El escenario social y laboral hasta el año 2015 arrojaba datos duros que daban cuenta del crecimiento del empleo formal, pues 9 de cada 10 de los seis millones de los nuevos puestos de trabajo eran registrados, amparados por convenios colectivos en más de un 60%, y no involucraba otras modalidades de labor en el sector informal (a monotributistas, beneficiarios de planes sociales, cooperativistas y autogestionados, a quienes se desempeñaban en empresas pero sin estar registrados).
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Una enorme cantidad de personas víctimas de las políticas de los años 90’ que no podían alcanzar la cobertura previsional, habían accedido a la jubilación gracias a diversos planes implementados por el Estado. A tal punto, que se registró la más alta proporción de inclusión (95%) de la clase pasiva en el Sistema, sin precedentes en la Argentina. Asegurándoles por ley reajustes semestrales, ligados a la evolución de los salarios de los trabajadores en actividad y la cobertura del 100% de los medicamentos a través del PAMI.
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El SMVyM se ubicó en el primer puesto en comparación con los demás países de Latinoamérica. Por primera vez en la historia nacional desde el año 2004 hubo paritarias sin techos año tras año, que si no le ganaban a la inflación le empataban.
La conflictividad laboral, lógicamente, no desapareció pero estuvo exenta de todo tipo de respuestas estatales represivas y encontraron vías de encauzamiento promovidas por el Ministerio de Trabajo, fomentando un diálogo real –no puramente discursivo- y fructífero.
La tasa de sindicalización creció como nunca antes desde la década iniciada en 1945, favorecida por los factores antes aludidos. La libertad sindical fue respetada tanto como el derecho de huelga, no hubo ninguna declaración de ilegalidad de medidas de fuerza ni criminalización de la protesta social.
¿Cómo se manifestó parte del arco sindical?
Exacerbaron el nivel de conflictividad, que en algunos casos estaban asociados o eran funcionales a las estrategias del capital concentrado.
A pesar de contar con un fluído contacto y acceso a los despachos de los más altos funcionarios de Gobierno, en dónde podían encontrar espacios aptos para discutir sus reclamos aunque no obtuvieran necesariamente satisfacción plena de sus pretensiones reivindicativas.
Desde fines de 2013 ese comportamiento se puso claramente de manifiesto, fue frecuente que se apelara a medidas de fuerza y hasta a paros generales que se fundaban en cuestionamientos por la inflación, la inseguridad y la eliminación del impuesto a las ganancias a los salarios.
Tales fueron puntualmente las razones invocadas para justificar el paro general del 10 de abril de 2014, declarado por la CGT.
¿Qué prometía la Alianza Cambiemos?
Las promesas de campaña fueron suprimir el impuesto a las ganancias, la preservación del nivel de empleo y su crecimiento al compás de la reinserción de la Argentina en el Mundo con la augurada lluvia de inversiones.
El fomento de la actividad industrial para pasar de ser el granero al supermercado mundial, terminar rápidamente con la inflación –lo más sencillo decía Macri-, cuidar a nuestros jubilados sin implementar recortes en sus haberes, quienes por el contrario accederían al anhelado 82% móvil que esa fuerza política había instado para convertir en ley durante el Gobierno de Cristina Fernández.
No hace falta abundar en detalles para comprobar que la realidad desmiente la concreción de esos declamados propósitos, aunque sí es preciso advertir que ello devino de la implementación de políticas que iban justamente en dirección contraria a toda intención sincera de cumplir ese contrato electoral.
Sólo en dos años, lo han desorganizado todo, desquiciado las finanzas estatales, derrochando las reservas financieras y comprometido gravemente el crédito del país en el exterior después de derrumbar el valor de la moneda, arruinar la economía privada y paralizar los planes, produciendo perjuicios incalculables, para terminar tiranizando al Pueblo al punto de hacer desaparecer todo vestigio de su felicidad pasada y entronizar la injusticia social y el sometimiento a los poderes foráneos de la antipatria. ¿Cómo pagarán estos hombres semejante crimen? Esto lo dirá el Pueblo a su hora.
No es de mi autoría el juicio contenido en el párrafo precedente aunque parece escrito en estas horas, le pertenece a Juan D. Perón y data de 1957 (“Los Vendepatrias”).
Juventud divino tesoro
La "juvenil" Mesa chica de la CGT, en dónde el más joven pasa los 60 y los más grandes pisan los 80 años, finalmente ha resuelto convocar a un paro general este mes pero tomándose su tiempo para organizarlo, a pesar de contar con el mandato de los Cuerpos Orgánicos desde hace meses y 11 de no exigir logística ninguna porque será sin movilización.
Esquivando sumarse al convocado el día 14 por las dos CTA con la adhesión de la Corriente Federal de Trabajadores, el sindicato de Camioneros, otros fuerzas gremiales y sociales. Ni cediendo siquiera a la tibia propuesta de hacerlo el 19. Será (¿?) el 25 de junio, para favorecer alguna maniobra espuria del Gobierno y contar con una eventual clasificación de nuestra Selección en el Mundial, que brinde un clima propicio para finalmente abortarlo.
El diario La Nación comentaba al respecto esta semana, que un octogenario dirigente sindical que no es difícil identificar, sostuvo que el mejor paro es el que no se hace.
Una hipocresía semejante a las trilladas y pueriles reflexiones que sin muchas luces hiciera suyas Triaca y que es de suponer que haya escuchado de su padre, sosteniendo: La CGT tiene que pensar que después de un paro no pasa nada … El paro es innecesario y no resuelve el problema de los trabajadores.
Evidentemente, la convicción que anima a los nóveles conductores de la CGT es que a Macri no se le para.