En el Albertismo miran hacia la transición y temen por la reacción de Macri ante una derrota

En el búnker del candidato opositor esperan que el Presidente no complique el traspaso de mando, con una economía muy debilitada. 

25 de octubre, 2019 | 07.32

A menos de 72 horas del comienzo de los comicios, el resultado de la elección es la última de las preocupaciones en las oficinas de la calle México, donde funciona el corazón estratégico del Frente de Todos. Los triunfos de las fórmulas presidenciales y a la gobernación bonaerense se descuentan, así como una performance exitosa a lo largo y ancho del país que permitirá al futuro gobierno articular mayorías en el Congreso Nacional a partir del 10 de diciembre. Lo que suceda entre las elecciones del domingo y el traspaso formal del mando, en cambio, es un rompecabezas complejo para Alberto Fernández. Empezando por las primeras horas.

En el equipo del candidato consideran que lo que suceda entre la noche del domingo y el mediodía del lunes puede marcar el tono de los primeros meses de gestión. Si el país amanece en calma y el mercado responde de manera acorde, será una prematura señal positiva de las expectativas que genera el cambio político. Una turbulencia similar a la del 12 de agosto, después de las PASO, puede ser leído como el aviso de que los cuarenta y cuatro días de transición serán tumultuosos, agregando nuevamente incertidumbre a un escenario complejo.

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Una incógnita clave en esa ecuación es qué lugar decidirá tomar Mauricio Macri en ese proceso. Cualquier hipótesis optimista sobre el futuro inmediato del país parte de la base de que prestará colaboración razonable. Este mediodía, después de la reunión de gabinete, el ministro de Relaciones Exteriores Jorge Faurie, oficiando como vocero, aseguró que el Presidente “estará altamente a la altura de la responsabilidad que le cabe” porque es “profundamente republicano, respeta la institucionalidad y el valor de la democracia, defiende la moderación y es consciente del rol que tiene como primer magistrado de la República”. 

En la Casa Rosada aseguran que Macri quiere hacer un paso de mando “impecable” para contrastar con el desaguisado de diciembre de 2015, cuando el Presidente no quiso recibir el bastón presidencial de manos de Cristina Fernández de Kirchner porque pensaba que tenía una macumba, como reveló recientemente el orfebre Juan Carlos Pallarols. En el Frente de Todos, empero, no confían. La relación personal con Alberto Fernández está agotada, como se hizo evidente durante el último debate, delante y detrás de cámara. Y el recuerdo del lunes fatal posterior a las primarias todavía está fresco. 

Hay cuatro escenarios en los que el mandatario podría empiojar la transición, comprometiendo seriamente el futuro inmediato de los argentinos, estiman en el peronismo. En primer lugar, está el económico. Al día siguiente de las PASO el gobierno dejó que la moneda se devalúe casi un tercio de su valor en pocas horas. Después, fue dejando que drenen las reservas a un ritmo que no decayó a pesar de las restricciones cambiarias. Con el nivel actual de reservas, otro episodio similar puede dejar a la Argentina al borde de la hiperinflación. Las herramientas para evitarlo están aún en manos de Macri.

Ese es el segundo escenario, el político. Para estabilizar la situación, serán necesarias medidas que no pueden esperar al 10 de diciembre y que deberán ser consensuadas entre el mandatario saliente y el electo. Si no hay colaboración a ese nivel, si el Presidente se niega a respaldar las decisiones que tome su sucesor o si actúa en un sentido contrario resultará difícil llegar al final del mandato sin que se extremen las tensiones. Asímismo, en el peronismo consideran clave que haya una transición fluida entre los equipos políticos y técnicos para poder empezar a trabajar desde el día uno en los asuntos más urgentes.

En tercer lugar, existe preocupación con lo que pueda pasar el mismo domingo. Las sospechas sobre la labor de SmartMatic no disminuyeron desde agosto, sino que se sumaron nuevas irregularidades. Las declaraciones de Elisa Carrió (“A las seis nosotros vamos a decir que ganamos”), María Eugenia Vidal (“El domingo se elige si vamos a tener democracia”) y Marcos Peña (“El que crea que está definido se puede llevar una sorpresa, a nosotros nos pasó y no se los recomiendo”) causaron suspicacias. Si el oficialismo decidiera no reconocer su derrota generaría un escenario de incertidumbre peligroso.

Por último, está el temor a lo que pueda suceder en la calle. A través de las redes sociales, los militantes y simpatizantes peronistas ya se están convocando para celebrar, en todo el país. Esta clase de festejos son tradicionales y pacíficos en la historia reciente del país y no deberían causar ningún problema. El antecedente de infiltrados en manifestaciones populares, que se repitió como un modus operandi para justificar la represión de las protestas durante el mandato de Cambiemos, enciende una luz de alarma. El contexto regional tampoco ayuda.

Un escenario de cooperación, por el contrario, podría contribuir a aplacar los ánimos y conducir al país de manera ordenada hacia un nuevo gobierno. Un llamado telefónico en privado y un intercambio de mensajes en las redes sociales la misma noche de la elección y un encuentro con foto a la mañana siguiente es lo que tienen en mente algunos funcionarios del gobierno que planifican la transición adecuada sin saber si el Presidente tomará en cuenta o no sus indicaciones. En el bunker del Frente de Todos, dicen, todavía no hubo ningún contacto.