Elecciones 2019: recuperar derechos perdidos es posible e impostergable

En medio de fake news y del riesgo de un fraude electoral, a días de las PASO es imprescindible que descifremos de qué “Todos” formamos parte, en cuál “Todos” no terminaremos excluidos y con quiénes podemos sentirnos “Juntos”.

27 de julio, 2019 | 22.14

Las noticias falsas abundan, así como el ocultamiento del nivel que ha alcanzado la crisis económica, pero principalmente institucional. La cínica proposición de una sociedad meritocrática que reemplace la solidaridad, exacerba un individualismo inconducente y suicida. A la vez, aumentan las presunciones fundadas de un posible fraude electoral que cierre toda posibilidad de recuperar el país de una catástrofe que presagian, incluso, desde sectores –nacionales e internacionales- afines al Gobierno. En la emergencia es de todos la tarea, pero sabiendo que ese “todos” no comprende a quienes son responsables de tanta desgracia.

 

De hazañas y utopías

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Recordaba en mi nota del domingo pasado un diálogo epistolar entra Juan Martín de Pueyrredón y San Martín, en el que el primero le señalaba que su sueño era imposible, y el Libertador le respondía: Puede ser que mi sueño sea imposible, pero mi sueño es impostergable”.

A lo que se referían era al cruce de Los Andes para iniciar la campaña para libertar a América de la dominación española, todo lo que efectivamente se concretó finalmente.

Es posible encontrar en nuestra historia patria otros tantos ejemplos de aparentes utopías que resultaron realidades concretas, gracias al temple y férrea decisión de muchos argentinos. Fruto de procesos que, sin perjuicio de la actuación destacada que pueda reconocérsele a determinadas figuras, fueron producto de actuaciones colectivas guiadas por convicciones claras.

Quizás en ese sentido podría atribuírsele razón al slogan de campaña de Macri, en cuanto sostiene que "juntos los argentinos somos imparables".   

Nuestro Pueblo posee características peculiares, que en "El Eternauta" tan bien ha reflejado Oesterheld -de cuyo natalicio esta semana se cumplieron 100 años-, relato donde nos brinda claves para otorgarle verdadero sentido a ese slogan.  

La resistencia activa a la opresión, la lucha por los Derechos Humanos, el permanente reclamo de Memoria, Verdad y Justicia por los delitos del terrorismo de Estado, la reivindicación de derechos negados por estructuras patriarcales, la defensa de la Democracia, son algunos de los rasgos que nos caracterizan como Pueblo.

Sin embargo, la noción de Pueblo no es unívoca ni totalizadora en términos políticos, sino que su configuración y reconfiguración se asienta en contextos históricos determinados que varían su sentido como significante.

Se trata de un “todo” relativo que no excluye la diversidad en su conformación, pero exige la existencia de ciertos comunes denominadores, entre los que cobran particular relevancia la reivindicación de determinados valores y afanes.

Esa identificación resulta de la afirmación de nuestra soberanía como Nación, de la equidad como postulado en lo social, de la defensa del sistema democrático y de la efectiva división de Poderes, del derecho al acceso a la vivienda, a la salud, a la educación, al trabajo y a la igualdad de oportunidades, del rechazo a concebir la pobreza y la miseria como ajenas a las políticas económicas implementadas, de la inadmisibilidad de carencias alimentarias básicas en un país que nuestros gobernantes afirman está en condiciones de proveer de alimentos a 400 millones de personas.  

Lo meramente discursivo contrapuesto a los actos y conductas que dan cuenta de la falta de adhesión real a esos valores, denotan la existencia de un sector que por propia determinación no participa de ese “todo” y que persigue objetivos reñidos con aquellas proposiciones.

 

¿Cualquier parecido pura coincidencia?

 

La Argentina ofrece variadas manifestaciones de analogías que entrecruzan ficciones y realidades. Algunos ejemplos sobre los que es útil detenerse, para reflexionar.

Uno: En estos días Héctor Méndez (ex titular de la UIA) dijo “estar defraudado” con Macri, afirmando “sí, no hay ninguna duda, son los peores de la historia (…) Esto es comparable con la época de Martínez de Hoz”.

Declaraciones que motivaron múltiples reacciones desde esa Cámara patronal, que no alcanzaron para restarles trascendencia dada la procedencia de quien las emitiera.

Un empresario plástico favorecido por las políticas industrialistas que rigieron desde 2003 que, dando muestras de una ostensible ingratitud como muchos en similar situación, frente a las elecciones del año 2015 se pronunciaron en favor de la Alianza Cambiemos y terminaron siendo sus víctimas junto con otros tantos estafados por las promesas de campaña.   

Dos: El actor –y político radical conservador-, Luis Brandoni, otrora (en 1974) Secretario General de un sindicato (la Asociación Argentina de Actores) y que tuviera un papel protagónico como gremialista en la película La Patagonia Rebelde, censuró la protesta del sindicato de Pilotos que consistía en la lectura a los pasajeros de una denuncia sobre la grave crisis que afronta ese gremio.

 

 

“Fuera, cállese la boca” le gritó a quien leía ese mensaje sindical y, cuando una de las personas que allí estaba le señaló “Qué democrático Luis”, demostrando su concepción republicana le espetó: “Esto no es democracia, estás equivocado, la política se hace en los ámbitos políticos”. Toda una definición, que muestra los estrechos límites de la política y la democracia en estos personajes que no son de ficción, pero que poseen suficiente oficio para fingir sin rubores ni pudores. 

Un dato adicional es el contexto en que se inscribe el republicanismo berreta de que hacen gala muchos de “ellos”, es que esas protestas pacíficas de la Asociación de Pilotos se han criminalizado mediante una denuncia penal de la Administración Nacional de Aviación Civil bajo el rótulo de constituir un “atentado contra la seguridad de naves o aeronaves”

Tres: El oportunismo interesado del lanzamiento de la serie “El Tigre Verón”, propone un collage de todos los vicios, los males y los desmanes en la persona de un sindicalista, su entorno gremial y familiar como estereotipo de quienes se desempeñan en ese ámbito.

 

 

Se trata de conceptualizar una idea o imagen atribuida a ese grupo social, pre concebida y sin fundamentos para una generalización semejante, con el fin de alimentar prejuicios e impresiones simplificadas que se instalen como algo propio del sentido común.

El puro cuestionamiento del sindicalismo como tal, es un rasgo distintivo del pensamiento más reaccionario. Pero que también cala en otra gente, incluso en personas que resultan ser beneficiarias o naturales destinatarias de sus acciones, que son justamente a las que se dirigen esas formulaciones estereotipadas.

La descalificación conlleva la de las preferencias políticas que la dirigencia gremial exhibe en el escenario electoral, aunque no se limita a ello, sino que busca deslegitimarla en su natural confrontación con el Capital y el mismo Estado cuando se muestra como su aliado incondicional.

Pretendiendo que cualquier resistencia se interprete como extorsión, toda reivindicación como motivada por intereses espurios y personales, toda confrontación como contraria al bienestar general, a la generación de empleo, al crecimiento y desarrollo económico.

Lo que se oculta es que sin sindicatos no será posible conquistar nuevos derechos laborales, ni siquiera imaginar conservar los existentes, ni lograr democratizar las relaciones de empleo e impedir que las mismas se distorsionen con figuras que se pretenden extrañas a esa condición.

Sin sindicatos se postula un retorno a las formas más extremas de explotación de las personas que trabajan, basta con advertir lo que ocurre con aquellos que se desempeñan en ámbitos o sujetos a imposiciones sin cobertura gremial.

 

Eufemismos mentirosos 

 

"Cuando la gente escucha reforma laboral cree que la van a embromar, porque hay experiencias negativas", dijo Miguel Ángel Pichetto, proponiendo -al igual que Marcos Peña- que no se utilice ese apelativo para tales iniciativas legislativas, sino expresiones como: “Es necesario bajar las barreras para la creación de empleo, y para eso corresponde poner en discusión las regulaciones del mercado de trabajo; o “muchas inversiones de baja escala se ven frenadas por un marco regulatorio (…) que no ha absorbido los nuevos retos del mundo del trabajo” (frases que constan también en el borrador de la Plataforma de Juntos por el Cambio).

Funes de Rioja (abogado especialista en Derecho del Trabajo y Vicepresidente de la UIA), recurre a un neologismo (en realidad un puro invento suyo) para disimular el efecto inexorable que genera la flexibilización deseada por el empresariado, aduciendo que: “Si usted quiere que aparezcan muchas empresas, lo que tiene que saber es que para que un empresario no tenga miedo a contratar, tiene que ser previsible que si le va mal pueda descontratar”.

No se encontrará en un diccionario común ni -menos aún- jurídico la palabra “descontratar”, pero es fácil imaginar que lo que se pretende encubrir –y sustituir- es la –mala- palabra “despedir”.

No es la primera vez que se apela a rebuscadas figuras retóricas con el fin de naturalizar, y propiciar, la libertad absoluta patronal para disponer de la suerte de los trabajadores; baste con recordar la inmoral frase del ex Secretario de Empleo (Miguel A. Ponte, ex Director de RRHH de Techint): “Contratar y despedir debería ser natural como comer y descomer”. El sentido, claramente escatológico, no fue otro que el dar a entender que el destino de un trabajador no puede ser otro que el de ser devorado por su empleador y, a su turno, ser evacuado.

Otro influyente abogado empresarial, Julián De Diego, en un reportaje en el cual refería que “lo primero que hay que hacer con la legislación laboral argentina es actualizarla”, afirmaba que “el 80% de nuestra legislación no tiene aplicación real, sencillamente porque es anacrónica”.

Más allá del sofisma que constituye tal afirmación, dos enigmas resultan sin explicación alguna. Por un lado, si fuera así el grado de inaplicabilidad: ¿cuál sería la necesidad, que los empresarios plantean como urgente, de flexibilizar condiciones de empleo cuya supuesta rigidez es inoperante?  Por otro, es insostenible el nivel de anacronismo que se pretende, pero a la vez el reconocimiento de tan amplio incumplimiento legal –manifestación clara de una ilícita flexibilización de hecho- pone a la vista la despreocupación del Estado por controlar la aplicación de la normativa vigente.

 

¡Cuánto más hace falta para tomar conciencia!

 

En “El Eternauta”, famosa e icónica historieta de ciencia ficción ambientada en la ciudad de Buenos Aires, Héctor G. Oesterheld narraba la invasión de “Los Ellos”. Unos villanos tan siniestros como ingeniosos, perceptibles pero indefinibles, que representaban todo lo que nos oprime y nos esclaviza, cuyos rostros no mostraban y su objetivo era dominar todo el universo con su alta tecnología.

En contraposición al héroe individual, aquel que por sí solo puede resolver los problemas que debe afrontar, Oesterheld  nos presenta al “héroe colectivo”, representado en un grupo de personas que, únicamente, en colaboración uno con el otro podrán salvarse. Esos personajes advierten que aislados y obligados a actuar, sólo ayudándose podrán sobrevivir. El que se separa, muere. El egoísta, pierde.

Si damos por cierto que “juntos los argentinos somos imparables”, no podemos engañarnos con que eso sea posible con “Los Ellos”, con los que enfrentan y oprimen al Pueblo, saquean la Nación y sirven a la colonización del Estado.

“… un día vinieron Ellos. Nos vencieron (…) para que quedáramos para siempre domesticados…“ (texto extraído de El Eternauta)

Es imprescindible que descifremos de qué “Todos” formamos parte, en cuál “Todos” no terminaremos excluidos, con quiénes podemos sentirnos “Juntos” los argentinos para ser imparables y superar esta crucial instancia en que se juega el futuro de la Patria.