El aislamiento social obligatorio lleva que todos estemos en nuestras casas, trabajando remotamente e hiperconectados a la red de Internet enviando mensajes, audios, videos, fotos o mirando canales de streaming que saturan el servicio y pueden dejarnos sin él o entorpecer comunicaciones que, en algunos casos, pueden ser de vital importancia. Por eso, es necesario tomar algunos recaudos ante el incremento del flujo que ya se sintió esta semana y que va a crecer durante toda la cuarentena por el Covid-19.
El mundo está conectado a Internet por cables que circulan en el fondo de los océanos y otros terrestres. Si bien la estructura está muy protegida para que no se rompa y funcione correctamente, que las comunicaciones no se corten dependen de nuestro uso racional. Actualmente, la Argentina tiene cinco cables que la proveen del servicio, llegan vía acuática a Las Toninas y se ampliarán a siete.
Omar Sidoni es el gerente de proyectos de la construcción de obras de uno de los dos nuevos cables, con un avance del 80% y próximos a conectar. Si bien es posible que en junio esté operativo, por la pandemia del coronavirus no habrá trabajos hasta nuevo aviso. Él le explicó a El Destape que es necesario usar con moderación las redes ya que, al igual que el agua, gas o energía eléctrica, el sistema tiene una capacidad limitada y es capaz de conducir el servicio hasta cierto límite sin saturarse.
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De este modo, cada vez que nos llega un mensaje y lo retransmitimos en grupos, por más divertido que sea, se esparce como un chorro de datos a la mayor velocidad que el caño permite, haciendo una analogía con la circulación del agua. Dependiendo de cuántos videos estemos reenviando, podemos saturar ese conducto, dejar el famoso relojito de Whatsapp pensando, que los mensajes no salgan o lleguen o las conversaciones se corten porque ahogamos la red.
Los sistemas de transmisión, detalló Sidoni, tienen una tecnología de reintentos, varios, que alcanza para que en algún momento el mensaje innecesario se envíe. Pero si lo que queremos es conversar, esos reintentos se reducen a una o dos veces por lo que la charla se puede cortar. Si bien esos videos o imágenes que creemos divertidas para pasar el rato en cuarentena van a llegar a destino en algún momento, los llamados o videoconferencias que pueden ser importantes se van a entrecortar, perder continuidad y dejar pasar información que puede ser mucho más central.
De forma aproximada, la cantidad de bytes (algo así como el ancho de banda) que es necesaria para enviar un texto, dependiendo de su extensión, es de unos 1.000 pero para un audio ya se necesitan de 10.000 a 20.000, siempre que sea breve. Ahora bien, según la calidad de la imagen, una fotografía puede ocupar unos 400.000 bytes, aunque Whatsapp le baja la definición para que ronde los 100.000. La situación se complica más con un video corto que puede llegar hasta los cinco millones. Si nos llega uno de éstos y lo reenviamos a un grupo con 10 personas, ya hablamos de 50 millones de bytes sólo para una de estas piezas.
Así, al retransmitir el video, se ocupa un espacio cada vez más importante del sistema y el conducto de transmisión se llena. Con todos los argentinos en las casas y la mayor parte del mundo también, depende del servicio y calidad de conexión, la capacidad para soportar lo transmitido y recibido va a ser diferente. Las conexiones troncales del sistema que provee al país y al planeta son enormes, pero también tienen una capacidad limitada y porciones importantes de las fibras ópticas se llenan con nuestros mensajes intrascendentes, aún más si todos miramos Netflix o Youtube, por poner un caso.
Por eso, es necesario reducir la cantidad de consumo que hacemos online, no saturar la red con extensos mensajes de voz, fotos o videos que no sean primordiales porque ellos llegarán en algún momento pero entorpecerán comunicaciones más importantes. Si bien es menester hacer un uso moderado, Sidoni explicó a este medio que no se puede decir con precisión cuánto hay que achicar los envíos porque todos los datos de las conexiones entran en una especie de picadora de bytes que los segmenta y inserta como puede en un flujo de transmisión. La información va mezclada por todo ese conducto para ser codificada del otro lado, en recepción, por un equipo inteligente que la acomoda y distribuye para que el interlocutor la pueda entender.
Ahora bien, todos esos datos mezclados están sometidos a sistemas dentro de cada equipo para priorizar algunos en función de sus características. Si el conducto se llena con todo lo que entra, algunas informaciones se enviarán más rápido porque se entiende que no deberían interrumpirse. Ese mecanismo hace que las comunicaciones centrales tengan una menor chance de entrecortarse, pero también hay limitaciones.
La única solución es hacer un uso racional. Así como hoy es imposible que vayamos parados en un colectivo, tren o subte, con el celular pasa lo mismo. No podemos entrar todos a enviar videos o mirar películas online porque no hay espacio. O, si lo hay, vamos a generar complicaciones para la transmisión de datos realmente sensibles.