Entrevista a Alejandro Ros: cómo ser un buen anfitrión en el carnaval de las almas

Arrancó organizando Bailes de Disfraces en casas de amigos. El impacto (y la concurrencia) fue tal que decidió expandirse y democratizar la concepción de celebración. Son todes bienvenides en las fiestas de Ros. Eso sí, los no disfrazados pagan doble.

05 de noviembre, 2019 | 10.40

 “El príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia. Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso.”

La Máscara de La Muerte Roja, Edgar Allan Poe

A simple viste resulta enigmático. Una de las cosas que más llaman la atención es la mirada picaresca con la que recibe al cronista.¿Quién es Alejandro Ros?, ¿qué se esconde detrás del chico de las tapas? Egresado de la primera camada de estudiantes de Diseño Gráfico de la Universidad de Buenos Aires es conocido por sus icónicas portadas en los suplementos Las12 y Soy, y por haber diseñado discos para músicos de la talla de Juana Molina, Fito Páez, Gustavo Cerati, Mercedes Sosa y Miranda, entre tantos otros. Su tiempo lo divide entre el trabajo, la paternidad, los logos, los chongos, las discos y los bailes. Siempre bailes.

-Me pasó de ir a un par de tus Bailes  y encontrar gente de edades diferentes, algo atípico porque la cultura de baile suele discriminar franjas de edad.

-De todas las edades y de todas las orientaciones sexuales. ¿Sabés qué? Para mí es lo más importante. Puedo juntar todas mis obsesiones, mis morbos, mis gustos.  A su vez, la fiesta desarticula la relación público-escenario. Toda la fiesta es un espectáculo y todos los asistentes son actores de esa obra. Cada uno está disfrazado de algo y representa eso, y se genera algo muy loco. De pronto podés encontrarte a Jesús hablando con un tomate o a la Virgen María chapando con un stripper. Y me gusta mucho que hayas arrancado con lo que más me interesa..

-¿Pensás los bailes como una obra de arte viviente?

-No quiero sonar pretencioso, pero sí. Pienso todo lo que va a pasar. Intento generar un ámbito diferente al del boliche. Para mí, el boliche de hoy es un espacio opresivo. No podés respirar, no podés bailar. Yo tengo 55 años, me gusta bailar, pero me pasa que muchas veces me termino yendo a mi casa porque no puedo bailar. Por eso ahora, la nueva edición del Baile de Disfraces va a ser en la Sala Siranush, que es el doble de grande. Es un palacio. Me encanta esa idea de estar en un palacio bailando.

-Como un baile de la realeza..

-Pero con una entrada muy barata.

-¿Qué no puede faltar en una fiesta de Alejandro Ros?

-Disc Jockeys que piensen en la música. Hoy tenés muchos a los que solo les interesa el beat y eso hace que se pierda la musicalidad en la pista. También tiene que haber buenas luces. Es importante que haya muchos gays, pero con igual cantidad de mujeres. Los gays solos son aburridísimos. La energía de las fiestas no es machota, es más bien como un orgasmo femenino.

-Me llamó particularmente la atención un nombre de tu lista de DJs., la filósofa Esther Díaz.

-Ella es Disc Jockey ahora. ¡Ay, justo me está hablando! Mirá, de 00 a 02 hay un dj que pone música pop mientras la gente va llegando, se muestran los disfraces y se sacan fotos. A las 2 empieza el show. Este año tenemos a DJ Esther que va a tocar un par de temas.

-¿Producís mucho tus montajes?

-Nada. No me gustan las pelucas ni los maquillajes. Y tampoco me quiero afeitar para producirme. Quiero estar gracioso y cómodo. Lo que sí llevo es un cambio de ropa. Tipo cuatro de la mañana hago un refresh y nuevo look. En la anterior estuvo el libro de Cristina “Sinceramente”, ¿lo viste?

-Sí, muy original. ¿En tus trabajos de diseño, existe un estilo Ros?

-Intento no tenerlo. El estilo es de quien me contrata, el músico. Spinetta no es lo mismo que Divididos. A mí me gustan las síntesis, usar pocos elementos bien producidos sin tener que llenar todos los espacios. Digo mucho con muy poco. Y para esto es importante dialogar siempre con los músicos.

-Debe ser difícil lidiar con el ego de algunos artistas.

-Depende. Cuando me pasa eso me voy del proyecto. La clave es que se sientan cómodos. Por suerte no me toco ninguno con un ego innegociable. Las tapas la hacemos juntos.

-¿Ves tu trabajo en retrospectiva? ¿Hay cosas que no te gusten?

-Un montón. Me pasa mucho con las tipografías que usaba en los '90, las que estaban de moda. Hoy las miro y digo “¡No! ¿qué hice acá?” Deje de usar letras raras, ahora uso tipografía más común. Busco que esta no sea lo más importante, que sea como un epígrafe. Todo debe pasar por la imagen.

Foto: Guido Adler

-¿Con qué artista te gustaría trabajar y todavía no lo hiciste?

-¡Madonna!

-Hay que decirlo, el último disco de Madonna tiene un solo tema bueno: God Control. Tiene un aire a Vogue.

Es increíble pero es más parecido I don´t search I find.

-¿Qué es lo que más te gusta de Madonna?

-Lo que me encanta de ella es su presencia en el mundo. Todo lo que generó. La música puede gustarte o no pero si te fijás son todas “hijas de“. Está bien, el disco no es bueno pero ella está muy refinada aunque use autotune. Me irrita cuando dicen “Ay Madonna no canta en vivo” ¿Qué me importa que no cante en vivo Madonna? Nadie va a escucharla cantar. Kylie canta bien.

-Y Kim Petras.

-Eso es superior. Hicimos una fiesta la semana pasada para bailar el disco entero. Quiere ser la nueva Britney. Hoy me entere que se cortó el pito.

-No sabía. Llegaste antes que yo a la noticia.

-Se lo cortó a los 12 años. Me contó un amigo. Está loca. Una genia.

-¿El mundo del arte está lleno de gente loca?

-Por suerte. Si el artista no desconcierta no funciona. No es artista es decoración.

-Quiero quedarme con ese concepto, desconcierta. ¿Pensás que el público puede sentirse desconcertado y pasarla bien igual?

-Sí, pasa un montón eso. Les cuenta percibir con los otros sentidos. Yo me cansé de lo visual. La pintura me aburre, pocos cuadros me conmueven. Perfumancia, por ejemplo, le escapa a todo.eso. Para mí la sensación es como un sueño. No hay color. Con Pablo Schanton queríamos desconcertar. Ahora con Lucrecia Martel estamos armando una instalación de sonido.

-¿Podés contarme un poco más de tu instalación con Lucrecia?

-Es una instalación que se va a llamar Living-Comedor y se va a poner a fin del año que viene en El Parque de la Memoria, en el marco de La Bienal de Performance. Vamos a jugar con el sonido principalmente. No puedo contarte más, no quiero arruinar la sorpresa.

-Hablemos de momentos bisagra ¿cuál considerás que fue la mejor decisión que tomaste en tu vida?

-Haber tenido un hijo con Marta Dillon y Albertina Carri, sin lugar a dudas. Me lo propuso Marta. Me acuerdo que estábamos trabajando en la redacción de Página/12, en un escritorio, y de pronto me dice “¿no querés ser el papá de nuestro hijo?” “¿Qué?”, le contesté. Lo pensé mucho. Yo no quería tener un hijo, tenía una fantasía, sí, pero nada más. Ellas me dieron mucha libertad y eso me dio confianza. Desde el primer día me sentí papá. Mirá, justo ahora vengo de la charla de la ESI con Furio. Nos re divertimos. Es hermoso. Igual, solo conozco dos casos más de copaternidad. Algo pasa. Muchos amigos gays me dicen “ay yo quiero”. Quieren todos pero no se anima ninguno.

-Sos un papá orgulloso, un sugar daddy.

-Un sugar daddy ¡jajaja!.Ay no, un sugar daddy no. Tengo un novio que tiene la mitad de edad que yo. Mirá que yo no siento la diferencia de edad. A veces siento que yo tengo más energía que él o que tengo más ganas de salir que él. Es un vínculo más licuado. No me siento la edad que tengo, tengo disforia etárea.

-¿A qué cosas le temés?-A la antesala de la partida. Es por eso que estoy muy de acuerdo con la eutanasia. La pregunta se relaciona con lo que hablábamos antes: yo soy muy activo es por eso que llegado el caso me gustaría decidir sobre mi muerte, no que alguien decida por mí mantenerme en estado vegetativo. No me gusta la sobrevida médica. Cuando el cuerpo no da más, ya está, me retiro.

    • El próximo Baile de Disfraces será el 7 de diciembre en la Sala Siranush (Armenia 1353, Palermo) Entradas anticipadas con disfraz: $250. Entradas en puerta: $ 350 con disfraz y $ 700 sin disfraz.

     

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