Mauricio Macri dejó una trampa y el gobierno cayó en ella. Volver a cargar con un IVA del 21 por ciento a los alimentos de mayor consumo del país golpeará los bolsillos de la clase media baja y baja, que hoy gastan, en promedio, la mitad de sus ingresos en alimentarse.
El gobierno llegó a un acuerdo con fabricantes y supermercados para que el traslado a precios sea menor, pero ese pacto es precario. Las razones son varias.
*El jueves y viernes los principales fabricantes de alimentos enviaron a los mayoristas listas de precios iguales a las de 2019, pero eliminando fuertes descuentos. Así el precio final termina teniendo incrementos que llegan al 21 por ciento.
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*El acuerdo sólo incluyó a los supermercados, que comercializan el 30 por ciento de la venta de esos alimentos. El otro 70 por ciento lo venden 150 mil almacenes y autoservicios en todo el país. Los productos llegan a ellos por intermedio de mayoristas, que ya comenzaron a subir sus precios. El Destape habló con dos de los más grandes mayoristas del país, que concuerdan en que, dado los escasos márgenes de ganancias que se manejan en esos productos esenciales, les es imposible absorber el IVA.
* Aunque el listado de productos es reducido, representa el 40 por ciento de la facturación de los comercios minoristas. Este dato da una idea de lo que significa en el presupuesto alimentario de una familia. De hecho, la leche, la yerba, el azúcar y el aceite son los cuatro alimentos de mayor consumo en el país.
* La devolución del IVA de hasta 700 pesos no se da en las ventas en efectivo, que son la mayoría. A los que compran de manera bancarizada sólo les cubre compras de hasta 3500 pesos.
Es entendible la preocupación del Gobierno por recuperar esa recaudación, tanto por la búsqueda de un menor déficit fiscal como por la necesidad de devolverle ese dinero que les estaba faltando a las provincias. El tema es si no es mayor el daño que el beneficio. Por otro lado, golpea justo en el sector que Alberto está intentando ayudar: los que menos tienen.
El peligro está en que esta medida le reste fuerza a los incentivos que implementó el gobierno para encender la economía.
Habiendo tantos bienes y servicios para gravar, hacerlo en los alimentos esenciales no suena eficaz, aún si fueron desgravados hace poco tiempo.
Queda flotando la posibilidad de haber ido a buscar esos fondos en los sectores privilegiados por el gobierno anterior. La transferencia de recursos hacia las energéticas, los bancos y el sector agropecuario fue tan fenomenal que perfectamente amerita algún gravamen extraordinario, aunque sea por unos meses, que apuntale las cuentas públicas. El incremento en retenciones fue menor.
Lo más probable es que el aumento a cuenta de 4000 pesos para los trabajadores llegue sólo a los que están en blanco. En realidad, el aumento de bolsillo será apenas de 3320 pesos. Y sólo representará un incremento relevante para los que pertenecen a sectores como textil, calzado y otros que tienen bajos sueldos, pero que quizá ni siquiera puedan implementarlo. Así, el impacto económico negativo de la suba del IVA a alimentos indispensables puede ser mayor que el impulso positivo del aumento salarial.
El desastre que dejó Macri es tan grande que cada medida debe ser tratada con profundidad. En este caso se podía haber pedido mayores aumentos a las empresas más grandes y a los sectores ganadores del modelo y también se hubiesen podido implementar mayores ayudas a las pequeñas empresas que no puedan cumplir con el decreto oficial. Sólo se las exceptuó de los aportes en salud.
El gobierno trabaja moviéndose en un estrecho desfiladero y cerca del precipicio. Necesita ayudar a los que están en situación desesperante, encender la economía y no caer en default en el intento. Lo viene haciendo con habilidad y una vocación progresista innegable. En los casos del IVA y del incremento de salarios puede haber dado un mal paso.