Se alcanzó el “punto de ruptura” de un programa económico. Esto ocurre cuando ninguna de las medidas que se venían adoptando alcanza para contener la escalada de las variables relevantes de la economía: tipo de cambio, precios y tasa de interés. Es claro que ya ni la venta de reservas del Banco Central, ni la suba de la tasa de referencia de los instrumentos monetarios contienen la corrida contra los activos financieros argentinos.
Esencialmente porque los agentes económicos perciben el agotamiento del actual diseño, aquejado por la insustentabilidad de su sector externo sobre-demandado y nada ofertado, y consecuentemente se anticipan a la llegada de un nuevo esquema que otorgue viabilidad la economía.
El primer factor que convalida la “ruptura” de lo actuado durante el Gobierno de Cambiemos y el tránsito hacia otro escenario es el anuncio de reestructuración de la deuda pública de corto y largo plazo realizado por el Ministro Hernán Lacunza ayer por la tarde.
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El Gobierno plantea un alargamiento de los plazos de vencimientos sin quitas ni cambio en la remuneración de los títulos. Si bien quiso ser presentado como un simple “roll over” del stock de deuda para mejorar su perfil, los hechos evidencian que ocurre en un contexto donde los bonos soberanos cotizan a precios de “default”, el riesgo país superó los 2.100 puntos básicos y la licitación para renovar las Letras de corto plazo del Tesoro (LeTes) fue declarada desierta.
La exposición del equipo económico careció de las proyecciones sobre la evolución futura del sector externo y el horizonte de nuevos vencimientos que esperan obtener en la reestructuración de la deuda. Esa incertidumbre es mayúscula a la hora de presentar una oferta a los tenedores de bonos, porque define la capacidad de pago del Estado.
Sin embargo, no es casual la omisión, porque sería sincerar aún más el gigantesco fracaso del Gobierno y de su principal “sponsor”: el FMI.
Un Presidente que se jactó desde el inicio de que “lloverían” los dólares sobre la Argentina a consecuencia de sus políticas pro-mercado, y un organismo multilateral que asistió al Gobierno con u$s 45.000 millones (suma inédita para la propia institución) a fin de estabilizar la economía y alejar el peligro de default de la voluminosa deuda contraída en el bienio 2016-2017, se encuentran hoy con la economía desmadrada y planteando la reestructuración del stock de pasivos tomados hace apenas un par de años. Mucha responsabilidad compartida para ser ignorada en el futuro.
Hay un elemento más en este cotidiano derrape al que se encuentra sometido el pueblo argentino por el Gobierno del Presidente Macri: ante la insuficiencia de oferta de divisas por parte del sector privado y retaceado por ahora el aporte del FMI, la forma que encontraron las autoridades económicas de resolver la tensión del mercado cambiario fue suprimir la demanda de dólares para afrontar los pagos de deuda, sobre todo los compromisos de corto plazo (LeTes). Por ende, el Banco Central puede seguir vendiendo reservas internacionales a otros demandantes, dejando afuera a los tenedores de títulos de deuda soberana.
No sólo la Argentina se encuentra hoy inmersa en un incierto proceso de reestructuración de deuda decido súbitamente, sino que proseguirá el drenaje de reservas del BCRA para financiar la valorización financiera.
Eso sí, todos hagamos silencio para cuidar la gobernabilidad.