La presencia del ministro de finanzas Luis Caputo en la Comisión Bicameral de Seguimiento de Deuda Pública tuvo la virtud esencial de haber ocurrido. Las defensas habituales de los funcionarios de Cambiemos se centran en la huida hacia adelante en la que se permitirán resolver los problemas nacionales y alejarnos de un pasado supuestamente horrendo que la mayoría no percibe. La toma de deuda desenfrenada en dos años y la existencia de funcionarios con activos en el exterior y sociedades off shore no del todo transparentadas es un patrimonio exclusivo del actual gobierno.
Nada puede computarse a la “herencia recibida” de los errores no forzados en que incurrió el ministro en su paso por el Congreso, rematados con la exteriorización de su machismo en el destrato con la diputada Gabriela Cerruti.
Caputo tuvo que brindar, también por escrito, copiosa información sobre el proceso de endeudamiento que ha sufrido la Argentina en este bienio y trastabilló en su intento de naturalizar la tenencia de sociedades off shore. Lo virtuoso es que se han acumulado pruebas documentales y testimonios públicos de una de las políticas medulares del actual gobierno y del comportamiento de su ejecutor estrella. Comentamos ya desde esta columna que es extremadamente opaco que el ministro de finanzas de la Nación tenga, o haya tenido en el pasado reciente, participación en sociedad que se dedican a la intermediación de títulos valores, cuando él, en su rol de funcionario, es el que decide la emisión de estos activos financieros. Es muy difícil pensar que él, que tiene acceso a información privilegiada por su rol en el Estado, no padezca incompatibilidades por su pertenencia estrecha a los agentes del mercado en los que él mismo interviene. Máxime si existen dudas fundadas acerca de si transparentó la totalidad de esos vínculos al momento de ingresar a la función pública.
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Pero el objeto de esta columna son las políticas públicas. El ministro Caputo pudo gambetear la política de deuda o el pago a buitres-holdouts tremendamente oneroso porque, en definitiva, el Congreso que lo estaba interpelando había votado las autorizaciones presupuestarias para tomar crédito y la ley que permitió el jugoso pago a los acreedores no ingresados a los canjes 2005/2010.
Sin embargo, es necesario precisar que el endeudamiento constituye un núcleo esencial de la política del gobierno nacional, no por el financiamiento del déficit fiscal, cosa que se continúa haciendo en pesos y con el volumen enorme de títulos emitidos por el BCRA (LeBac), sino porque es necesario dotar a la economía de los dólares suficientes para que los agentes económicos más poderosos puedan realizar sus ganancias y llevárselas. La deuda contraída por el Estado hace que los dólares queden en manos de unos pocos y la obligación de devolverlos se reparta entre todos los argentinos.
El ingreso de capitales de estos años más que duplicó el promedio del período 2012-2015, pero el principal factor de dicho flujo no lo constituyó la inversión sino las operaciones de crédito y los movimientos netos de corto plazo (capital especulativo): en 2016 fueron casi el 90% de los ingresos, mientras que en 2017 el 75%. Lo complejo de estos números es que el volumen de crédito contraído sirvió para financiar el desequilibrio que provoca la mala relación de Argentina con el mundo y que se expresa en un déficit de cuenta corriente creciente que absorbió el 40% de los recursos financieros externos en 2016 y casi el 33% en el 2017. El segundo destino de estos capitales lo constituye la denominada “formación de activos en el exterior”, o dicho más propiamente, el financiamiento de la fuga, que implicó el 25% en 2016 y el 39% en 2017. Las reservas internacionales sólo recibieron, en promedio, un 30% de los fondos ingresados en estos años.
Frente a una salida de dos tercios de los dólares ingresados al país de carácter financiero y al hecho de que más de las tres cuartas partes de los mismos se originan en operaciones de crédito y/o especulativas, se revela por qué el ministro Caputo es central para el gobierno. Su paso por la Comisión Bicameral reflejó el núcleo de sus políticas: intermediación financiera y sociedades off shore. Por ello, fue muy positiva la presencia de Caputo.