La llegada de miles de venezolanos a varios países de América Latina se ha convertido en un nuevo fenómeno del panorama político regional que tiene numerosas aristas.
La región ha tenido en su historia diferentes flujos migratorios producto de guerras, matanzas o crisis económicas que trasladaron sus divisiones políticas internas allí adónde iban, como fue el caso de la migración española durante y después de la guerra civil (1936-39) y la disputa entre franquistas y republicanos.
Lo particular de la migración venezolana de estos últimos años es que la multiplicidad de medios de comunicación y las nuevas tecnologías permiten una visibilización y articulación actual inmediata con la política interna de Venezuela. Y nadie es ajeno a ella.
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Es así como en varios países se han visto manifestaciones en las calles de apoyo al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, lo cual ha convertido de hecho a esta migración también en un nuevo factor presente de presión política.
Algunos gobiernos, como el brasileño o el ecuatoriano, han utilizado políticamente para consumo interno el repudio al gobierno de Nicolás Maduro y la “ayuda humanitaria” a Venezuela frente a opositores que tuvieron o tienen vínculos con el chavismo.
Sin embargo, cuando se trata de lidiar con seres humanos de carne y hueso, todo se torna un poco más complicado, porque el racismo existe en casi todas las sociedades latinoamericanas entre diferentes nacionalidades o grupos étnicos, y ahora en varias ciudades se manifiesta también contra la inmigración venezolana.
Brasil comparte frontera con Venezuela y numerosas personas llegaron a la pequeña ciudad fronteriza de Pacaraima, del estado de Roraima, donde fueron violentamente agredidas en agosto de 2018 con las clásicas expresiones prejuiciosas y xenófobas después de un crimensupuestamente cometido por venezolanos.
El diario El País destacó en los titulares de su versión brasileña que “el monstruo de la xenofobia ronda en la puerta de entrada de los venezolanos a Brasil”.
Algo similar sucedió en Ecuador en enero de este año. Un femicidio cometido por un venezolano contra una ciudadana ecuatoriana disparó una verdadera ola de persecuciones. La reacción del presidente Lenin Moreno a través de su cuenta de Twitter fue informar de la “conformación inmediata de brigadas para controlar la situación legal de los inmigrantes venezolanos”, mientras que el movimiento de mujeres en las calles manifestó su repudio al femicidio, señalando que el enemigo no era el extranjero sino el machismo y el sistema patriarcal.
Suena paradójico que mientras se alzan voces que repudian los dichos xenófobos de Donald Trump contra las personas de origen latino o hispano y su intención de levantar un gigantesco muro en la frontera con México, se escuchen palabras expresiones similares en América Latina, ahora contra quienes llegan desde Venezuela.
Pero la historia está llena de paradojas y contradicciones. Muchas de ellas están quedando al desnudo.