Disciplinar la desobediencia de conquistar derechos

14 de julio, 2018 | 14.43

Para poder entrar al solemne y pulcro salón Arturo Illia, en el Senado, es necesario guardar los pañuelos verdes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en la cartera, la mochila o el bolso. Así lo solicitan los y las empleados de seguridad a la prensa y el público. Por ahora, no hay lugar para el triángulo de tela que representa la lucha por el derecho a decidir de las mujeres y personas gestantes en la Argentina.

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Durante el debate en la cámara baja los pañuelos se veían en cuellos, sacos y muñecas del público. Las reglas del juego ahora son otras: hay reglamentos y tradiciones anacrónicas que intentan aparecer con más fuerza. La primera semana de debate en la cámara alta demostró que esas normas no son inmutables. El reglamento interno del Senado “prohíbe toda demostración o señal bulliciosa de aprobación o desaprobación”. Sin embargo, la plenaria de comisiones del miércoles terminó con un aplauso cerrado a la jurista Aída Kemelmajer de Carlucci, quien dio cátedra sobre la necesidad que el aborto sea despenalizado y legalizado. Rodeada de todos cuadros al óleo donde están pintados presidentes y vicepresidentes varones, la ex jueza ofreció una clase magistral que incomodó al senador y escritor de poemas dedicados a fetos, Esteban Bullrich, que se retiró en el medio de su intervención.

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La forma de tramar política feminista, entre la movilización callejera y la conquista voto a voto al interior del Congreso, está cambiándolo todo. Al punto que el mismo día que empezó una nueva ronda de exposiciones ante senadores un grupo de 30 feministas fueron recibidas en la Confederación General del Trabajo (CGT) por Noe Ruiz. La secretaria de Igualdad de Oportunidades y Género, la única mujer que tiene una secretaría hoy en la CGT, tuvo que dar explicaciones a trascendidos de la central obrera contra el aborto. La presencia de feministas en el cuarto piso del mítico edificio de Azopardo fue un episodio histórico: el sindicalismo es uno de los espacios patriarcales más atrofiados.

Sin dudas, hay un punto de inflexión irreversible después del 14 de junio: la conquista épica de la media sanción, la posibilidad de ampliar derechos en tiempos en los que la norma es recortarlos tiene como reacción el disciplinamiento que intentan ejecutar los grupos reaccionarios de fundamentalistas católicos en todos los frentes. En redes sociales persiguen a quienes dan pelea por el aborto legal, en locales partidarios hacen pintadas y amenazan a militantes y cada vez hay más denuncias de pibas que recibieron ataques callejeros por llevar el pañuelo verde a lo largo y ancho del país.

Este disciplinamiento se traduce en el clima del Senado: el primer día de reuniones, el martes 3 de julio, varias periodistas tuvieron problemas para ingresar y poder desarrollar la cobertura. Adentro los representantes anti-derechos intentaron dilatar la sanción de la ley trasladando el debate a las provincias. No lo lograron y ahora acechan más allá del Senado: intentan correr del sendero de la democracia la discusión minando con ataques cotidianos a activistas y feministas en general. Saben que están perdiendo. Están dejando de tener el poder de tutelar a la mitad de la población. La magnitud de los ataques y los actos de violencia es tan grande como el miedo que tienen ante la pérdida de esos privilegios. Por primera vez en la historia de la Argentina el derecho al aborto legal, seguro y gratuito está a un paso de convertirse en ley el próximo 8 de agosto.

La conquista legislativa que significa una ley de aborto está disputando un poder patriarcal concentrado. En los pasillos del Senado se puede ver casi todos los días merodear a lobbistas de las prepagas que van a tratar de convencer a los y las senadores que voten contra la ley y, por lo tanto, contra las mujeres. La media sanción establece que la interrupción voluntaria del embarazo debe ser provista por el sector público de salud, las obras sociales y las prepagas. Tanto el aborto como los medicamentos y las terapias de apoyo se incluyen en el Programa Médico Obligatorio (PMO).

En esta etapa parlamentaria el lobby antiderechos es permanente y sistemático ante funcionarios y funcionarias, legisladores y también acecha a la comunidad médica. Es necesario decirlo: quienes están contra el aborto no son únicamente rídiculos personajes que besan muñecos de plástico en sus exposiciones en el Congreso, reparten fetos miniaturas, pasean figuras de papel maché por las calles o cuelgan “bebitos” de sus balcones.

“Los celestes están como en casa”, se escucha en los pasillos en referencia al pañuelo que usan, desde hace poco, los autodenominados “Pro-vida”. Y casi que no es una metáfora. En esta instancia, la anfitriona es la vicepresidenta Gabriela Michetti, quien no solo está en contra del derecho a decidir de las mujeres sino que tuvo declaraciones crueles y que promueven la tortura de niñas, adolescentes y mujeres. La presidenta del Senado ha demostrado desconocer la legislación vigente desde 1921 en Argentina.

Si bien los senadores de Cambiemos Esteban Bullrich y Federico Pinedo encabezan el lobby parlamentario en contra, en la semana inicial de debate quienes oficiaron de voceras de los grupos antiderechos fueron la senadora tucumana Silvia Elías de Pérez (Cambiemos) y la salteña Cristina Fiore. Ellas trasladaron las preguntas de los grupos anti-aborto a los y las expositores. A quienes expusieron a favor les hicieron numerosas preguntas que respondieron magistralmente.

El clima y la atmósfera que se vive en el Senado son diametralmente opuestos a lo que fueron las audiencias en la Cámara de Diputados. A pesar de la hostilidad al interior del palacio, la calle se volvió una trinchera permanente. Cada martes y miércoles verde hay expresiones de movilización callejera de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. La potencia de esas manifestaciones llegó a escucharse dentro del Senado el último martes. El cantito de “abajo el patriarcado se va a caer” se coló en el Salón Illia. Esa canción no es un deseo. Es lo que viene a derribar la ley: desterrar el machismo vigente Código Penal. En esta etapa parlamentaria, que recién comienza pero será más rápida que en Diputados, los y las senadores deberán demostrar si representan a quienes eligieron la vía democrática para conquistar un derecho o a quienes eligen los ataques violentos y el disciplinamiento a la desobediencia al patriarcado.

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