Equilibrios y equilibristas en el gobierno de Alberto Fernández

Claves que enfrentará el nuevo Gobierno, con Gabinete confirmado, en una Argentina con múltiples crisis y emergencias.

07 de diciembre, 2019 | 22.00

El panorama es festivo y esperanzador, con conciencia de las enormes dificultades y los variados enigmas existentes que con los días irán tomando cuerpo. Los equilibrios necesarios no podrán abstraerse de la equidad que los sustente, ni de las personas en las que se deposite la confianza para alcanzarlos. Habrá que agudizar los sentidos, extremar la prudencia evitando juicios apresurados y sin perder la alegría convencerse –y convencer- de que, en definitiva, “el movimiento se demuestra andando”.

Desde las alturas

El esperado anuncio de Alberto Fernández permite ahora conocer su Gabinete que, como siempre en estos casos, genera adhesiones entusiastas, reparos, desconciertos y, por supuesto, también disconformidades.

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Las primeras figuras ciertamente son piezas claves para la imaginación o la especulación acerca del futuro derrotero de cada una de las Carteras que ocuparán, pero importa asimismo conocer el resto del elenco que integrará Ministerios y otros Organismos públicos en los que recaerá la ejecución de las políticas que se implementen.

Las pujas por esos distintos espacios de Gobierno son naturales y propias de la Política, cuya manifestación es más intensa en las instancias inaugurales y se acrecientan en coaliciones que, sobre un común denominador, expresan diversidades partidarias y de representaciones sociales como las que conforman el Frente de Todos.

Las decisiones que corresponden a quienes asumirán las máximas responsabilidades están ligadas a una mirada omnicomprensiva, a la par de sujetas a condicionamientos y exigencias para la gobernabilidad, que supone una mayor perspectiva y una información más completa que la del común de la gente.

El criterio que guíe la selección de colaboradores para esas distintas funciones, no sólo responderá a los equilibrios internos sino a las expectativas de alcanzar –por fuera- consensos, demostrando amplitud y pluralidad en esas convocatorias.

Esa ecuanimidad, sin embargo, debería asentarse más en el reconocimiento de las identificaciones con la resistencia opuesta en estos últimos años, que en la complacencia con los ahora detractores de Macri pero que lo acompañaron activa o pasivamente.

Mirando desde abajo

La coyuntura actual requiere pragmatismos que habiliten un tránsito razonable en los primeros meses del 2020, sentar las bases para acuerdos macro y realizar esfuerzos por compatibilizar intereses.

A su vez será preciso sumar voluntades entre quienes no votaron al Frente de Todos, apuntando a una buena parte de ese electorado, por fuera del núcleo duro de Juntos por el Cambio, demostrando que estarán alcanzados por los efectos benéficos de las medidas que propone el nuevo Gobierno.

La tarea no será sencilla, como tampoco vencer vallas comunicacionales para que ese mensaje llegue a destino sin mellar las convicciones de los que sí han respaldado con su voto y su militancia una salida del neoliberalismo imperante.

El Peronismo, centro y eje del Frente, por su carácter movimientista ha abarcado, históricamente, a un extenso arco de representaciones sectoriales que incluyen diferencias sustantivas e incluso contradicciones difícilmente superables. Lograr su unidad, indispensable para el triunfo de octubre, supuso deponer enconos y desprenderse –razonablemente- de ortodoxias que tampoco lucen unívocas en su exégesis.

Fortalecer esa unidad y la del Frente en su conjunto es imprescindible, tanto en lo superestructural como en la base y en la dirigencia que deben sentirse contenidos en el armado gubernamental.

En la cuerda floja

Las operaciones para menoscabar la consistencia frentista ya han comenzado, pero se multiplicarán y con más virulencia una vez que asuma Alberto Fernández, se vayan completando los nuevos equipos de gobierno y se vehiculicen las numerosas demandas pendientes de respuestas.

Las maniobras desestabilizadoras forman parte de las estrategias de las elites cuando son desplazadas, afectados sus privilegios o neutralizadas sus influencias determinantes del rumbo con el cual pretenden orientar las acciones de gobierno.

Se trata de antiguas prácticas que han ido variando en sus formas de ejecución, que no prescinden de ningún recurso y que, en estos tiempos, se han recrudecido adoptando sus modos más violentos.

Cualquier contratiempo en el camino que ha anunciado el Presidente electo, será campo fértil para exacerbar los enfrentamientos, potenciar los conflictos de intereses inherentes a una sociedad plural, promover el desánimo y la –supuesta- apoliticidad que erosiona la institucionalidad democrática.

Los aliados circunstanciales, aquellos más propensos a cambiar de vereda por la falta de inmediata satisfacción de sus anhelos, los de mayor permeabilidad a la información distorsiva de los medios hegemónicos, los cultores de extremas ortodoxias ideológicas, estarán seguramente en la mira.

La pericia de quienes conducen es fundamental para sortear peligros de esa especie, sostener el rumbo elegido y ampliar las bases que le den sustento al Gobierno, la que se pondrá a prueba desde un principio y reiteradamente.

Aunque no debe desestimarse la importancia que, en ese escenario, cobra la confianza que se genere en la población y el lugar que se les asigne a los que han dado pruebas de su incondicionalidad con el Proyecto de país y sociedad que nos propusieran como alternativa.

Sosteniéndose entre Todas y Todos

La situación de la Argentina dista mucho de la edulcorada y fantasiosa semblanza que planteara Macri en su despedida, sin apego alguno a los datos duros que ya ni pueden ocultar quienes lo blindaran con un cerco mediático.

De todos modos es bueno tomar nota de esa gestualidad, con la que se pretende mostrar una retirada ordenada de una fuerza compacta, que tampoco es real, y un respaldo masivo al Gobierno saliente como determinante de un rumbo que es necesario mantener.

Por el otro lado, las ansiedades de los muchos afectados por las calamidades provocadas por la Alianza Cambiemos, si bien justificadas difícilmente puedan ser calmadas en el corto plazo.

El cruce de esos vectores abre innumerables alternativas como conflictividades, que para superarlas requerirán ratificar en los hechos los compromisos de los propios, buscar nuevos consensos y dar cauce esperanzador a los reclamos que ya se anticipan.

La estabilidad en el recorrido de senderos que seguramente se irán acotando, pondrá a prueba la templanza y la capacidad para realizar maniobras complejas -de todo tipo- por quienes tengan a cargo las responsabilidades de las distintas áreas de Gobierno.

El terreno pantanoso que presenta el país exigirá acrobacias de toda índole, cuyos riesgos serán mayúsculos si se afrontan sin red ni espacios de tierra firme. Esos reaseguros, sólo podrán brindarlo los que han sostenido con convicciones los valores fundantes de experiencias nacionales y populares.

La base de sustentación dependerá de esas todas y todos, de la serenidad que alcancen ante las contrariedades –como frente a las dudas que deparen- y sin prescindir de una memoria colectiva que funcione como límite cuando sea preciso establecerlo.

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Álvaro Ruiz

Abogado laboralista, profesor titular de derecho del Trabajo de Grado y Posgrado (UBA, UNLZ y UMSA). Autor de numerosos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Columnista en medios de comunicación nacionales. Apasionado futbolero y destacado mediocampista.