El FMI dio luz verde para la cuarta transferencia al Gobierno de Mauricio Macri. Si bien le entregará los billetes para que financie la continua fuga de capitales y calme una eventual corrida cambiaria, le exigió que acentúe el recorte fiscal.
El personal técnico habilitó el envío de U$S 10.870 millones y se descuenta la aprobación del directorio de la entidad. El primer aval lo entregó la misión del Fondo, encabezada por Roberto Cardarelli, tras revisar las cifras oficiales en su visita a Argentina y que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, viaje a Estados Unidos a pedirlo personalmente.
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El Fondo elogió que Dujovne cumpla con su objetivo de déficit primario de 2018. Para los economistas neoliberales, el ministro “demostró determinación en la eliminación de la vulnerabilidad asociada con el desequilibrio fiscal de Argentina. Lograr un déficit primario cero en 2019 requerirá una mayor restricción en el gasto gubernamental”.
Para esto, el organismo multilateral de crédito apoyó formalmente el plan del Gobierno para realizar subastas de divisas diarias para financiar gastos corrientes por U$S 60 millones desde mediados de abril, hasta totalizar los U$S 9,600 millones. En la medida en que la moneda esté más apreciada que la zona de no intervención del Banco Central, las ventas la realizará el Tesoro directamente a la autoridad monetaria.
Con esto, el Ejecutivo le garnatizará billetes a los bancos comerciales para fondear la salida de divisas. En los primeros tres años del PRO en la Casa Rosada se fueron del país más de U$S 63.000 millones, producto de la política de endeudamiento y de eliminar las más mínimas restricciones para girar dólares a guaridas fiscales o comprar verdes.
La medida tampoco servirá para calmar una eventual corrida cambiaria, ya que carece de poder de fuego operar con sólo U$S 60 millones en un mercado que transa U$S 1.000 millones por día. Más cuando las grandes cerealeras pretende un tipo de cambio más elevado para liquidar el grueso de la cosecha, que tendrán disponibles en las próximas semanas. Los años electorales suman inestabilidad en el mercado cambiario, por lo que ya se prevén presiones devaluadoras en la moneda.
El Central de Guido Sandleris tampoco pudo controlar la inflación, su segundo objetivo, sino que por el contrario, la aumentó. En febrero los precios generales subieron 3,8%, lo que llevó la variación interanual a más del 51%, un récord desde la crisis de 2001.