“Veo mar a mi alrededor, mar, mar y mar. Nada de tierra, nada de costa. No sé dónde vamos. Y no saber a dónde te llevan te causa pánico, aunque estés en un crucero para millonarios”, le cuenta el periodista cordobés Dante Leguizamón a El Destape, desde su camarote del buque Rotterdam de la naviera Holland American Group de bandera de los Países Bajos.
Son las nueve de la noche del Sábado Santo o Sábado de Gloria, como los católicos llaman al día anterior del Domingo de Resurrección de Jesús; y este cordobés hincha de Talleres y devoto de Raymond Chandler espera el milagro de la Pascua y que él junto a otros 10 argentinos que viajan sin rumbo desde el 8 de marzo, sean repatriados y puedan reunirse nuevamente con sus familiares y afectos. Pero el milagro no ocurrió.
Tras estar amarrado al puerto de Miami, en la costa de la Florida, durante una semana, el Rotterdam se encuentra en aguas internacionales: “Hoy (por el sábado 12) cuando me desperté a las 9 de la mañana, me sorprendo con que el Rotterdam había partido del puerto de Miami, sin avisarle a los pasajeros, sin que la Cancillería argentina supiera y había emprendido viaje sin solucionar nuestro regreso a casa y nos encontramos en alta mar. El capitán acaba de hablar, diciendo que vamos rumbo a Bahamas sin saber por qué ni para qué”, describe Leguizamón.
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Por esta razón, por encontrarse en algún lugar del mar Caribe y sin rumbo, los familiares de Dante Leguizamón, a través de sus abogados Claudio Orosz y Ramiro Fresneda presentaron el sábado el juez Federal N° 3 de Córdoba, Miguel Hugo Vaca Narvaja, un recurso de hábeas corpus para que la naviera Holland America Group subsidiaria de Carnival Cruise, “informe qué medios va a predisponer para que yo comparezca ante el juez”, le dijo Leguizamón a El Destape.
“El sábado a las 16 horas, por expreso pedido de los familiares de Dante Leguizamón, hicimos una presentación ante el Juzgado Federal de turno, que es el Juzgado Federal N° 3. Luego de hacer un detalle de las diversas vicisitudes por las que debió pasar Leguizamón, que fue un pasajero invitado en el crucero Zaandam y que debía desembarcar en el puerto San Antonio, próximo a Santiago de Chile, luego de eso y forzadamente, al impedírsele el desembarco, debió continuar hasta la empresa dueña del crucero, Holland American Group, ha querido. Hoy se encuentra en un lugar que no podemos determinar con exactitud, en el mar Caribe, a disposición y retenido por esta empresa. Por lo tanto exigimos a través del hábeas corrpus que por los medios que predispone la ley, el juez ordene a esta empresa, nos indique donde está Dante Leguizamón y arbitre los medios necesarios para comparecer ante su presencia”, explicó Orosz a este medio.
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En una resolución del pasado lunes 13, el juez federal cordobés Vaca Narvaja señaló: “Dado que la presentación efectuada no encuadra en los supuestos previstos por la Ley 23.098, ya que se trata de una acción destinada a la protección de derechos constitucionales (a la vida y la salud de los pasajeros del buque al que hace alusión el escrito, arts. 43 de la Constitución Nacional y art. 1 de la Ley 16.986), pasen los presentes a la Secretaría Civil de este Juzgado Federal N° 3 y recaratúlense las actuaciones”.
Y agregó: “Como medida previa y urgente y sin perjuicio de la jurisdicción del Tribunal, ofíciese al Ministerio de Relaciones, Comercio Internacional y Culto a los efectos de que en el término de 24 horas, informe nombre completo del buque al que los medios de prensa refieren como “Rotterdam”, así como los datos también completos de la Empresa propietaria (nombre completo y sede social, así como un domicilio en Argentina) y bandera del barco. Asimismo, deberá arbitrar los medios para informar trayectoria, lugar actual y destino de navegación, y los datos personales (nombres y apellidos, DNI y domicilios) de las personas de nacionalidad argentina que presumiblemente se encontrarían en dicho buque. Deberá también informar si ha realizado gestiones tendientes a la repatriación de los nacionales que se encuentran en el barco, y en caso negativo, proceder al inicio de éstas. En los términos del artículo 39 de la Ley 24.946, dese intervención a la Fiscalía Federal en turno”.
Actualmente, la causa fue girada a la Cámara Federal de Córdoba, la que deberá resolver si es pertinente el Hábeas Corpus interpuesto por los familiares del periodista cordobés.
En un posteo realizado el viernes, el periodista cordobés denunció: “Mi nombre es Dante Leguizamón. Tengo 45 años y soy un periodista en cautiverio en un barco holandés”. Y agregó: “Inicialmente yo debía bajar en Chile el 21 de marzo, pero las fronteras se cerraron y a partir de entonces quedé en manos de esta empresa de bandera holandesa y capitales norteamericanos”.
En su posteo de Facebook, el periodista contó: “Mientras escribo, tengo a mi lado la mochila que traje de viaje, esa mochila que desde hace días, me niego a desarmar. El 8 de marzo pasado, subí al crucero Zaandam de la Empresa Holland America Line invitado por un amigo, trabajador de la firma. La idea era hacer una serie de informes sobre las Islas Malvinas para los medios donde trabajo de la Universidad Nacional de Córdoba (fundada en 1613, la más antigua de Argentina). Hice esos informes el 12 de marzo y los envié, pero al igual que a muchas personas en el mundo, en los días siguientes me esperaba una pesadilla”.
Además del periodista cordobés, en el Rotterdam viajan cinco pasajeros y cinco músicos argentinos. Los pasajeros estuvieron a punto de regresar a Argentina, vía Uruguay, incluso fueron desembarcados y enviados al aeropuerto de Miami. Pero regresaron al buque holandés y embarcados nuevamente.
“Han pasado 42 días de esta travesía. Pasamos de una cabina a otra y ya no importa el tamaño porque todas son en definitiva una cárcel de la que no nos dejan salir. Damos vueltas por el mar en lugares cercanos a Bahamas sin rumbo cierto y sin información precisa del capitán sobre nuestro destino”, denuncia el periodista cordobés.
En su escrito, Leguizamón señaló que “en este barco, pero también entre todos los desterrados que no están en su país, se percibe la presencia cada vez más creciente de un virus que también es invisible y que también puede matar. Es el virus de la angustia por no poder volver a casa. Alguna vez leí que la postal del destierro son esas valijas que permanecen siempre armadas a la espera de la posibilidad de volver a la patria. Así está mi mochila, así están las valijas de todos los argentinos en el exterior”.
El 8 de marzo pasado, Dante Leguizamón abordó por primera vez en su vida un barco. El Zaandam, un crucero holandés de la compañía Holland American Group lo llevaría por una travesía de 14 días por Montevideo, las islas Malvinas, Tierra del Fuego, para luego subir por el Pacífico chileno hasta Punta Arenas, y finalmente amarrar en el puerto de San Antonio, a 100 kilómetros al oeste de Santiago. Dante, un amigo de sus amigos, contador de historias y buen preguntador subió a un colectivo desde Córdoba hasta Buenos Aires y allí se encontró con un amigo músico, una especie de Sam de Casablanca, que precisamente toca el piano en el Zandaam.
Este muchacho había convencido al periodista cordobés de hacer la ruta por los mares del sur, que era su invitado por lo cuál no iba a viajar como pasajero, sino como tripulante del Zandaam: ambos, pianista y periodista, compartirían el camarote del músico, un cubículo de tres metros cuadrados con dos literas y un pequeño escritorio donde cabe una notebook y pocas cosas más, como un anotador o equipo de mate.
En la división clasista de la navegación comercial, los tripulantes se llaman Cru y son la base de la pirámide. Un peldaño más arriba está el personal llamado Service Staff, que son los músicos, como el amigo pianista de Dante Leguizamón. Más arriba están los jefes de cabina y más arriba los pasajeros: “Yo soy ni un Cru, ni un Service Staff, soy un pasajero invitado por un Service Staff que es rehén de una naviera holandesa. Estoy retenido en medio del mar Caribe en un buque de bandera de los Países Bajos”, señala con claridad Leguizamón.
“El 14 de marzo se cerraron los puertos en Chile, pero se conoció ahora en los medios norteamericanos que desde el 10 las empresas navieras sabían que tenían que bajar a los pasajeros porque iba a haber complicaciones con los pasajeros en curso. Y que el 14, la entidad norteamericana que regula la actividad de estas empresas de turismo les informó a las navieras que no lleven pasajeros a EEUU porque no iban a poder descender en sus puertos”; relató el periodista cordobés.
Lejos de Río Segundo, su pueblo de las Sierras Chicas cordobesas, donde quedaron sus tres hijos, dos varones de 16 y 14 años, y una niña de 12; Leguizamón está rodeado de mar. El mismo mar que describieron magistralmente Emilio Salgari, Herman Melville y Robert Louis Stevenson, lecturas del adolescente Leguizamón: “Nosotros nos teníamos que bajar el 21 en San Antonio en Chile y no nos pudimos bajar, ni siquiera nos dejaron acercarnos al puerto. Punta Arenas fue el último puerto que tocamos con el Zandaam y de allí a Miami. Queríamos bajar en Valparaíso, que está un poquito más al norte que San Antonio y no llegamos, quedamos a unos 2.000 metros del puerto”, le cuenta el cordobés a El Destape.
Dante Leguizamón describió la odisea: “Partimos en una especie de viaje fantasma hacia el norte, que incluyó encontrarnos en Panamá con otro barco, el Rotterdam, donde estoy ahora. En el Zaandam habían muerto cuatro pasajeros que fueron llevados a la morgue del barco. Y otros dos pasajeros estaban contagiados con coronavirus. Durante 33 días estuve recluido en mi habitación, una cabina que está en el primer subsuelo, de tres metros cuadrados y sin ventanas. Para poder ver algo tenía que subir hasta el piso nueve, que sí tenía ventanas. En esa etapa en el Zandaam podíamos subir tres veces al día para comer, comíamos y de nuevo bajábamos a nuestra cabina. Hay tres subsuelos, el A, el B y el C”.
Durante su periplo en el Zaandam, la familia Leguizamón llegó a estar desconectada hasta cinco días “porque no tenía acceso a Internet, la red es libre para los pasajeros, pero yo no estaba para la empresa en la condición de pasajero. Es muy difícil estar sin rumbo, y sin contacto con mis hijos que están a miles de kilómetros de distancia”.
Debido a los dos contagios por Covid-19 y a las cuatro muertes, Holland American Group envió en rescate del Zaandam al crucero Rotterdam. Por una cuestión humanitaria, el gobierno del presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, autorizó excepcionalmente cruzar del Pacífico al Atlántico -a través del Canal de Panamá- a ambas naves de bandera de los Países Bajos, pese a que eran potencialmente peligrosas por sus pasajeros infectados con Covid-19.
“Una vez en el puerto de cruceros de Miami, nos avisan que nos vamos a bajar para irnos a casa. Muchos pasajeros pudieron bajar, incluso irse a sus países de origen. Nosotros no, regresamos a alta mar, cerca de Miami, pero no en el puerto y nos avisan por tercera vez, que finalmente vamos a regresar a casa. Pero eso no pasó. Holland American, que es una subsidiaria de Carnivall, que es la empresa de cruceros más importante de EE.UU, no deja de sorprender a la hora de generar situaciones psicóticas y de maltrato a la gente”, contó el periodista cordobés en otro contacto que tuvo esta semana con El Destape.
Leguizamón relató una situación que minó la moral de los 11 pasajeros argentinos: “Hubo una situación la semana pasada que nos devastó: cinco argentinos, cuatro de los cuáles están en edades de riesgo por coronavirus, uno tiene 80 y otro 76 años, estuvieron en un colectivo viajando doce horas desde el puerto de cruceros de Miami hasta el aeropuerto internacional de Fort Lauderdale. Durante todo ese tiempo, los llevaban y los traían constantemente. En el vuelo que los iba de traer de regreso hasta Uruguay y de allí a Argentina, ven que en el colectivo al aeropuerto para abordar el charter que los iba a traer había ocho pasajeros y allí se enteran que sólo había tres plazas disponibles. Imaginen lo que fue esa situación. Finalmente se fueron dos uruguayos, la tercera pasajera uruguaya, que está casada uno de los argentinos al que no dejaron subir a ese vuelo; no quiso dejarlo solo y se quedó con él. Los pasajeros argentinos y ella, volvieron al Rotterdam, y están acá en alta mar”.
Antes de dejar el puerto de Miami, cuando los argentinos estaban esperanzados con pisar tierra y luego abordar el vuelo de regreso a Sudamérica, las autoridades del buque Rotterdam le dejaron una nota por debajo de la puerta a Leguizamón y a su amigo músico: “Ahí nos informan que por decisión del Gobierno de EE.UU., nosotros no podíamos bajar, sólo le permitían el descenso a tierra a los pasajeros. Y quiero aclarar una cuestión, hay una especie de zona gris: a mi me invitó mi amigo, que no es de la tripulación de Holland American Group; sino que su condición contractual es la de Service Staff, por eso subí al crucero sin haber pagado. No soy un empleado de la compañía, soy un pasajero invitado”.
Esa noche, tras enterarse del regreso de los cinco argentinos nuevamente al Rotterdam, Dante Leguizamón se acostó. Y al otro día los pasajeros descubrieron que la nave no estaba más amarrada al puerto estadounidense: “El Rotterdam había partido del puerto de Miami, sin avisarle a los pasajeros, sin que la Cancillería argentina supiera y había emprendido viaje sin solucionar nuestro regreso a casa y nos encontramos en alta mar. El capitán acaba de hablar, diciendo que vamos rumbo a Bahamas sin saber por qué ni para qué”, contó el cordobés.
Cae la noche del viernes 18 en el mar Caribe. El Rotterdam sigue con los once argentinos reclamando volver al país. A lo lejos se ven otros cruceros. Sólo sus luces. Quizá sea la luz que ilumine al capitán del buque holandés y puedan llegar a buen puerto.
Hay negociaciones de la Cancillería argentina con algunos países caribeños. Una posibilidad es que Cuba deje atracar al Rotterdam, como lo hizo a mediados de marzo con el crucero británico MS Braemar, con cinco casos confirmados de pacientes con Covid-19, quienes fueron repatriados en avión a Londres. Cuba tiene una larga relación con Argentina, desde la llegada del rosarino Ernesto “Che” Guevara a la isla, pasando por la ruptura del bloqueo de EE.UU durante el último gobierno de Juan Perón y la llegada de médicos cubanos a combatir el Covid-19.
Otra salida, sería que San Martin, una ex colonia holandesa enclavada a 240 kilómetros al este de Puerto Rico, reciba al Rotterdam, teniendo en cuenta que es un crucero de bandera de los Países Bajos. Actualmente, San Martin, junto a Aruba y Curazao son países constituyentes del Reino de los Países Bajos, donde las máximas autoridades monárquicas son el rey Guillermo y la reina Máxima, la plebeya argentina nacida bajo el apellido Zorreguieta.