El sinceramiento de precios, de Martínez de Hoz a Cambiemos

15 de abril, 2018 | 06.00

Muchos hablamos de los tarifazos, pero ellos lo llaman “sinceramiento” de tarifas. En la construcción del sentido común, Cambiemos usa una vieja estrategia del neoliberalismo: utilizar palabras suaves, lindas y hasta inocentes para vestir un modelo económico que se basa en la destrucción de la industria argentina, la reducción de los salarios, el retiro del estado de la economía, y, en consecuencia, el aumento de la desigualdad. Gradualismo, libertad, mérito, sinceramiento de precios, palabras que conquistan la idea de que no hay ninguna lucha política, ni de poder, detrás de las medidas adoptadas por el Gobierno. Pareciera que simplemente gestionan recursos, como si esto no tuviera incidencia en la injusta distribución de recursos, en las dificultades de llegar a fin de mes, en el cierre de empresas.

Ya Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de Rafael Videla durante la dictadura cívico militar, acuñó el término de “política de sinceramiento de precios” que fue desde la eliminación de las retenciones impositivas a las exportaciones agrarias, hasta las desgravaciones fiscales y otras ventajas para las industrias. Sinceramiento de precios, antes y ahora, quiere decir abandonar por completo cualquier política de desarrollo y planificación económica para crecer, distribuir el ingreso, apuntalar sectores estratégicos, y generar empleo. En cambio, el sinceramiento permite que las reglas de los mercados internacionales regulen nuestros precios e impacten de lleno en la mesa de los argentinos y argentinas.

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Con el sinceramiento de precios de Cambiemos los sueldos bajaron y las tarifas de los servicios públicos aumentaron. En estos dos años, el poder adquisitivo de los salarios cayó un 6% (estimación del IET-UMET) y la electricidad subió 1490%, el gas natural 1297%, el agua 664%, los peajes 623%, el transporte público 105%, y la salud prepaga 88% (datos UNDAV). En la vida privada cuando una se sincera espera quitarse una angustia de encima, ser consciente de los límites para avanzar mejor, o resolver un conflicto. En la economía sincerarse simplemente quiere decir que el mercado sea quien decida los precios, sin considerar que el agua, la luz, el gas, la movilidad son elementos básicos de la vida, incluidos en el derecho a tener una vivienda digna y a poder acceder a la educación, al trabajo.

No deberíamos sorprendernos. El subte paso a ser gestionado por la Ciudad de Buenos Aires en el 2012, en ese momento el precio era de $1,10, pero los gobiernos de Macri y Larreta lo multiplicaron varias veces. En el 2018 el precio del subte llegará a $11, un 900% de aumento, y sin embargo se encuentra en terribles condiciones, poniendo en riesgo muchas veces la seguridad de los y las usuarias.

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Pobreza energética y cierre de pequeñas empresas es la consecuencia del sinceramiento de precios. Y es que el tarifazo no le pega de manera aislada a empresas o familias en una supuesta a economía pujante. Al contrario, es una arista más del modelo económico aperturista y desindustrializador que propone el gobierno de Mauricio Macri. Por tanto estamos enfrentando tarifas insólitas en momentos de caída de ventas para las empresas, y caída de ingresos para las familias.

Puede que el cuadro tarifario de 2015 tuviese que ser revisado, pero esa no es la discusión. Lo que es inadmisible es volver al sinceramiento de precios de la dictadura cívico militar y la privatización de los servicios que le siguió en los noventas, que solo implica justificar el cierre de empresas y comercios, y desligarse de la pobreza energética. Porque seamos claros, pagar los impuestos y los servicios es hoy una carga para muchas familias trabajadoras y, por tanto, es el reflejo de esta nueva ruptura de la clase media argentina.

En el Congreso, como en las legislaturas provinciales y municipales, los diputados del FpV-PJ-UnidadCiudadana exigien un congelamiento las tarifas para que vuelvan a precios de diciembre del 2017, que no pueda haber aumentos mayores al incremento salarial y que no se le pueda cortar el servicio a quienes no puedan pagarlo. Esta demanda es cada vez más grande, y la próxima semana diferentes centrales sindicales se movilizaran en las calles contra los tarifazos. Todos los esfuerzos para frenarlos serán importantes, pero es indispensable comprender que luchamos contra el sentido común instalado y que la verdadera discusión es sobre el modelo de país.

Si queremos que Argentina sea un país desarrollado con trabajo para los cuarenta millones de personas, no se puede ahogar el entramado industrial de las pequeñas y medianas empresas y erosionar el consumo interno. Sinceremos la discusión.