La pandemia del coronavirus avanza y desde el gobierno de Alberto Fernández decidieron tomar cartas en el asunto para frenar el esparcimiento del Covid-19, y así generar la menor cantidad de afectados. Uno de los rubros más golpeados por las medidas de seguridad fue la industria del cine, punto de encuentro de cientos de personas, que debió cerrar sus salas para evitar el contagio. Casi todo el mundo se sumó a la medida y el arte parado ya está causando estragos: Las pérdidas de dinero son catastróficas y la industria nacional no está pasando por un buen momento.
Hasta el domingo 15, las salas en Argentina funcionaron en su parcialidad, con la excepción de algunos espacios más chicos que decidieron cerrar. Solo 120.000 espectadores se animaron a concurrir al cine durante los últimos cuatro días. Esta cifra es muy preocupante si se piensa que la difusión del séptimo arte depende de una audiencia que asista a verlo. No bastaron las medidas de prevención -reducir la capacidad de las salas en un 50% y extremar las condiciones de espacio e higiene- para aliviar la preocupación social por el coronavirus.
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En este marco, la película más vista del fin de semana fue el tanque de Disney Pixar, Onward (Unidos), con solamente 38.000 localidades vendidas, seguida por Bloodshot, estreno de la semana con Vin Diesel, que tan solo alcanzó a las 15.000. Para aquellos que no sepan, el INCAA es sostenido (en una buena parte dada las multimillonarias taquillas de algunos largos) con el impuesto del 10% de las entradas, que en las cadenas comerciales es una cuantiosa suma semanal. Ante este contexto de cierre de salas, las reglas del juego cambian y la falta de insumos se acrecienta.
Esta paralización de los cines, por al menos dos semanas, propuesta por Alberto Fernández desploma una industria en vistas de reponerse de un duro golpe de desfinanciamiento macrista. La realidad global es mucho más apabullante, pensando que Estados Unidos es uno de los países con más espectadores de cine. Allí, se recaudaron apenas 55,3 millones de dólares entre el viernes y ayer; es decir, una caída del 44% respecto del fin de semana previo. Sumado a esto, la cancelación de importantes festivales peligra la oportunidad de que cineastas jóvenes puedan mostrar su trabajo a un público mayor. En Argentina, aún está por verse que decisión se tomará con el BAFICI, icónica fiesta del cine que junta a porteños y a ciudadanos de todas partes del mundo con un mismo interés.
Frente a la crisis, las mejores guardan sus cartuchos más exitosos para más adelante y el esquema de estrenos se desajusta, para disgusto de las distribuidoras y de los fans. La industria nacional apuesta por la plataforma Cine.ar para que aquellos cineastas que deseen estrenar allí, puedan ser vistos desde los hogares y a solo $30. Una estrategia que, esperemos, sirva para aliviar el brusco desplome. El catalogo de Cine.ar se abre como una posibilidad atractiva para ayudar al mercado argentino ante el avance del streaming on demand de Netflix, Amazon y demás plataformas, atentas a los cambios que se vienen.
Es cierto que en momentos así la salud es lo primordial y las medidas tomadas por Alberto Fernández priorizan a los y las argentinas ante todo, pero la cultura tardará en reponerse de este golpe. Porque sin cultura, ¿quiénes somos?