“Pobreza cero” nunca formó parte de las prioridades reales de Mauricio Macri. Todas las decisiones que tomó desde que desembarcó en la Casa Rosada encaminaron a un deterioro en las condiciones socio-económicas. Las dudas de los crédulas terminaron de disiparse con el récord de 33,6% de pobres para toda la década que registró la UCA en 2018.
En las primeras semanas de gobierno, el PRO eliminó las retenciones de las mineras y redujo las del campo (para algunos cultivos esto implicó su desaparición), quita de impuestos a las importaciones de autos de lujo, levantamiento del cepo cambiario y recorte paulatino de los subsidios a los servicios públicos. Estas medidas no apuntaron a una disminución de la pobreza sino, por el contrario, a disparar la inflación y el consiguiente encarecimiento del poder adquisitivo. El corolario: 13.600.000 personas no consiguen los recursos para cubrir sus necesidades básicas, de acuerdo al estudio del Observatorio de la Deuda Social de la universidad privada. De este grupo, hay 2.470.000 con ingresos por debajo de la canasta básica alimentaria. La cantidad de indigentes se incrementó en 161.500 en un año.
Las carencias golpean con mayor vigor a los menores, al punto de que la pobreza entre ellos se incrementó 7,7 puntos y hoy afecta al 51,7%. Con esto, suman 6.255.000 niños que viven en hogares pobres.
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La UCA no cuenta con la estructura para medir la pobreza e indigencia, a diferencia del INDEC, por lo que sus estimaciones deberían tomarse como meros indicadores. De hecho, cuando la casa de altos estudios arancelada había proyectado una pobreza del 29% en 2015, las consultoras económicas heterodoxas consideraban un número muy inferior: el Centro de Investigación y Formación (CIFRA) evaluó que afectaba al 20% de las personas y el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO) que sólo al 16%.
No obstante, la aproximación de la UCA demuestra una tendencia predecible desde 2015. Tomar políticas que empeoran el poder de compra de la población y se le pone techo a las paritarias forma parte del camino opuesto al que debe tomarse para reducir la pobreza. Su incremento no puede, entonces, caer como sorpresa para el PRO, sino como el resultado esperado de todas las decisiones tomadas en pos de concentrar la riqueza en los sectores agrario, financiero y energético.