El actual Gobierno es el comienzo de la quinta experiencia peronista después de la década de Perón (1946-1955), el retorno (1973-1976), la década de reformas de mercado con Menem (1989-1999) y la década larga de Néstor y Cristina (2003-2015).
La experiencia de Menem y las presidencias de Néstor y Cristina estuvieron signadas por componentes comunes: la pre-existencia de una gran crisis y el modo de resolución de la misma como determinante del rumbo del gobierno.
Menem gobernó al final de la guerra fría con el mundo unipolar y asumió con la hiperinflación de 1989; Néstor llegó al gobierno en el mundo multipolar emergente del atentado a las Torres Gemelas y la enorme crisis de la Convertibilidad, ambos ocurridos en el 2001. Las dos administraciones afrontaron reestructuraciones de la deuda pública en default y la aplicación de mecanismos de estabilización de las variables económicas desmadradas por la crisis. El Plan Brady permitió reestructurar la deuda en cesación de pagos desde 1988 y las privatizaciones aportaron los recursos para el pago, a la vez que el anclaje del dólar al nivel de reservas internacionales a una paridad 1-1 -la Convertibilidad- ordenó los precios. Los canjes de deuda defaulteada en el 2001, producidos con una enorme quita en el 2005/2010, facilitaron el pago de los servicios resultantes con la recaudación de los derechos de exportación, al tiempo que los superávits externo y fiscal sostenidos hasta el 2012 obraron como estabilizadores económicos facilitando la expansión de la actividad.
En suma, reestructuración de deuda y mecanismo de estabilización de variables, uno subordinado al esquema dominante y otro autónomo, actuaron como soportes de gobiernos de larga duración
El actual gobierno, la quinta experiencia peronista, ha iniciado su camino procurando reestablecer el equilibrio de las cuentas públicas en forma compatible con la expansión del nivel de actividad. La recientemente sancionada Ley de Solidaridad Social apunta precisamente a recuperar el rol del Estado como redistribuidor social y a la vez a sanear el déficit, habida cuenta que como lo señaló el Ministro Guzmán las fuentes de financiamiento son escasas
El conjunto de medidas tributarias progresivas que involucran gravámenes a las grandes fortunas y al consumo suntuario, así como la actualización de los derechos de exportación sobre la producción primaria plantean allegar recursos sin afectar la actividad. Por otra parte, la reasignación de partidas presupuestarias en dirección a un shock de consumo de los sectores más vulnerables implica el esfuerzo de compatibilizar reactivación económica y equilibrio fiscal
El primer año de vigencia de la Asignación Universal por hijo, el 2010, la inversión social fue del 0,8% del PBI y el impacto multiplicador en el PBI fue el 1,8% por aumento del consumo. Es decir que la focalización de recursos en consumos postergados provoca un crecimiento del nivel de actividad que duplica los fondos invertidos.
Es de esperar que ahora esta cifra se repita y apalanque un crecimiento general de la actividad que se traducirá en una mayor recaudación de los dos tributos atados al ciclo económico: Impuesto al Valor Agregado (IVA) e Impuesto a las Ganancias. Si el coeficiente de suba de la recaudación es mayor que el de erogaciones, con sus partidas de inversión social focalizadas en los más vulnerables, se habrá logrado el ansiado círculo virtuoso de equilibrio fiscal con expansión económica.
Este es el puntapié inicial del Gobierno en procura de afirmar la recuperación del nivel de actividad con un horizonte de estabilidad de variables nacida del equilibrio macroeconómico. Inicialmente el de las cuentas públicas, el segundo paso será la búsqueda de orden en el sector externo. Para ello es necesario iniciar la renegociación de la deuda contraída durante el gobierno de Macri.
El recorrido transita por un desfiladero estrecho, pero sin duda orden fiscal y externo con crecimiento económico y justicia social son posibles. El actual Gobierno reproduce escenarios históricos del peronismo a la hora de gobernar y superar las crisis que hereda, pero al igual que en el pasado, lo hace con su propia impronta.