Por Rogelio Frigerio
Presidente del Banco Ciudad
Especial para El Destape
Ya metidos en el clima electoral, se nos consulta a menudo sobre cómo resolvería el PRO los distintos problemas económicos del país. Ninguna solución parcial tiene sentido sin un plan integral, sin un equipo confiable, sin una vuelta a la normalidad. Cuando nos hagamos cargo del gobierno, la economía del país va a volver a ser moderna, abierta, orientada a los sectores productivos, a las PyMes, y centrada en la inclusión social.
Tenemos que terminar con la exclusión a través del trabajo. Y eso significa, además de asegurar el sostén de las familias, permitir que todos los argentinos participen en la mejora de las condiciones del país. Dejar de ser una fábrica de pobres. Es posible que para la transición necesitemos dar más planes sociales y no menos, pero en el largo plazo esperamos que los argentinos puedan salir de los planes de la mejor manera, trabajando.
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No hay que minimizar el rol del estado en la economía. Desde el estado se puede hacer mucho para fomentar la actividad económica. Primero habrá que sacarle el pie del Gobierno de encima de la cabeza de la economía. Pero con eso no alcanza. El Estado va a determinar las reglas de juego, penalizar al que no las cumple y apoyar con incentivos adecuados todo aquello que mejore la situación de los argentinos, siempre con la ley en la mano. Hay que terminar con los funcionarios todopoderosos que desde su discrecionalidad deciden vida y destino de empresas, trabajadores y esperanzas.
También desde el Estado hay que proveer la infraestructura necesaria para la actividad económica. Para aumentar la producción se necesitan más y mejores puertos, rutas, ferrocarriles, energía. El empujón inicial de inversión, para un país que incumplió todo tipo de contratos durante la última década, tiene que venir del Estado, para que después se sumen los privados.
La normalización de la economía, implica bajar la inflación, eliminar el cepo cambiario, terminar el problema del default de la deuda, bajar la presión impositiva a los que trabajan y producen, volver a los mercados internacionales, reabrir el comercio internacional. Es obvio que no se puede hacer todo el primer día, pero la agenda tiene que ser bien exigente.
Donde vamos a apuntar todos los cañones es a dar condiciones para que se desarrollen las actividades con potencial, con capacidad de dar empleo, con ventajas comparativas. La Argentina tiene sectores muy diversos en condiciones de competir ya: agroalimentos, minería, petróleo y gas, software, audio y video y otras industrias creativas, son algunos de los más evidentes, pero hay más.
Tenemos en nuestro ADN el desarrollo de las PyMes y de las economías regionales. Todas las regiones del país tienen sectores pujantes que merecen ser apuntalados. Pensamos, como estamos haciendo en la Ciudad de Buenos Aires, en polos industriales específicos para cada región. La promoción industrial hay que redefinirla, para que en cada región se promocionen las actividades para las que haya ventajas comparativas y gente con capacidades. El país necesita una descentralización inteligente. Los polos productivos por región tienen que tener la infraestructura adecuada, los incentivos impositivos y el crédito necesarios para que las empresas se desarrollen.
Lamentablemente este gobierno nos dejará una economía deprimida, con pobreza y varios desequilibrios. El trabajo que nos va a quedar por delante no es nada sencillo, pero Argentina tiene tantas riquezas y capacidad en su gente, que no nos podemos permitir seguir perdiendo oportunidades. Por eso tenemos equipos y planes para cada área de gobierno y –sobre todo- nos sobran ganas de trabajar y de dar ese salto de calidad que nos falta para convertir a nuestro país en un actor relevante de la economía mundial. Pero lo más importante es que no nos creemos dueños de la verdad absoluta. Nos gusta compartir, discutir, conversar y pedir ayuda a todos los espacios y sectores que quieran de verdad mejorar la vida de todos los argentinos. Y en eso también estamos trabajando.