El viaje de Cristina a Rusia enfría la relación con Estados Unidos

04 de abril, 2015 | 20.02
Ya casi superado el salpicadero del caso Nisman, Cristina Kirchner retomará este mes su agenda internacional. La semana que viene participará de una nueva edición de la Cumbre de las Américas, donde será testigo del encuentro histórico entre Barack Obama y Raúl Castro, el primero entre presidentes de Estados Unidos y Cuba en casi 60 años. Luego, entre el 22 y el 24 de abril, viajará a Moscú para firmar nuevos acuerdos con Vladimir Putin, uno de los presidentes a nivel mundial con el que muestra mejor sintonía. Es un gesto hecho a sabiendas de que generará irritación en la Casa Blanca, que nota cómo chinos y rusos se sienten cada vez más cómodos haciendo negocios en lo que fuera su patrio trasero.

La de Cristina Kirchner y Obama ha sido una historia de desencuentros. Apenas aterrizada en la Casa Rosada, la Presidenta debió lidiar con el caso de la valija de Antonini Wilson que provocó un temprano primer conflicto con Washington. A partir de ahí, una historia llena de altas y bajas, con una relación personal amable pero siempre marcada por la desconfianza. De hecho, CFK terminará sus dos mandatos con el récord de no haber sido invitada a una visita de Estado a la Casa Blanca. Está establecido que los presidentes pueden solicitar al menos una vez en su mandato ser recibidos por el presidente de Estados Unidos, pero Cristina Kirchner nunca quiso hacer uso de esa prerrogativa. Sí conversaron en forma privada cuando coincidieron en algunas cumbres. Obama le avisó en una de esas oportunidades que no tenía problemas en reunirse con ella de esa manera todas las veces que lo quisiera, pero, en cambio, la invitación a conocer el Salón Oval nunca llegó.

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Con el paso dado hacia Cuba, Obama preparó el terreno para disfrutar de su mejor Cumbre de las Américas, pero el esfuerzo se echó a perder el 9 de marzo pasado cuando sorprendió al declarar al gobierno chavista de Venezuela como una amenaza a la seguridad de Estados Unidos. Cristina Kirchner llevará a la cumbre una postura de apoyo incondicional a Nicolás Maduro y, como otros presidentes de la región, reclamará a Obama la derogación del decreto. No será lo único. Como siempre, lo que dirá Cristina Kirchner lo sabe sólo ella, pero en Gobierno marcaban que sería difícil que dejara pasar por alto la pirueta en el aire que dio Estados Unidos en su política exterior con el acuerdo firmado con Irán en materia nuclear.

En junio pasado, el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, organizó una visita a Washington junto a legisladores de todos los partidos para hablar con sus pares norteamericanos sobre el conflicto con los fondos buitres, unos días antes de que la Corte Suprema tomara una decisión sobre el caso, que finalmente fue negativa para Argentina. En esos encuentros, varios legisladores norteamericanos sorprendieron con durísimas críticas al Memorándum de Entendimiento que se había firmado con Irán por el atentado a la AMIA, que nada tenía que ver con el motivo del viaje. Se notó que habían recibido un paper del Departamento de Estado sobre el tema. El Memorándum luego fue declarado inconstitucional y generó la denuncia del fiscal Alberto Nisman, de estrecha relación con la embajada norteamericana y la CIA. "¿Y ahora qué dirán de esos mismos legisladores del acuerdo que firmó su país con Irán en un tema mucho más delicado que el que firmamos nosotros?", se preguntaban en Gobierno. Nadie cree que la Presidenta pierda la oportunidad de mencionar esa contradicción durante el encuentro de Panamá.

Dos semanas después será el viaje a Rusia. Se habla de importantes acuerdos para obras de infraestructura, incluso una posible compra de armamentos. En el Gobierno no le dan mucha trascendencia. "La verdad es que con el actual precio del petróleo a Rusia no le va muy bien. Vamos a firmar acuerdos, sí, pero el viaje es más que nada un gesto para Estados Unidos", deslizaban.

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