El debate por la libertad a los presos del lawfare

10 de febrero, 2020 | 17.09

En el interior del Frente de Todos se está llevando a cabo un debate atravesado por dos ejes centrales. Uno de ellos es si Milagro Sala, Amado Boudou, Luis D´Elia, Julio De Vido, etc. son o no presos políticos; algunos sostienen que en realidad se trata de “políticos presos” y otros, como el Presidente Alberto Fernández, hablan de “detenciones arbitrarias”. 

Más allá del juego de palabras, todas las posturas coinciden en que son presos del lawfare o de la guerra jurídica que, junto con las fake news, fueron operaciones que utilizó el neoliberalismo para perseguir a líderes políticos y funcionarios de la oposición, imponerse y ganar las elecciones en el 2015.

Se debate también en el Frente de Todos si es pertinente o contraproducente para la recuperación democrática que el pueblo demande la libertad de esos presos. Las posiciones difieren entre reclamar y presionar a la Corte Suprema para que los liberen o silenciar y esperar el tiempo “natural” de las instituciones, en este caso el poder judicial. Esta última postura afirma que se debe tener paciencia, que el reclamo en este momento no es conveniente porque podría perturbar al recién iniciado gobierno de Alberto Fernández, ocupado con otras prioridades tales como el endeudamiento o las urgencias alimentarias y sanitarias que dejó el macrismo.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Es necesario separar la paja del trigo. Las demandas populares expresan pedidos y afectos que no conviene desestimar ni concebir como obstáculos para la democracia.

El verdadero obstáculo y peligro para la democracia es el neoliberalismo cuyo poder corporativo, a pesar del cambio político, aún se encuentra vivito y coleando ordenando la cultura, por lo que gran parte de la subjetividad continúa actuando los ideales neoliberales. Por ejemplo, peligro constituye el rechazo de la política, el triunfo de la empresa y la administración como organizadores de lo social. La cultura tomada por una idiotez generalizada sin pensamiento crítico, que continúa repitiendo frases banales en las que las categorías de verdad y realidad no tienen la menor importancia. 

El gobierno de Alberto y Cristina propone, junto con el cambio de modelo político y económico, un nuevo pacto social caracterizado por la ética y la solidaridad priorizando a los más vulnerables. La orientación del flamante gobierno supone un verdadero desafío, porque coexiste con la concentración económica y comunicacional neoliberal y sus variadas expresiones totalitarias, como el periodismo de guerra, el odio y las fake news. 

Bienvenido el debate. Fortalecer la democracia implica restituir los debates libres y horizontales, como el que se está dando entre la dirigencia y las bases del Frente para Todos respecto a los presos del lawfare, por lo que no hay que esconderlo, silenciarlo ni autocensurarse en nombre de una verticalidad inexistente en estos asuntos.

El debate es un signo de funcionamiento democrático y, aceptando la premisa de que nadie es el dueño de la verdad, se opone a todo dogmatismo. Ir en contra de las prácticas neoliberales de imposición y manipulación de la subjetividad, es dar lugar a estos espacios de discusión y desacuerdo. Este ejercicio implica un giro saludable a favor de la debilitada democracia y de las patologías sociales que dejó la gestión de Cambiemos

Recuperar la democracia es revalorizar la palabra con sentido capaz de producir verdades colectivamente, sabiendo que son parciales y provisorias, nunca totales ni para siempre. La práctica democrática consiste en contrastar ideas permitiendo la emergencia de una racionalidad colectiva, donde la ética de la responsabilidad y el cuidado de las consecuencias tiene lugar.

Tener paciencia no significa ser pasivo, obediente o ponerse una mordaza de autocensura. La prudencia es un cálculo político necesario pero no debe producir inhibición de la palabra, el cuerpo o las pasiones. 

En contraposición a los afectos neoliberales como la depresión, la angustia y la culpa, se estimula y no se juzga la alegría militante, que no es sinónimo de felicidad neoliberal sino del entusiasmo kantiano por participar de un cambio de época, un  proyecto nacional, popular y feminista atravesado por lo común y la solidaridad que afirma Nunca más neoliberalismo.

El fortalecimiento del gobierno requiere de la acción política, incluye los cuerpos, un intercambio permanente de razones y la movilización de afectos en una dirección democrática. Este anudamiento de cuerpos, razones y afectos será la materialidad de una voluntad colectiva capaz de desafiar y triunfar definitivamente sobre la cultura neoliberal.

*Nora Merlin es psicoanalista, Magister en Ciencias Políticas, autora de Mentir y colonizar. Obediencia inconsciente y subjetividad neoliberal.