El gobierno español anunció esta mañana una compra de insumos médicos a China por un total de 432 millones de euros. El acuerdo, que contempla la adquisición de respiradores, kits para detectar el coronavirus y elementos de protección para profesionales de la salud puso en evidencia una realidad: el mercado mundial de elementos necesarios para luchar contra la pandemia entró en un cuello de botella en el que la demanda supera largamente a la oferta. La Argentina se encuentra entrampada en esa situación.
La dirección que tomaron otros países productores de este tipo de bienes, como Estados Unidos o Alemania, que cerraron la exportación para privilegiar la provisión interna, aunque lógica, incrementa las dificultades de otros, con menos recursos, como la Argentina, para proveerse de lo necesario. En el caso norteamericano, además, en los últimos días el gobierno decidió salir fuertemente a adquirir fuera de sus fronteras los insumos médicos que ya escasean en sus hospitales.
El apoyo financiero de organismos multilaterales para hacer frente a la enfermedad llegará a la Argentina en los próximos días. Buena parte de ese dinero estará destinado a la compra de insumos médicos. Pero resulta difícil competir con compradores que cuentan con una billetera prácticamente infinita. Esa es una de las principales preocupaciones de las autoridades sanitarias nacionales, que están redoblando esfuerzos para encontrar alternativas y prevenir faltantes cuando la pandemia toque su pico.
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“Ha entrado ahora muy fuertemente a comprar Estados Unidos, lo cual tensa muchísimo más. Imagínense el potencial económico que tienen y están comprándose todo lo que hay dando vueltas por el mundo, así que es una pelea”, reconoció esta mañana el ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán, en diálogo con El Destape Radio. El diagnóstico se repite en la cartera que conduce Ginés González García, donde reconocen que habrá faltantes de algunos artículos, aunque apuestan a minimizarlos.
El anuncio español de una compra de insumos chinos por 432 millones de euros encendió señales de alarma. Los números, vistos en detalle, son aún más llamativos: Madrid importará en los próximos días 950 respiradores, cinco millones y medios de tests rápidos, once millones de guantes y 550 millones de barbijos. La noticia llegó casualmente el día que España superó a China en la cantidad de víctimas fatales causadas por el coronavirus. Además, el presidente Pedro Sánchez pidió ayuda humanitaria a la OTAN.
Beijing es, en estas circunstancias, el único proveedor externo al que puede apuntar la Argentina: ya dejaron atrás la peor parte de la pandemia, posee un remanente de insumos que se produjeron y no se utilizaron y la capacidad de seguir produciéndolos a un ritmo muy superior a la mayoría del resto de los países del globo. Con el objetivo de profundizar ese vínculo, Alberto Fernández le escribió la semana pasada a su par Xi Jinping para solicitarle el envío de mil quinientos respiradores que quedaron ociosos en hospitales chinos.
En simultáneo, el Estado argentino está dando su apoyo a la industria local para optimizar la producción. Las fábricas argentinas de respiradores también dejaron de exportar y están invirtiendo para aumentar su producción al triple. Hoy se producen algo más de cien por semana, se apunta a superar pronto los doscientos cincuenta. El gobierno nacional centraliza las compras, que luego distribuye entre las provincias de acuerdo a la demanda y las necesidades que se vayan presentando.
El esfuerzo para producir los insumos necesarios también incluye ámbitos tan disimiles como el Ejército, que en su sastrería está confeccionando barbijos, cofias y camisolines de protección para profesionales de la salud; universidades nacionales, como la de Rosario, que ya trabaja en un prototipo de respirador; el CONICET y hasta fábricas automotrices, como Toyota, que le ofreció al gobierno adaptar su planta de Zárate, paralizada desde el viernes, para fabricar soportes respiratorios mecánicos y partes de otros artefactos.