Redacción El Destape
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@ZetaOrlando
París vive una falsa tranquilidad a casi una semana de los reincidentes ataques en el centro político, económico y cultural del país. Hasta el más inadvertido de los franceses recordó que el país está en guerra en África y Medio Oriente. Y por primera vez en veinte años Francia volvió a sangrar violentamente dentro de sus fronteras.
A los 12 asesinados de la revista satírica Charlie Hebdo el miércoles por los hermanos Cherif y Said Kouachi se le sumó una oficial de policía ultimada el jueves por Amedy Coulibaly. La escalada de violencia organizada y cronometrada culminó el viernes de manera inesperada, cuando los autores del primer episodio se vieron acorralados y, como respuesta, Coulibaly tomó rehenes en un supermercado judío. El saldo fue de otros cuatro civiles y los tres atacantes muertos, una cifra no alcanzada desde la explosión de una bomba en el metro parisino en 1995.
El presidente francés, François Hollande, no dudo en responder con disertaciones públicas en reiteradas ocasiones. Pero no se quedó en el discurso de la mano dura y la unidad, sino que movilizó a las fuerzas armadas en las calles. Atracciones turísticas, estaciones de tren, aeropuertos, en todas los militares circulan de a grupos y con fusiles automáticos. En todos los puntos neurálgicos, la seguridad es extremada a niveles insólitos.
Los más perjudicados son las víctimas de la ignorancia. En Francia, la numerosa comunidad musulmana fue la primera en condenar los hechos, pero los comentarios y malas miradas son cada vez más obvias entre los parisinos en particular y europeos en general. En las incontables movilizaciones en todos los pueblos franceses millones comenzaron a debatirse cómo mejorar su seguridad interior.
Lo que el gobierno de Hollande y del resto de la Unión Europea buscan dejar fuera de la discusión es el apoyo a la guerra de Estados Unidos, que insitó a una célula de extremistas a llevar los ataques al terreno europeo.
El clima de velorio y tensión promete acompañar a la vida de los franceses por bastante tiempo más. Una sensación de indefensión pateó el tablero del Ministerio del Interior, que se mostró inútil pese al elevado nivel de alerta que regía antes de los ataques.