Efecto cloraquina: mitos y certezas sobre la cura del Covid-19

Qué posibilidades hay de encontrar la vacuna y cuáles son los dilemas que enfrentan los científicos. El testimonio de los expertos.

15 de abril, 2020 | 07.42

Las respuestas a veces se encuentran en los lugares menos esperados. El planeta se precipita en una prueba de velocidad hacia la vacuna contra el Covid-19 que no estará lista hasta dentro de, al menos, un año. Una proeza en términos científicos, teniendo en cuenta que llevamos más de cuarenta sin poder fabricar una que inmunice contra el VIH, pero una eternidad para los que se encuentran en el frente de batalla contra la pandemia que está pisando los dos millones de casos confirmados en, literalmente, todo el mundo.

La urgencia estimula la creatividad. Mientras se desarrollan nuevas terapias, no se dejan de buscar entre las opciones que ya existen en el menú. La famosa hidroxicloroquina es un antiguo medicamento antipalúdico. El redemsivir, otro tratamiento experimental, había sido diseñado para combatir el ébola. Una tercera opción en estudio es una combinación de drogas que se utiliza en pacientes con SIDA. En el camino, se descartaron muchas otras opciones. La investigación se desarrolla contra reloj.

En las últimas semanas, distintos especialistas pusieron atención sobre el efecto que dos vacunas de probada seguridad y aplicación masiva desde hace décadas pueden tener para prevenir o minimizar los efectos del coronavirus. Son dos inyecciones que todos los argentinos recibimos en nuestra infancia: la BCG, para combatir la tuberculosis, y la Sabin, contra la poliomielitis. Los estudios están en etapas muy preliminares, pero se estima que podrían mejorar la respuesta del sistema inmune ante la nueva enfermedad.

Si se comprobara que la aplicación de alguna o ambas de estas vacunas resulta efectiva para prevenir el Covid-19 sería una excelente noticia, porque, a diferencia de algunas drogas experimentales que se encuentran bajo estudio, tanto la BCG como la Sabin son dos tratamientos que se fabrican de manera masiva y económica, están fácilmente disponibles en todo el mundo y en muchos países la población ya se encuentra inoculada. Los estudios se están llevando a cabo en al menos media docena de centros de salud de todo el mundo.

“Es todo muy apresurado. Ya aprendimos con la cloroquina que hay que tener cuidado”, advierte Juan Carballeda, investigador del CONICET especializado en virus, ante la consulta de El Destape. Se refiere al estudio con esa droga, la más promocionada como posible cura del Covid-10, que concluyó con once víctimas fatales en Brasil hace dos días. Para Carballeda, “falta muchísimo” para poder considerar la posibilidad de recetar BCG a adultos como prevención o tratamiento durante la pandemia.


“Podría haber alguna relación entre la aplicación de esas vacunas y una menor incidencia del coronavirus”, reconoce el investigador. “Muchos potenciales tratamientos para Covid-19 tienen que ver con modificar la respuesta inmune y despertar el sistema inmunológico”, los mismos supuestos con los que funcionan la BCG y la Sabin. Carballeda sugiere, sin embargo, esperar antes que generar expectativas que pueden no cumplirse. “Existen varios estudios pero ya todavía no vi ningún resultado cierto”. 

Las novedades generan, empero entusiasmo entre los investigadores. Por caso, el experto en biomedicina Robert Gallo, director del Instituto de Virología Humana de la Universidad de Maryland, y una de las principales autoridades del mundo en la materia desde que se adjudicó la identificación del VIH. Gallo promueve una serie de pruebas con la vacuna oral contra la polio, convencido de que puede dar inmunidad temporaria por un mes o más tiempo, algo que resultaría clave para los trabajadores de la salud.

"No sé si va a funcionar. No podría decirlo con certeza. Pero las chances son buenas. Estoy bastante convencido de que esto ayudará”, dijo Gallo en una entrevista que dio esta semana a un programa de la cadena PBS. Según el especialista, la “protección cruzada” entre la Sabin oral fue estudiada en Rusia durante los años setenta pero nunca se incorporó al vademecum occidental por cuestiones geopolíticas. “Protege contra la influenza incluso mejor que vacunas diseñadas específicamente contra la influenza”, aseguró.

"Es protección de corto efecto. Podés tener entre cinco y diez semanas, quizás más. Es una respuesta del llamado sistema inmunológico innato que te protege hasta que el sistema inmunológico adaptativo aprende a producir anticuerpos”, concluyó la explicación de Gallo, que encabeza una red internacional de cooperación entre virólogos para avanzar de manera conjunta en la búsqueda de una respuesta a la pandemia. Ya está realizando pruebas con doble ciego en su laboratorio de Baltimore y en el Hospital Mount Sinai, de Nueva York.

Al igual que la Sabin, la BCG también está fabricada en base a cepas atenuadas del microbio vivo, y existen evidencias parciales de que puede brindar protección cruzada contra otras enfermedades además de aquella que combate específicamente. El coronavirus podría ser una de ellas. “Es todavía una hipótesis”, aclaró a Asociated Press Mihai Netea, virólogo de la Universidad Radboud, en los Países Bajos, a cargo de uno de los estudios al respecto. Si funciona, “sería una herramienta clave hasta tener una vacuna específica”, aseguró.

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad John Hopkins hace algo más de dos semanas, y publicado sin revisión de sus pares, encuentra una correlación entre los países donde se aplica la BCG de manera universal y las tasas de contagio y de mortalidad por coronavirus. Aunque reconoce que los resultados de la investigación no son definitivos por no disponer de la información necesaria, encuentra una “significativa asociación entre uso de BCG y una menor mortalidad atribuible al Covid-19”.

Esta semana, la Organización Mundial de la Salud aclaró en un comunicado oficial que no hay “ninguna evidencia” de que la BCG proteja contra el coronavirus y hasta tanto no la haya no recomienda su uso para prevenir la pandemia. Lo hizo para evitar que “la desviación de recursos locales resulte en niños recién nacidos que no son vacunados, aumentando la cantidad de casos y muertes por tuberculosis”, como sucedió con otras terapias que se están probando contra la nueva enfermedad.

De todas formas, el comunicado de la OMS da cuenta de que existen “dos ensayos clínicos en curso” cuyos resultados serán evaluados tan pronto como sea posible, y reconoce que “existe evidencia experimental por estudio tanto sobre animales como seres humanos de que la vacuna BCG tiene efectos no específicos en el sistema inmune” aunque esos efectos “no han sido caracterizados” hasta el día de la fecha y “su relevancia clínica sigue siendo desconocida”.