Por Paulo Kablan
Especial para El Destape
Se puede decir cualquier cosa de Gastón Aguirre, el famoso "motochorro de la Boca", menos que no es un tipo con suerte. En los últimos meses, el hombre, que tiene varios antecedentes, no se ha privado de nada: desde el célebre intento de asalto a un turista canadiense que lo filmó, hasta querer traficar medio ladrillo de marihuana, pasando por enfrentar a palazos a la Policía en medio de una protesta por un crimen. Y pese a todo, el motoquero está libre, en la casa.
La Cámara le otorgó hoy la libertad a Aguirre al considerar que siempre estuvo a derecho, que no hay riesgo de fuga y que la condena anterior que registra el imputado ya está cumplida. O sea, salió y, mientras no se mande otra macana, no volverá a pisar el Complejo Carcelario de Ezeiza, donde estuvo encerrado en las últimas semanas.
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En la causa por el intento de robo, la Cámara confirmó el procesamiento de Aguirre por el delito de "tentativa de robo agravado por el uso de arma cuya aptitud para el disparo no pudo ser acreditada", por lo que quedó en condiciones de ser enviado a juicio oral, aunque libre porque "no existe riesgo".
Además, la Justicia Correccional de Lomas de Zamora realizó el 4 de diciembre pasado un juicio abreviado por tenencia ilegal simple de estupefacientes en el que Aguirre fue condenado a dos meses de prisión de cumplimiento efectivo. Pero como Aguirre ya había pasado los dos meses en prisión se le dio la pena por cumplida.
Las juezas de la Cámara Penal de la Capital Federal, María Garrigós de Rébori y Mirta López González destacaron que "la escala penal legalmente prevista para el delito que, al menos de momento se le atribuye, permitiría hacer lugar a la solicitud de libertad". Además la condena que recibió Aguirre en octubre de 2002 a ocho años de prisión "se encuentra cumplida" por lo que eso no resulta un obstáculo por sí mismo para denegarle su excarcelación".
Pero, ¿no son fallos que, más allá de la corrección en la aplicación de la norma, se alejan de la necesidad de la sociedad? No hay dudas que Aguirre intentó asaltar con un arma en la mano a un turista, ni que anduvo intentando comercializar unos gramos de marihuana. Lo que resulta, al menos injusto para gran parte de la sociedad, es que un hombre que comete todo tipo de fechorías, aunque menores, sigue teniendo todos los beneficios de la Ley.
¿Y si la próxima vez es porque se disparó el arma que llevaba y mató a un inocente? ¿De quién será la responsabilidad en ese caso?