Como hijo de sobrevivientes del Holocausto tengo la tendencia a prepararme para lo peor, lo mamé desde antes de nacer. Pero hoy somos todos posibles víctimas, o involuntarios victimarios.
El virus ataca a todos por igual, sin distinción (aunque habrá poblaciones más expuestas y otras más privilegiadas). Hoy debemos vencer la ignorancia, la apatía, y sobre todo la estupidez. No sabemos el resultado de esta pandemia, si el mundo seguirá existiendo como lo conocíamos: seguramente no.
Pero a pesar del horror y la tristeza, tenemos la oportunidad para cambiar este modelo cruel, que no cuida a las personas, de codicia infinita, de mucha indiferencia. Eso no ha cambiado tanto desde entonces, y de eso también habla mi libro, Fuera de cuadro.
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En esta época de post-grieta aplaudamos a la salud pública. Estaremos sanos si están sanos los demás. Para eso también sirve el estado