Cambiemos la matriz, volvamos al desarrollo

01 de enero, 2017 | 09.44

Mauricio Macri cumple su primer año en la presidencia sin encontrar destino. En perspectiva histórica, todos los gobiernos deben tener presente cuál es el mandato que le dio la voluntad popular y cuál va a ser el legado por el cual serán recordados. Si Gobierno remite en griego a la palabra "timón", para un Presidente es importante explicitar cuál es ese rumbo. A esta idea, algunos teóricos de la comunicación cómo Mario Riorda la han llamado "Mito de gobierno" y eso, no se construye con selfies o retiros espirituales sino con políticas públicas integradas a una planificación común. Mandato histórico y legado son el antes y el después del mito de gobierno.

Después de la crisis de 2001, el kirhnerismo tuvo como mandato y como legado dos banderas fundamentales: el desendeudamiento y la protección social. Más allá de cualquier juicio antojadizo, se cumplió con estas banderas: ningún observador puede negar que Cristina Kirchner dejó un país con niveles históricamente bajos de deuda e históricamente altos de cobertura de la seguridad social.

El primer año del gobierno de Macri ha mantenido vigentes las consignas del kirchnerismo por su alto endeudamiento y por la emergencia social que, con inflación, tarifazos y despidos castiga a amplios sectores de la población.

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Hasta ahora el macrismo desde una mirada ingenuamente neoliberal apostó por el alineamiento internacional, el cumplimiento de las recetas de los organismos internacionales y las inversiones externas. La fórmula de la década de los noventa: endeudamiento, primarización y derrame. Reducir el crecimiento exclusivamente a la llegada de inversiones extranjeras remite a la visión neoliberal del crecimiento económico, circunstancia que se verifica por la manera en que el Gobierno presiona a sectores productivos a que se reconviertan a la competencia externa incluso a riesgos de sucumbir.

El mandato histórico no era retroceder. Por el contrario, debía centrarse en cambiar la estructura económica del país para alcanzar el desarrollo con pleno empleo. La inversión en infraestructura, la reforma fiscal, romper los oligopolios de la cadena de comercialización, gravar la renta financiera y una nueva ley de coparticipación son algunas de las claves para ello.

El primer año Macri no hizo más que pagar los compromisos de campaña con sus principales aliados, desde la baja de retenciones hasta la ley de medios y continuar con una lógica de comunicación de campaña electoral. Pero la receta electoral se agota.

El peronismo tampoco encuentra un discurso aglutinador, un programa, y cuando no se debate el rumbo solo queda negociar sectorialmente pequeñas concesiones. La dinámica centrifuga todavía no se detiene porque se siguen analizando las causas de la derrota. Quizás la propuesta de desarrollo, poner la mira en el futuro, logre superar las divisiones del pasado.

La Argentina del desarrollo tiene como antecedentes YPF, ARSAT, Conectar Igualdad, Atucha II, PROCREAR, INVAP, por nombrar algunas acciones que pueden dar veracidad a la propuesta.

Hoy el mundo debate cómo lograr que el trabajo sea el eje vertebrador de la economía. En ese sentido, los cambios electorales de Estados Unidos y Europa dan por finalizada una era de globalización financiera. Es esta la oportunidad de repensar que nuestro país se encamina a un rumbo de pleno empleo. No es momento de neoliberalismo, es la hora del desarrollo.



*El autor es politólogo, profesor de la UNAHUR y concejal del FPV-PJ