En efecto, como en todas las grandes crisis económicas, y Argentina ya atravesó cinco en los últimos cuarenta y cinco años, se abre una disputa por el sentido de sus causas y por los grados de responsabilidad de los diversos actores involucrados que condicionan de manera decisiva el curso posterior de los acontecimientos.
El primer interrogante es simple ¿era previsible este desastre socioeconómico? ¿No había antecedentes en la historia reciente de nuestro país que habilitaran pensar este derrotero si se aplicaban las medidas de liberalización del mercado de capitales y se quitaba todo tipo de controles cambiarios?
Fuimos varios los que ya en octubre de 2015 advertíamos sobre las nefastas consecuencias de una política de apertura “boba” hacia el mercado financiero internacional apostando a una “lluvia de inversiones” salvadora. Como ya había sucedido en la experiencia de Martínez de Hoz (1976-1981) y durante la Convertibilidad (1991-2001), la apertura y desregulación completa de esos mercados había llevado a ciclo de endeudamiento público acelerado, un proceso de valorización financiera de corto plazo y una salida de capitales locales y externos abrupta una vez que los actores principales percibían señales claras del agotamiento del modelo, que dejaba en estado crítico los principales indicadores socio-económicos: destrucción del tejido industrial, incremento de la pobreza, la desigualdad y el desempleo, y un Estado desfinanciado y endeudado, incapaz de cumplir con sus funciones elementales. Muchos perdedores y unos pocos ganadores en esta historia como para volver a repetirla. Precisamente esto era lo que buscaba mostrar en un posteo del 29 de octubre de 2015 en la red social Twitter que se viralizó en los últimos días y resulta elocuente a la luz de los resultados obtenidos.
Las respuestas a ese tuit, tanto las que se hicieron en 2015 como las que se expresaron después de la viralización de esta semana, habilitan a pensar el segundo set de interrogantes: ¿Cuáles son las causas de la crisis que estamos atravesando en estos días? ¿Quiénes son sus principales responsables y beneficiarios? ¿Cómo deberán repartirse los costos de la salida en el corto plazo? ¿Qué debemos hacer para evitar que se repita?
Como en todas las crisis anteriores se abre una disputa por el sentido común sobre causas y responsabilidades. La explicación que logre legitimarse socialmente incidirá poderosamente en el rumbo que deberá tomar el próximo gobierno para resolverla. Hoy en día son cuatro las explicaciones que tratan de legitimarse en el espacio público:
La que sostiene el propio oficialismo, cargando las culpas sobre el frente opositor que ganó las primarias que “no es capaz de generar confianza entre los inversores externos” Esta mirada altera peligrosamente el principio de responsabilidad del Ejecutivo, que termina privilegiando la estrategia electoral de confrontación extrema en un contexto crítico complicando la posibilidad de lograr mínimos acuerdos para transitar el período que queda hasta el 27 de octubre.
La que propician los sectores más ortodoxos, los llamados “libertarios”, que apuntan directamente al déficit primario del sector público como causa última del problema, que el gobierno no quiso resolver porque optó por un sendero fiscal “gradualista”. Interpretación que habilita la necesidad de aplicar reformas estructurales extremas sobre el sistema monetario, el régimen de seguridad social y el mercado laboral.
La que propone una parte de la oposición que asimila la situación actual a la del último gobierno kirchnerista, asemejando las crisis por continuidades en el deterioro de ciertos indicadores sin considerar los profundos cambios en la orientación de las políticas públicas a partir del gobierno de Cambiemos.
La que sostiene la principal fuerza opositora centrando el problema en el viraje abrupto en materia cambiaria, monetaria y financiera que llevó adelante el gobierno desde el inicio de su gestión, ocasionando todas las consecuencias señaladas oportunamente.
No hay lugar para pensar que se trataba de una crisis impredecible; se advirtió antes y durante el gobierno de Macri a medida que se iba configurando el escenario de alta vulnerabilidad financiera y deterioro socio-productivo. Que esas advertencias hayan sido sistemáticamente silenciadas en los principales medios de comunicación no quiere decir que no hayan existido, por eso asombra ver en la actualidad a muchos periodistas rasgándose las vestiduras porque no fueron capaces de advertir antes lo que estaba sucediendo en el país. Ahora el desafío en el campo de la construcción de sentidos es dejar claro que esta crisis obedece a un tipo de políticas de liberalización que llevó adelante el gobierno desde el primer día y que no tenemos que volver a repetirlas si queremos iniciar de una vez por todas, un camino de recuperación productiva en beneficio de las mayorías.