en la Cámara de Diputados.
Estas confrontaciones se organizan sobre cuestiones que deberían ser tan obvias que tienden a diluir los contornos de la grieta y permiten avanzar sobre las líneas de menor resistencia: ¿quién podría oponerse a que los grandes propietarios paguen más que los pequeños? ¿quién podría estar de acuerdo con que jueces y diplomáticos cobren jubilaciones de privilegio en un contexto de fragilidad social como el que vivimos?
Es cierto que los hay, y que los habrá: diputados de Juntos por el Cambio, prensa hegemónica, etc. Evidentemente los últimos cuatro años de gobierno de Cambiemos le han dado a los privilegiados, y a sus defensores, una legitimidad inusual. Sabemos que uno de los legados más complejos del macrismo es la generalización de la creencia, en gran parte de nuestra sociedad, de que es posible y deseable vivir en una sociedad cada vez más desigual.
Esperar a Guzmán permite ganar tiempo. Y ganar tiempo permite ahorrar confrontación. Pero no deja de ser un equilibrio riesgoso. ¿Hasta cuándo será posible ganar tiempo? ¿Cuándo se agotará la tolerancia de una sociedad con altas expectativas de distribución, que no llegan? ¿Llegarán, si le va bien a Guzmán, o tampoco? ¿Cuánto más podrá aguantar el tejido social argentino la catástrofe que dejó el macrismo?
Y finalmente: ¿cuánto más tardará Juntos por el Cambio, uno de los principales beneficiarios de la estrategia de “confrontación soft”, en resolver su interna y volver al ruedo con algo más contundente que la mera declamación? Porque entonces se volverá mucho más difícil elegir con quién confrontar y cuándo.
*Paula Canelo, socióloga. Autora de ¿Cambiamos? La batalla cultural por el sentido común de los argentinos, Siglo XXI Editores.