En una nota cargada de ironía, el multimedio oficialista Clarín cuestionó duramente la decisión que tomó la primera dama, Juliana Awada, de llevar de visita a las parejas de los mandatarios y mandatarias al museo de arte Malba que pertenece al empresario amigo del presidente Mauricio Macri, Eduardo Costantini.
Bajo el título, “¿Por qué Juliana Awada no lleva a la gente del G20 a un museo público?”, la periodista Patricia Kolesnicov se preguntó los motivos por los cuales los mandatarios extranjeros no son recibidos en Casas Rosada con la chicana de que “el tapizado de los sillones oficiales está flojo o su lugar no está a la altura”.
En ese sentido, explicó que la primera drama va a liderar lo que se llama "Programa de acompañantes", es decir, los paseos de las parejas de los mandatarios. El viernes van a visitar Villa Ocampo, la casa donde Victoria Ocampo y luego visitarán el museo de arte El Malba. En ninguna parte del itinerario, Awada optó por museos públicos.
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“Por miedo a que el peronismo se la confiscara, la donó a la UNESCO, que no siempre la quiso bien. Pero eso es otra historia: la casa es símbolo del cosmopolitismo intelectual argentino pero también de las ideas de parte de una clase sobre el peronismo. Tiene su carga Villa Ocampo y eso se habrá querido. Porque para casas señoriales había opciones, no tan lejos: ¿por qué no el Museo Pueyrredón, precioso y público, en San Isidro?”, advierte la periodista en su nota.
Y retruca: “El sábado los ‘acompañantes’ van a ir a ver arte a un museo. ¿A cuál? ¿Al Museo Nacional de Bellas Artes? Nop. Van a ir al Malba, un hermoso edificio con una hermosa colección, qué duda cabe. El Malba es, como su nombre lo indica, un museo de Arte Latinoamericano y parte de la colección donada por Eduardo Costantini, el empresario que es presidente y socio mayoritario de Nordelta. Los acompañantes -casi todas mujeres- verán un museo atendido por su propio dueño: la guía estará a cargo del propio Costantini”.
Asimismo, revela que “algunos funcionarios, como hipótesis personal, deslizan la palabra ‘seguridad’”, a lo cual, critica: “¿Qué están diciendo? ¿Que un espacio privado puede garantizar lo que uno público no?”
E ironiza: “Una fuente cercana a la decisión contó que ‘además del perfil del acervo del museo (argentino y latinoamericano) y la relevancia de las obras, se valoró la arquitectura, accesos, disponibilidad del auditorio y equipamiento del restaurante para el almuerzo dentro del museo’. Es que después del recorrido hay un almuerzo a cargo de tres chefs. Museo y restaurante, todo junto, era difícil de encontrar. Y eso parece haber pesado”.
Lo cierto es que para la primera dama, las opciones dentro de los museos públicos como el Bellas Artes no estaban a la altura de una cumbre como el G20.