El FMI no es el fin, sino el medio

10 de junio, 2018 | 06.00

El gobierno de Mauricio Macri ha concretado esta semana el tan mentado acuerdo con el equipo técnico del Fondo Monetario Internacional (FMI), sobre las condiciones de un préstamo Stand-By (SBA, por sus siglas en inglés) de 50.000 millones de dólares a desembolsar en tres años. Acuerdo que todavía debe ser sometido a discusión por parte del directorio del organismo, donde se toman las decisiones políticas, motivo por el cual el presidente Mauricio Macri se acercó a la cumbre del G7.

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Este acuerdo fue catalogado de excepcional en términos de cantidades y, sin embargo, el “humor” de los mercados no parece cambiar. Las presiones devaluatorias tuvieron un capítulo más el último viernes ¿Por qué? Porque el FMI no garantiza en sí que Argentina vuelva al crecimiento económico, sino que es simplemente el medio por el cual el Gobierno busca mantener un modelo económico que necesita del endeudamiento externo.

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Desde que ingresó al FMI en 1956, la Argentina obtuvo 20 acuerdos con el organismo multilateral, y siempre han ido orientados a enfrentar dos problemas: el déficit fiscal y la inflación. Desde la lógica de la economía neoclásica, que el Estado gaste más de lo que ingresa genera un efecto expulsión de la inversión privada por un lado y, por el otro, el financiamiento de este déficit a través de la emisión monetaria genera inflación. Es en este sentido fundamental achicar el Estado para que el mercado funcione: reformar el sistema previsional, reducir el empleo público, ajustar la inversión pública y el gasto estatal en bienes y servicios, mayor focalización de la protección social y privatizar empresas públicas, son algunas de las recomendaciones.

Evidentemente, este razonamiento niega una parte importante de la biblioteca económica, de raíz keynesiana, que deja a los policy makers (a los decisores) en una suerte de bloqueo ideológico que no les permite ver los verdaderos problemas de la economía. Reina el "no hay alternativa", y lleva a la sociedad a discutir cuál es la mejor forma de reducir el déficit (ajustando por tarifas o recortando jubilaciones), sin ir al centro del problema.

Ahora bien, sin pretender entrar aquí en grandes debates teóricos, dos preguntas emergen aquí: ¿cuáles son las causas del déficit fiscal? Y, ¿permitirá el esfuerzo fiscal llevar a nuestro país al crecimiento económico?

La primera pregunta nos lleva al centro del problema. El modelo de Cambiemos se basó en la desregulación económica que conllevó tres medidas: la quita de retenciones, baja de impuestos a las grandes riquezas y condonación de la deuda a grandes grupos económicos; apertura comercial y crecimiento de las importaciones; y desregulación del mercado de capitales. Las dos ultimas políticas llevaron a la Argentina a récords históricos del déficit por cuenta corriente, es decir, un grave desequilibrio en el frente externo que se financia gracias al endeudamiento del país. Pero el endeudamiento para poder dar dólares a quienes quieran llevárselos conlleva el pago de intereses de deuda a corto plazo. O sea, el déficit fiscal esta altamente relacionado con el déficit externo e impedir al gobierno que ingrese mayores recursos.

En otras palabras, un aspecto clave a considerar más que el déficit fiscal es qué sucede con el déficit en cuenta corriente, porque si la demanda de dólares continua siendo mucho más elevada que la oferta (porque con las exportaciones no generamos los dólares genuinos suficientes), entonces vamos a continuar teniendo una necesidad de financiamiento externo. El equipo económico del gobierno, reconoce que va a continuar existiendo esta demanda, pero estiman que hasta las elecciones del 2019 será suficiente con el préstamo del FMI. Ahora, estas estimaciones se supone que se basan en la fuerte caída de las importaciones y del consumo interno gracias a la devaluación, pero de ninguna manera se esta hablando de generar mayor capacidad para aumentar nuestras exportaciones.

Esto nos permite pasar a la segunda pregunta. El crecimiento económico debería ser la principal preocupación del gobierno, sin embargo todo los indicadores son negativos. Morgan Stanley aseguró que Argentina entrará en una recesión económica el segundo y tercer trimestre, haciendo caer las proyecciones de crecimiento del 2,3% del PBI al 0,8%. Mientras que el Grupo Goldman Sachs estima que en este año el peso sufra una nueva devaluación del 13%, lo que nos dejaría con un dólar entre 28 y 29 pesos. Sabiendo que las devaluaciones se traducen a mayor inflación, devaluación de los salarios y por tanto estanflación (recesión con inflación), las expectativas no son muy positivas. Y eso que todavía no somos conscientes de las consecuencias de la ultima devaluación acumulada del 25%, que nos dejó con una pérdida de 11.000 millones de dólares de reservas y una tasa de interés del 40%.

El crecimiento parece no ser la prioridad de Macri. O mejor dicho, pretenden quizás en el 2019, año electoral, volver a vender brotes verdes. Pero esta visión cortoplacista, agranda una burbuja de deuda externa, endeudamiento para financiar la fuga de capitales y un modelo económico que no es sustentable. No abordar el verdadero problema de la Argentina (el frente externo), solo le permite a Cambiemos comprar tiempo con el FMI.