Las primeras PASO del año sirvieron para confirmar que el kirchnerismo la tiene muy complicada en los distritos más grandes y donde es mayor la incidencia de las clases medias urbanas -Mendoza, Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires-, mientras que mantiene las preferencias de las mayorías en las provincias más alejadas del centro del país, como se notó en Salta. Este escenario, que no es nuevo, ratifica el papel decisivo que jugará en las elecciones nacionales la provincia de Buenos Aires. El Frente para la Victoria necesita un candidato que no reste a la cosecha de quien sea su postulante a la Casa Rosada, pero la larga lista de anotados en la competencia para la gobernación podría conspirar en contra. La experiencia de los siete precandidatos porteños no resultó exitosa.
El jefe de Gabinete Aníbal Fernández se sumará esta semana y asoma como un contendiente de peso. El salto no resultó demasiado sorpresivo. Pese a que desde hacía un año se proclamaba aspirante a la Presidencia, Aníbal no hizo ni un acto como para avalar esa intención más allá de sus declaraciones matinales en la puerta de la Casa Rosada. Todos los que se lanzan aseguran contar con un guiño de la Presidenta. Algunos también, el de Aníbal es uno de esos casos, con el visto bueno de Daniel Scioli.
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El jefe de Gabinete y el gobernador se llevan bien y se reúnen una vez por semana, lejos de las cámaras, por temas de gestión y hablan de política. A diferencias de otros lanzados, Aníbal Fernández tiene un alto nivel de conocimiento y el electorado lo identifica con el Gobierno. Según comentan en su entorno, su problema fue siempre la alta imagen negativa, pero aseguran que ese índice se revirtió. Que, por ejemplo, entre quienes están dispuestos a votar en las PASO del Frente para la Victoria Aníbal Fernández no tiene ese carga en contra.
La aparición del jefe de Gabinete es un elemento a tener en cuenta en una interna que había comenzado a ordenarse con dos fórmulas, aún no formalizadas. Una es la que componen el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el intendente de Berazategui, Patricio Mussi. La otra, la del titular de la Anses, Diego Bossio, y el secretario de Seguridad, Sergio Berni. La de Domínguez cuenta con el aval del ministro de Planificación, Julio De Vido, quien trabaja activamente para acercarles el apoyo de los intendentes. De hecho, este martes habrá una reunión con varios intendentes que podrían resolver el lanzamiento. La que encabeza Bossio, en tanto, parece más del gusto del sciolismo y, según las encuestas difundidas, cuenta con buenas perspectivas electorales. Cuando todavía era candidato a presidente, Domínguez le dedicó más de un palo a Scioli, pero ahora la relación se normalizó. Hubo una reunión que sirvió para acercar posiciones. Los buenos vínculos del presidente de la Cámara de Diputados con el Vaticano sirvieron de estímulo.
También se especula sobre una tercera fórmula encabezada por el titular de la Afsca, Martín Sabbatella, que permitiría al Frente para la Victoria conservar un electorado progresista no peronista que podría emigrar hacia otras opciones en caso de no encontrar una oferta a su gusto. Y queda todavía una larga lista de postulantes -Fernando Espinoza, Gabriel Mariotto, Chino Navarro, Carlos Castagneto, Santiago Montoya- que sueñan con ocupar un lugar, por no hablar del intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, otro que mide bien en las encuestas y que el viernes se mostró junto a Aníbal Fernández, una movida más en su intento de volver a ser aceptado dentro del oficialismo.
Pero en la Casa Rosada subrayaban que la experiencia porteña dejó como lección que tampoco es bueno permitir que se inscriban todos los que lo deseen, sin que nadie intervenga para ordenar. Por eso es imaginan que la Presidenta no se mantendrá al margen del armado del oficialismo en el distrito que concentra casi el 40 por ciento del padrón nacional y que decidirá la suerte de las elecciones de octubre. "Tres fórmulas es suficiente", aseguraban. Alguno perderá.