El plan de Alberto Fernández es la contracara del de Mauricio Macri: lejos del sálvese quien pueda del neoliberalismo salvaje imperante, el candidato del Frente de Todos le pidió a sus principales asesores que le elaboren un plan en el que el Estado garantice un piso mínimo de vida digna a los argentinos.
Las ideas en las que trabajan podrían definir un perfil de “desarrollismo progresista”, que busca el crecimiento con la gente adentro.
Cuando se conozcan todos los nombres de su equipo se verá si se confirman las primeras impresiones. Algunos casi confirmados que abonan la idea del desarrollismo progresista son Santiago Cafiero, en Jefatura de Gabinete; Matías kulfas, en Economía; Felipe Solá, en Cancillería; Daniel Arroyo, en Desarrollo Social; Wado de Pedro, en Interior y María Eugenia Bielsa, en Vivienda. Para Energía hay dos candidatos: Sergio Lanziani, amigo de Alberto y actual funcionario misionero, un hombre que apunta a un fortísimo desarrollo energético como base para una industria pujante, y Guillermo Nielsen, que prioriza conseguir divisas rápidas para pagar la deuda. Una visión cortoplacista que podría terminar completando el ciclo que inició Macri al endeudarse: entregar soberanía con destino de desarrollo a cambio de dólares para la fuga de la elite.
Plan Argentina sin hambre
El plan de Daniel Arroyo apunta a terminar con el hambre de manera urgente, pero con la intención de desarrollar un sistema de producción y distribución que garantice la alimentación de los argentinos más allá de las recurrentes crisis económicas.
El Plan Argentina sin Hambre garantizaría 200 productos de 11 rubros distintos a precio fijo al alcance de los personas de bajos ingresos.
Las herramientas utilizadas serían la Ley de Góndolas, Precios Cuidados, subsidios a la economía familiar y otras que se irán dando a conocer. El cumplimiento del plan sería seguido por un “observatorio” conformado por universidades, sindicatos, organizaciones sociales y algunos personajes públicos, como Juan Carr, Facundo Manes y Marcelo Tinelli. Salvo Juan Carr, no se comprende bien la elección de estos “observadores”.
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Tarjeta Alimentaria
La tarjeta alimentaria ya existe, pero se la revitalizaría. Actuaría como una suerte de SUBE, con la que se podrían comprar alimentos, pero con dinero que cargará el Estado. Aún queda por determinar el universo exacto de los beneficiarios, pero suena como una especie de “garantía de seguridad alimentaria”.
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Energía y tarifas
Alberto saldrá a apagar el incendio desde el primer día con medidas para asegurar a la población alimentos, servicios públicos y medicamentos. Sobre eso no hay duda. Su proyecto de largo plazo podrá leerse recién en temas de procesos más largos, pero dramáticos en la definición del futuro nacional, como las decisiones en materia energética.
Vaca Muerta tiene recursos de gas y petróleo para al menos un siglo de consumo nacional. Pero el descubrimiento convirtió al país en un territorio en disputa entre las potencias que discuten el liderazgo mundial: Estados Unidos y China. El mega yacimiento es un asunto de geopolítica. La tentación de usarlo para solucionar el tema de una deuda impagable en los términos en que está planteada puede ser peligrosa.
Alberto estudia el tema energético desde hace muchos años y tiene algunas ideas concretas. La propuesta que ya le está haciendo a las petroleras es: “exporten todo el petróleo que puedan al mejor precio que puedan, pero el gas lo necesito acá a buen precio para el desarrollo industrial”. Hasta ahora su propuesta fue aceptada por varios.
El gas se utiliza en la industria, en los hogares y es el principal insumo de la matriz eléctrica nacional. Si esa negociación es exitosa será un buen comienzo.
Guillermo Nielsen le prometió a Alberto que Vaca Muerta le dará 40 mil millones de dólares de exportaciones en 2023: es casi un seguro de reelección.
¿Puede conseguirse semejante monto en cuatro años?: Es muy difícil en cualquier escenario. Pero el apuro puede atentar contra los intereses nacionales. Evo Morales demostró en Bolivia que se puede hacer una excelente negociación si se tienen recursos y firmeza en la defensa del país.
Una de las ventajas que encontrará Alberto para negociar con las petroleras es que incumplieron la mayoría de los contratos y deben fuertes multas. Estas faltas pueden servir para presionar nuevos contratos en mejores condiciones.
El factor China
El otro tema es cómo se para Alberto frente a la pelea China y Estados Unidos. Funcionarios chinos le ofrecieron a asesores de Alberto invertir 70 mil millones de dólares en desarrollo de energía. Los chinos suelen decir que el dinero que ellos invierten en los países queda en obras y el de EE.UU son préstamos que suelen desaparecer.
El equipo de Alberto tiene hablado con China la ejecución de Atucha 3, un desarrollo necesario para ampliar el espectro energético, muy sesgado hacia las usinas térmicas. Una sorpresa de ese acuerdo puede ser la oferta que hicieron de venderle a Argentina uranio enriquecido para Atucha. La decisión es trascendente porque pondría al país en el concierto de los pocos países con ese desarrollo que tiene innumerables usos. Seguramente, EE.UU no estará muy feliz con la noticia.
Tarjeta energética
Hasta 2015 las facturas de luz, gas y agua representaban, en promedio, el 6 por ciento del gasto de los hogares; hoy ese guarismo supera el 25 por ciento de los ingresos. En Europa se considera la línea de pobreza energética cuando las facturas superan el 10 por ciento de los ingresos. Es decir, en Argentina son mayoría los pobres energéticos.
Un buen acuerdo con las petroleras puede bajar el precio del gas, que a la vez repercute en una baja de la electricidad. Pero más allá de eso, el equipo de Alberto piensa en que así como debe haber seguridad alimentaria, también es imprescindible la seguridad en materia de servicio públicos. Por eso se trabaja en una tarjeta energética que servirá para pagar o completar un pago de facturas para las familias que lo necesiten. La cuenta del equipo de Alberto señala que el proyecto le saldrá a el Estado 500 millones de dólares al año. Como las tarjetas son para sacar a la población de la emergencia y esperan no sean necesarias por mucho tiempo, se piensa en buscarle una financiación puntual con actores del mismo sector: algo así como “que lo paguen las energéticas que se la levantaron con pala estos años”.
La deuda
Los primeros meses pueden ser los más difíciles de transitar. A diferencia de Néstor Kirchner que asumió en default y por lo tanto no tenía que pagar deuda privada, Alberto tendrá que seguir cumpliendo los vencimientos. Así, recibirá la incertidumbre de un riesgo país superior a 2000 puntos, pero no tendrá el beneficio de no pagar.
El proceso de negociación no será menor a siete u ocho meses. Ese tiempo puede ser un camino de cornisa en el que en cualquier momento haya una corrida. Las charlas con acreedores son muy variadas. Hay quienes ofrecen correr todos los vencimientos de capital de 2023 para adelante e incluso capitalizar los intereses de ese periodo. Así Alberto no tendría ningún vencimiento. Pero hay otros que quieren cobrar capital e interés a partir de 2021. Es necesario conseguir el 66% de acuerdo de los acreedores.
Retenciones
Otro tema que tendrá que resolver el equipo económico es cómo sostener las cuentas fiscales sin hacer ajuste. La idea de un impuesto a la riqueza “super alto” se congeló por temor a un incremento de la fuga de capitales. Sí está firme la decisión de subir las retenciones agropecuarias aproximadamente 5 puntos en todos los granos. Quizá no sea suficiente.