Mauricio Macritiene todas las fichas puestas en el ballotage. Si las PASO del domingo lo muestran en una posición expectante –pongamos, con la alianza Cambiemos a una distancia menor de ocho puntos respecto al Frente para la Victoria-, en la cúpula del PRO imaginan un corrimiento del voto opositor a la opción "útil", con Macri como líder emergente de una supuesta mayoría nacional antikirchnerista.
Así, acortaría primero la distancia con Daniel Sciolien las elecciones del 25 de octubre y lo superaría en la segunda vuelta de noviembre. Alguna encuesta encargada por el macrismo asegura que esta posibilidad es cierta. Lo que no explica es qué tipo de gobierno podría encabezar Macri en esas condiciones. Sin dudas, el más débil desde el punto de vista de la representación institucional desde la vuelta de la democracia, una discusión que seguramente se disparará en los próximos días.
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El problema de la oposición al peronismo para garantizar la gobernabilidad en el país no es nuevo. Raúl Alfonsín debió renunciar seis meses antes del fin de su gestión y Fernando de la Rúa apenas si llegó a la mitad, dejando al país envuelto en una crisis sin precedentes. En contrapartida, Carlos Menem gobernó 10 años y el kirchnerismo lo hará 12 y medio. En ambos casos, no sólo hasta el último día de sus mandatos, sino también presentando opciones electorales competitivas para su continuidad.
Macri puede decir que él no es radical, aunque la UCR sea su principal socio en Cambiemos. Tal vez, en la idea de encabezar una fórmula "pura", con Gabriela Michetti como vice en vez de un radical como Ernesto Sanz como acompañante, como muchos le aconsejaban, estuvo la idea de evitar la situación que sufrió De la Rúa en su fórmula compartida con Carlos "Chacho" Alvarez, quien renunció luego del escándalo de las coimas en el Senado dejando al gobierno herido de muerte. El de la Alianza fue el primer gobierno de coalición de la historia y una experiencia que nadie desea repetir.
Pero si nos retrotraemos a aquel momento –al fin y al cabo, se trata de último gobierno no peronista- hay que recordar que De la Rúa ganó en primera vuelta con el 48,5 por ciento de los votos, que tenía una ajustada mayoría en el Congreso y que gobernaba en seis distritos (Mendoza y la Ciudad de Buenos Aires entre los más importantes). Macri no llegaría a la Casa Rosada con ninguna de estas condiciones.
Según las encuestas, el frente Cambiemos podría obtener alrededor del 30 por ciento en la primera vuelta, probablemente unos puntos más si se cumple el objetivo macrista de polarizar con Scioli, pero muy lejos del 48,5 de De la Rúa. Como los diputados y senadores se eligen en la primera vuelta electoral, Macri estaría, casi seguro, obligado a gobernar con un Congreso en minoría.
Puede que le vaya un poco mejor en Diputados donde el Frente para la Victoria renueva ahora la mitad de las bancas de la muy buena elección de 2011, pero en el Senado es muy posible que el kirchnerismo mejore su cosecha ya que se repone el tercio de aquel flojo comicio de 2009. En principio, Macri dependería de sus aliados radicales para sacar cualquier iniciativa, algo complicado dado que el espíritu de cuerpo de los boinas blancas no suele ser tan verticalista como el del peronismo. Por último, también aparece lejos de contar con los seis distritos que tenía De la Rúa.
El PRO sólo posee la Ciudad de Buenos Aires, el radicalismo Mendoza y Corrientes. Pueden que consigan alguno más si hacen una buena elección, pero no hay ningún sondeo que anticipe que María Eugenia Vidal será gobernadora de la provincia de Buenos Aires, un distrito llave para la gobernabilidad.
Hay un rubro en el que Macri puede presumir que asumiría en mejores condiciones que De la Rúa y es que no hay a la vista ninguna crisis económica en ciernes, la espada de Damocles que marcó la breve experiencia de la Alianza. Se trata, justamente, del principal crédito del kirchnerismo para la continuidad.