La Argentina atestigua, con asombro, la debacle del gobierno de Mauricio Macri, que se precipita, aceleradamente, hacia la historia. La contundencia del rechazo en las urnas al proyecto político de Cambiemos no estaba en los planes de nadie; menos aún del Presidente, que hasta la tarde del mismo domingo de elecciones creía que estaba en una situación de paridad y era favorito de cara a octubre. Lo que vino después fue la peor semana de un mandato que pasó por muchas peores semanas pero que, ni aún así, nos había preparado para esto.
Al día siguiente de la elección, desde la usina de redes del PRO difundieron un video con fragmentos de la ilustre pelea entre Muhammad Ali y Joe Frazier Thrilla in Manila, con un mensaje que invitaba a no darse por vencido y comparaba a Macri con Ali, que en aquella ocasión ganó por abandono después de estar, por momentos, al borde de la derrota. El que hizo ese video nunca vio esa batalla, o no la entendió. En cualquier caso, Alberto Fernández llegará a octubre mejor que cualquiera de los dos púgiles a los rounds finales de esa contienda épica.
Esta semana, más bien, Macri parecía Frazier, ciego y agotado, tirando golpes al aire sin ver dónde impactan. En pocos días cuestionó al electorado, pidió una autocrítica de la oposición mientras la economía se prendía fuego, pasó más de 48 horas sin llamar ni nombrar al candidato que lo había derrotado, quemó todos sus manuales de política para anunciar medidas en las que no cree y cuyo efecto es, en el mejor de los casos, insuficiente. Tuvo que dar marcha atrás. Se quedó sin ministro de Economía y le tomó varios días encontrarle un reemplazo.
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Según relató el ex presidente del Banco Central Martín Redrado, “hubo una instrucción política” el lunes para que “el dólar se vaya a donde se tenga que ir de manera tal que los argentinos aprendan a quién votaron”. El responsable, aseguró, fue el Presidente. Otra escena que pinta la situación la relató la periodista Débora Plager, en Intratables. El lunes por la noche, probablemente sin dormir, Macri había intentado renunciar. El que lo frenó fue Pichetto: “Vos no te vas a ningún lado, porque además si te vas, tu historia termina mal. Por Comodoro Py y por algo más".
La semana que comienza no será más sencilla para Macri. Los gobernadores están convocándose a discutir una respuesta firme porque las medidas inconsultas que tomó el Presidente los perjudican. También deberá recibir a la misión del FMI que llega para revisar las cuentas del país. Aunque el período que les toca auditar llegan hasta junio, pueden y deben intervenir si advierten que el acuerdo corre riesgo. El acuerdo, en realidad, ya estalló en mil pedazos. Lo que corre riesgo es el desembolso de la próxima cuota del stand by, de casi 5.500 millones de dólares, que debería llegar en septiembre.
Este jueves los noticieros, con seguridad, hablarán de un Super Jueves. Para ese día está convocado el Consejo del Salario. La CGT ya advirtió su planteo: equiparar el mínimo, que hoy no alcanza la línea de indigencia, a la canasta familiar. Ese mismo mediodía, la UCR está convocando a una sesión extraordinaria del Comité Nacional, junto a los 24 titulares del partido en cada uno de los distritos y los diputados y senadores nacionales. Se espera una definición fuerte sobre el futuro de la coalición de gobierno. Hay pocos que hacen fuerza por mantenerla viva más allá del 10 de diciembre.
Por la tarde de ese mismo día, el Presidente deberá enfrentar por primera vez al hombre que lo derrotó. Según anuncia la invitación, Macri y Fernández son dos de los invitados en una charla en el MALBA organizada por el Grupo Clarín. La realidad es vertiginosa: en un primer momento el lugar del candidato del Frente de Todos estaba reservado para Miguel Angel Pichetto. Lo interesante es que el tercer orador es el ex mandatario brasileño Fernando Henrique Cardoso, cuya transición con Lula muchos ponen como ejemplo de lo que debería hacerse aquí camino a diciembre.
Mientras tanto, en otro ejemplo de la fabulosa circularidad de la historia argentina, la militancia de Cambiemos atraviesa su etapa Resistiendo con aguante. En estos días intenta revivir la mística de aquellos cacerolazos contra el régimen de la Yegua con convocatorias vía whatsapp y reuniones espontáneas en locales partidarios. Por las redes sociales circulan aritméticas improbables que habilitarían una segunda vuelta milagrosa, aún sin necesidad de contar con quienes se hayan ido a esquiar, como el ministro Guillo Dietrich, que el jueves fue visto a bordo de un avión rumbo a Bariloche.
Lo que no entienden quienes suman y restan votos como si no fueran voluntades es que la derrota del proyecto que encarnó este gobierno no es solamente electoral, ni económica, ni política sino que es total: el proyecto neoliberal que vino a implementar fue rechazado contundentemente por la sociedad argentina. Una sociedad que Cambiemos quiso, desde un primer momento, quebrar para poder despojarla de sus derechos, haciéndole creer que en realidad se trataba de privilegios y que esos privilegios eran la causa de los males país. Después de todo, esa es la definición de neoliberalismo.
Este miércoles la ministra de Seguridad Patricia Bullrich dijo: “Vamos por los votos de los argentinos, por el alma y el corazón de los que creen en la libertad”. La retórica no es casual. Hace pocas semanas, cuando su continuidad aún no estaba en duda, el jefe de Gabinete Marcos Peña dijo que “más que una batalla por el bolsillo, va a ser una batalla por el alma de la Argentina”. La frase original es aún más vieja: “La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma”. La acuñó, en una entrevista al Sunday Times de 1981, Margaret Thatcher. El alma de los argentinos, en 2019, sigue intacta. Ese fue el fracaso de Macri.