El resultado de las elecciones del próximo domingo en Argentina es visto como un dato político fundamental para los oficialismos como para las oposiciones en todos los países de la región.
Como nunca antes, tanto los presidentes como los líderes opositores expresaron su favoritismo por Daniel Scioli o por Mauricio Macri, mostrando una clara división ideológica en todos los sistemas políticos de los países de América del Sur.
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Al repasar la agenda de los últimos meses y semanas, nos encontramos con que el ex presidente Lula Da Silva aterrizó en la Argentina y acompañó a Daniel Scioli a un acto proselitista en José C. Paz, en el conurbano profundo.
En el caso de Brasil, las alertas también parecen bien fundadas: el candidato opositor que perdió frente a Dilma Rousseff, Aécio Neves, declaró abiertamente su apoyo a Macri para la segunda vuelta, con un objetivo concreto: "quiero verlo presidente para ayudar a América latina a librarse del bolivarianismo".
En un contexto donde Neves, junto a otros dirigentes opositores y los principales medios de comunicación, sostienen una pulseada contra el gobierno de PT, al punto de coquetear con la posibilidad de un juicio político en el Congreso, el resultado electoral argentino puede terminar de envalentonar, o no ese asedio contra Dilma.
Algo parecido sucede en Bolivia. El presidente Evo Morales expresó reiteradamente su apoyo a scioli y sumó a actos en La Plata y hasta jugó un picadito en La Ñata. El presidente indígena fue enfático al decir que su país no sería lo mismo contar con un aliado o con un gobierno hostil.
En esa evaluación no parece menor el estrecho vínculo que tiene Mauricio Macri con el principal opositor a Evo Morales, Jorge "tuto" Quiroga. Este político boliviano que en su momento acompañó al ex dictador Hugo Banzer y que el año pasado salió tercero en las elecciones presidenciales, declaró sin pelos en la lengua que "a fines de 2015 Sudamérica cambiará para siempre", en alusión a un posible triunfo de Macri en Argentina.
En el caso de Venezuela, la crisis económica interna y su propio proceso electoral -tiene elecciones legislativas el próximo 6 de diciembre- los aleja tal vez de una preocupación visible sobre el resultado electoral argentino.
Sin embargo, en este caso, fue el propio candidato Macri quien se encargó de meter la cuestión venezolana como parte de su agenda proselitista de una manera muy clara. En el debate presidencial (donde casi no dio definiciones de políticas públicas concretas) se encargó de detallar que, en caso de ganar, una de sus primeras medidas sería proponer la expulsión de Venezuela del Mercosur.
¿Por qué sostiene públicamente esta propuesta sabiendo que en el actual contexto de gobiernos progresistas es imposible que semejante propuesta prospere? Sin dudas, se trata de un apoyo muy relevante para la oposición política venezolana, con la cual Macri tejió alianzas muy estrechas, particularmente con la facción más radicalizada, liderada por Corina Machado y Leopoldo López.
"Quedó claro que la decisión en Argentina es la misma que tomaremos en Venezuela, entre el pasado y el futuro", dijo Machado después de la definición de Macri sobre la idea de aplicarle a Venezuela la cláusula democrática, algo que está previsto en la legislación del Mercosur para países que sufren un golpe de Estado.
Aunque con tonos más moderados, la disputa argentina es seguida de cerca por la política chilena. A pesar de la imagen "institucionalista" para el gobierno y la oposición, no da lo mismo quien se imponga de este lado de los Andes.
Dentro de las filas de la derecha chilena (una derecha que, con el pasado pinochetista detrás suyo, no esconde su lugar dentro del espinel ideológico), las simpatías por Macri son ostensibles. Sebastián Piñera y Macri fueron aliados recíprocos. En Chile dicen que Piñera copió del argentino la idea de impulsar su carrera política desde el fútbol, quien supo tener acciones en Colo Colo. En sentido inverso, Piñera visitó varias veces Buenos Aires para apoyar la gestión de Macri en la ciudad y su salto a la política nacional.
Dentro del mismo espacio de Piñera, aparece otra amistad intensa de Macri. Se trata de Andrés Allamad, actual senador nacional y aliado incondicional de Piñera. De hecho, según medios chilenos, Allamad se encuentra en Buenos Aires a la espera de los resultados electorales.
Por el otro lado, Bachelet jugó fuerte y apoyó a la candidatura de Daniel Scioli. Días antes de la primera vuelta conversó telefónicamente con el candidato y desistió de hacer lo mismo con Macri, a pesar de que el candidato opositor intentó por todos los medios conseguir hablar con la presidenta.
En definitiva, todos estos posicionamientos muestran dos cuestiones centrales. Las elecciones en argentina son percibidas por los oficialismos y oposiciones de América del Sur como un momento definitorio sobre el rumbo futuro de la política regional, incluso, de sus propios destinos nacionales.
Y tan claro como esto es la correlación entre los gobiernos progresistas y la candidatura de Daniel Scioli, como el alineamiento de las fuerzas conservadoras y de derecha detrás de Mauricio Macri.