El fracaso del intento de imponer un plan neoliberal de fuerte transferencia de recursos hacia la elite sostenido por un plan de manipulación pública decidió al Gobierno a imponer su política económica con el método tradicional: las Fuerzas Armadas.
Los militares no hacen política; son un recurso histórico de la política: su mandato es conservar y acrecentar los privilegios de los que más tienen y eliminar los derechos de los más vulnerables.
En 1955, el segundo gobierno de Juan Domingo Perón había conseguido que el 50 por ciento de la riqueza generada quedara en manos de los trabajadores y el resto quedaba en poder del capital. En 1983, tras la última dictadura, el capital se había quedado con casi el 70 por ciento de la riqueza generada y los trabajadores el resto. A eso habían venido.
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Con 30 mil desaparecidos aún en la memoria, la derecha nacional eligió volver sin los uniformes: aprovechar la concentración mediática y las redes sociales para manipular la opinión pública hasta convencerla de que el plan de los ricos era bueno también para los trabajadores.
El núcleo de la estrategia fue convencer a la sociedad de que el peronismo era un nido de corrupción que corroía la economía y que debía ser reemplazado por una fuerza nueva y honesta.
Las investigaciones de unos pocos medios que resistieron el agobio sacaron a la luz que la corrupción estructural está en Cambiemos y no en otros partidos. Que es el actual gobierno el que llegó al poder con un plan de negocios que empobrece a la sociedad.
En 1976, cuando asumió el dictador Jorge Rafael Videla, la deuda externa era de 6 mil millones de dólares. En 1983 Raúl Alfonsín recibió una deuda de 42 mil millones de dólares, siete veces más. El endeudamiento generó dependencia y la dependencia derivó en mayor precariedad de la clase trabajadora.
El plan económico no era de los militares, era de José Alfredo Martínez de Hoz, un hombre de la oligarquía agropecuaria. En los 70 estaba claro que para imponer los privilegios de un sector que genera escaso empleo y bajísimos salarios era necesaria la fuerza.
Cambiemos intentó seguir la vieja receta económica, pero convencido de que es mejor convencer que vencer. Y trabajó en eso desde años antes de llegar al poder. La receta le resultó hasta las elecciones del años pasado. Pero las investigaciones de Tiempo Argentino, Página 12, El Destape, El Cohete a la Luna y otros portales fue horadando el cerco informativo.
La investigación de Juan Amorín pegó en la línea de flotación de Cambiemos. Mostró un pecado de origen: fueron elegidos con plata negra y le pegó a la candidata 2019 del poder económico.
La nota del joven periodista despertó la rebeldía de muchos otros de su misma franja etárea, que salieron a bancarlo primero en las redes y cuando pudieron en sus propios medios. Hoy pone en peligro la continuidad de Vidal en su cargo.
La salida de las Fuerzas Armadas a la calle ya era parte del plan, pero sólo en caso de ser necesario. Ahora lo consideran imprescindible. La sociedad informada sale a la calle a protestar, las manifestaciones se hacen cada vez más frecuentes y de mayor volumen y lo peor aún no llegó.
Cada vez son más los que descubren que fueron engañados, cada vez son más los que reclaman. Por eso llamaron a las Fuerzas Armadas.