Existen encuestas realizadas a conciencia, metodológicamente impecables, y luego están las que se diseñan en función de los intereses de quien la encarga; el problema es que resulta difícil distinguir unas de otras. En la última semana conocimos sondeos que dan a Mauricio Macri cinco puntos arriba en un eventual ballotage contra Alberto Fernández y otros que marcan una diferencia de quince por ciento a favor de la fórmula opositora en primera vuelta. Desconocemos cuál de las dos se aproxima más a la realidad, pero lo cierto es que en la Casa Rosada las cosas no lucen como si el presidente se perfilara como favorito a la reelección. En sus últimas apariciones públicas, Marcos Peña definitivamente no tiene cara de cinco puntos arriba.
A dos semanas del cierre de listas, Macri puede celebrar al menos una buena noticia: las especulaciones alrededor de quién lo acompañará en la fórmula desplazaron, por unos días, de los titulares, a las especulaciones acerca de su propia candidatura. Aunque las reservas caen en picada y el riesgo país está por las nubes, el dólar relativamente quieto le dio un poco de paz. El radicalismo insiste en elegir al vice, el Presidente quiere que le propongan una terna y tener la última palabra. Ernesto Sanz, el único nombre que dejaría satisfechos a hijos y entenados, se resiste a asumir un rol protagónico. No lo hizo cuando el futuro era macrista, difícilmente acepte en esta hora de incertidumbres. Sin otros nombres fuertes a mano, la lista de postulantes tomó en las últimas horas ribetes sumamente creativos.
La UCR se guarda una carta bajo la manga: forzar una interna, que el PRO tendría pocas herramientas para evitar. Para eso necesitarían un guiño de Martín Lousteau, el único candidato competitivo que puede exhibir el partido centenario. Por ahora no llega. Quizás los resultados de las elecciones de esta tarde motiven decisiones en la semana entrante. En Jujuy, Gerardo Morales se apresta a darle el primer triunfo del año a Cambiemos. Que lo haga con colores locales y sin rastro de dirigentes nacionales en la campaña ya no sorprende. En Mendoza, el delfín de Alfredo Cornejo, Rodolfo Suárez, probablemente le propine una derrota al macrista Omar de Marchi en las PASO. Todo lo que no haya acordado el gobierno con los radicales hasta ahora, desde mañana le costará más caro.
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A esta altura del partido, Peña parece más ocupado en conseguir que bajen sus candidaturas Roberto Lavagna, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión , tres postulantes marginales cuyos votos se restan, casi completamente, de la pila del oficialismo, que en sumar apoyos a Cambiemos, tal como se comprometió con los radicales el martes. Hay algunas negociaciones tibias con el peronismo marginal, que dificilmente conduzcan a algún lado. El gobierno tiene poco para ofrecer, aunque a decir verdad Miguel Ángel Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti también tienen poco para dar. Ayer, uno de los diputados más cercanos al gobernador salteño, Javier David, anunció su apoyo a la fórmula Fernández & Fernández.
Fue el primer anuncio de un movimiento tectónico en los bloques parlamentarios, que en estas circunstancias resulta inevitable. El resultado final se verá a partir de diciembre, pero, independientemente del resultado de las elecciones presidenciales, resulta evidente que el peronismo entró en una etapa centrípeta. En el Senado, la bancada de Pichetto sólo existe en los papeles, y por inercia. En la cámara de Diputados habrá confluencia entre el FpV/PJ conducido por Agustín Rossi, la escisión en la que participan el Movimiento Evita con Felipe Solá y Victoria Donda, más buena parte del sector Renovador y legisladores del bloque de los gobernadores. Estos movimientos tendrán réplica en las legislaturas provinciales, cambiando todos los mapas políticos del país. Atención a lo que pase en Córdoba.
Urtubey todavía alberga la esperanza de un acuerdo para ir a internas con Roberto Lavagna, que por su parte sólo lo acepta como compañero de fórmula. Es posible que el gobernador tenga que resignarse a competir por una banca en el Senado para apoyar a su delfín y mantener el control de Salta, ahora en riesgo ante una eventual alianza entre David y el candidato del kirchnerismo, Sergio Leavy. Sería el final definitivo del breve experimento político conocido como Alternativa Federal. Pichetto, su factótum, sólo puede aspirar a un acuerdo con Cambiemos para intentar renovar su banca otros seis años. Un pacto entre Alberto Fernández y Alberto Weretilnek para que el gobernador sea candidato a la cámara alta en una colectora del Frente Patriótico podría poner fin a la larga trayectoria de Pichetto.
La postergada decisión de Sergio Massa de conformar una “nueva coalición opositora” terminó de sellar el escenario macro de cara a octubre. Fue una jugada cara para el tigrense, cuyos costos y ganancias sólo podremos evaluar en el largo plazo. Después de tensar las negociaciones hasta último momento, se quedó sin margen: lo empujaron a acordar sus bases en la provincia de Buenos Aires, que necesitaban un acuerdo para no poner en riesgo municipios y bancas, Perderá, en el camino, algunos aliados, pero es algo a lo que el ex jefe de Gabinete está acostumbrado. Es una incógnita, en este contexto, el futuro de una jugadora clave, Graciela Camaño. Seguramente le harán un ofrecimiento generoso para que se pliegue al flamante armado. Por ahora, ella asegura que no aceptará.
De ahora hasta el miércoles continuarán las negociaciones por la letra chica. El Frente Renovador recibiría tres lugares entrables en la lista para diputados nacionales y uno en el borde. El peronismo apoyará en los municipios que hoy gobiernan renovadores, y viceversa; en los que están en manos de Cambiemos habrá internas, con acuerdo de cúpulas para que no se salgan del cauce. Hay tres asuntos por resolver todavía. El primero es la composición de las listas a la legislatura provincial. El segundo es qué pasará en Tigre: el peronismo le prometió apoyo al intendente Julio Zamora, massista hasta hace dos semanas; Massa quiere ese lugar para su mujer, Malena Galmarini. Uno de los dos saldrá por arriba, hacia una banca en el Congreso. El tercer punto es qué rol ocupará él mismo.
En su entorno aseguran que se tomará hasta el martes, por lo menos, para definirse. Pero ayer ya le avisó a algunas personas con las que mantiene frecuentes intercambios de whatsapp que competirá en una interna contra los Fernández. Desde el viernes, en sus oficinas, se comenzaron a cargar los avales necesarios para inscribir su precandidatura. Dos días antes, estuvo reunido varias horas con el banquero Jorge Brito y el titular del Grupo América, Daniel Vila, quienes históricamente cimentaron sus aventuras electorales. En su nombre, algunos emisarios tantearon a gobernadores para saber si podrían contar con su apoyo en las PASO: confían en poder encolumnar al menos una docena, incluyendo a Schiaretti.
Antes de confirmar su decisión, Massa quiere un compromiso político del resto de los espacios que conforman el Frente Patriótico. En público, propuso once puntos de acuerdo. En privado, quiere asegurarse que el futuro gobierno no tome decisiones drásticas, sobre todo en materia económica, sin consultarlo. No quiere que le pase, en pocas palabras, lo mismo que pasó en Cambiemos con los radicales. Por estas horas terminan de negociarse los términos de ese acuerdo marco, que podrían anunciar, en forma conjunta, representantes del PJ, del Instituto Patria y el propio precandidato del Frente Renovador. Quedaría, entonces, un solo punto pendiente: el reencuentro del ex jefe de Gabinete con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Pero eso quedará para más adelante.