El regreso de las ollas populares, los merenderos y las copas de leche

02 de agosto, 2016 | 11.24
Durante el primer semestre, mientras el gobierno de Cambiemos realizaba una inédita transferencia de riquezas hacia los sectores más concentrados de la economía, decidimos recorrer la provincia de Córdoba. Necesitábamos ver y escuchar en primera persona los impactos reales de estas medidas. Córdoba se caracteriza por tener una variada actividad económica y por ser una de las provincias donde Macri gano cómodamente.

Desde un inicio el gobierno nacional demostró cómo y para quién gobierna, con acciones como la devaluación, la apertura ilimitada de importaciones y la eliminación de las retenciones a los agroexportadores y a la minería. En economía se puede tener diferentes criterios, pero la plata es una sola, la cual va para un lado o el otro, se distribuye o se concentra.

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Ante una situación de aumento de precios, aumento del costo de los servicios y con paritarias que cerraron por debajo de la inflación, la gente obligadamente empezó un "auto-ajuste" en su modo de vida. Esto deviene a un cambio negativo en el consumo, donde se "recortan" gastos secundarios, es decir los menos prioritarios. En nuestras visitas a los valles de Calamuchita y de Punilla, nos empezamos a encontrar con que las tasas de ocupación hotelera y los cubiertos, habían descendido notoriamente.

En el paso por Bell Ville, encontramos que la apertura de las importaciones había golpeado de lleno sobre la importante industria de fabricación de balones deportivos. Los encargados de las distintas empresas nos manifestaban la imposibilidad de competir contra los balones que comenzaron a entrar importados. Estas Pymes son vitales para el sostenimiento del trabajo, de manera directa e indirecta, en la región. Situaciones similares encontramos en otras localidades con industrias metalúrgicas, del plástico o de minerales.

En Córdoba Capital el importante polo industrial autopartista venía sorteando dificultades, pero en las últimas semanas se ejecutaron un gran número de despidos, y comenzaron las suspensiones y los turnos rotativos, que afectan a más de 4000 trabajadores.

La situación se tornó peor cuando el gobierno anunció la quita de los subsidios a la energía. Los tarifazos en la luz y el gas tocan de lleno el bolsillo de los trabajadores, pero también de muchas fábricas, clubes o centros culturales.

Los índices de desempleo también se alimentaron de los masivos despidos del Estado y la paralización del rubro de la construcción. Este modelo quiere dar señales al mundo de que en Argentina se pueden hacer inversiones con mano de obra barata, modelo en el que ganan unos pocos. Se establece como un ideal de sociedad el "individualismo" y la "meritocracia", se aleja del bien común, es lo que Francisco llama la "cultura del descarte".

Todo este marco de situación es grave, pero se torna perverso en los sectores en los que lo que está en juego es la comida. Se estima que por cada puesto de trabajo en blanco que se pierde, hay más de uno en negro. Los trabajadores de la economía popular, sin paritarias y con sus desventajas, son empujados cada vez más hacia la marginalidad.

Lejos de intentar corregir lo que podía estar mal, el macrismo prefiere desandar el camino directamente a la inversa. A pesar de las promesas, la situación no es esperanzadora. En los hechos vemos volver las ollas populares, los merenderos y las copas de leche.

Entendemos que nuestra tarea desde la oposición es contribuir en la defensa de los derechos que la sociedad ha conquistado, como también caminar hacia una democracia donde cada vez haya mayor participación popular. En este nuevo tablero del país no hay piezas de madera sino de carne y hueso. La dirigencia política debe ponerse al frente de las nuevas demandas sociales con responsabilidad, sensibilidad y compromiso.


*Diputado nacional por Peronismo para la Victoria