El dirigente del PRO con más imagen negativa, al que los mercados le asignan la responsabilidad sobre la incapacidad de resolver los problemas de la economía, al que todos creían muerto, demostró una capacidad de supervivencia única.
Terminó haciendo lo que quiso en el cierre de las listas. Puso ignotos jóvenes del Pro que lo idolatran en la Cámara de Diputados y en la legislatura de CABA (entre ellos la mujer del primo de su mano derecha, Francisco Quintana, la desconocida para todos Gimena Villafruela).
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Se aseguró la gratitud eterna y la protección de Carrió de por vida al darle a la líder de la CC todo lo que pedía (inclusive la vuelta de Mario Quintana, el otro gran responsable para muchos del fracaso económico) y condicionar para los próximos 4 años a Macri si es reelecto con un bloque propio de entre 14 y 16 diputados.
Cuando todos lo veían afuera, en el momento justo, volvió Peña a sorprender una vez más. Y de paso aprovechó para cobrarse una a una todas sus cuentas internas pendientes. Al sector de la llamada “ala política”, con la que siempre confrontó, no le permitió colar a ninguno en las listas que cierran hoy. Su círculo íntimo da por hecho la inclusión de Francisco Quintana como próximo viceministro de Interior, y, sólo por eso, el peñismo justifica en ese caso la gran “generosidad” de incluir al actual ocupante de ese cargo, Sebastian Garcia de Luca, dentro de los 10 primeros lugares de la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires.
A Pichetto, la última gran apuesta del sector de “la rosca”, no le permitieron incluir a nadie de los que propuso.
Con Vidal, su gran enemiga interna, también se cobró con creces las cuentas pendientes. No permitiendo desdoblar la elección bonaerense, prácticamente condenó a Vidal a perder la reeleccion y a jubilarla anticipadamente de la política. Con Larreta tampoco las cosas están bien. El Jefe de Gobierno porteño hizo acuerdos y cierres diametralmente opuestos al de Peña. Sumó a los liberales, socialistas y a Lousteau, al que Peña detesta.