La tardía resolución de la crisis financiera de 2008, después de una década, ha comenzado a desplegarse en el mundo occidental y esparce impactos hacia el resto del planeta.
El “América First” de Donald Trump, con su combinación de nacionalismo económico y fortalecimiento del dólar vía suba de la tasa de interés, ha puesto en crisis a la Europa del euro -el Brexit y las crisis políticas de Italia y España atestiguan que la “moneda única” se emite bajo directivas de Francfort y sólo sirve a los alemanes- y a la vez cuestiona la expansión de China a costa de apropiarse de la demanda internacional estadounidense. La absorción de liquidez internacional por parte de EEUU ajusta externamente a las economías de tamaño medio, como atestiguan las devaluaciones de los cercanos México y Brasil y de la lejana Turquía.
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Las naciones se protegen ante la onda expansiva del movimiento que está cambiando las relaciones multilaterales conocidas desde el fin de la guerra fría.
La antigua serie Batman, culto pop de los 60, anticipaba el inminente ataque de los villanos a una sociedad pacífica con la icónica frase “….y mientras tanto en Ciudad Gótica”. Es una figuración que puede ser aplicada al Ministro Dujovne cuando describía que la gravedad de los problemas económicos de la Argentina se debía a los empleados públicos y su derroche en viajes aéreos, autos oficiales, café y chocoarroz, mientras su “alter ego” el Ministro Caputo le ordenaba al Banco Nación vender millones de dólares para atajar el valor del tipo de cambio en torno a los $ 25,50.
Pero lo más notable es la apuesta al viejo multilateralismo en crisis, insistiendo en ingresar a la OCDE y sobre todo solicitando el apoyo de un crédito “stand by” al Fondo Monetario Internacional (FMI), algo que prácticamente ninguna economía de tamaño medio ha hecho en esta coyuntura y las que lo mantienen desde tiempo atrás están surcadas por graves crisis en el presente, como Ucrania y Grecia. Es más, durante el Gobierno de Néstor Kirchner la Argentina se había desembarazado de esa institución vetusta.
Sin embargo, nuestro presidente “vintage” recorre el Mundo requiriendo apoyo para un modelo de desequilibrio externo que nadie está dispuesto a financiar en el actual contexto, convencido de su proyecto de restructuración regresiva de la economía y la sociedad argentina.
Lo grave, y sobre lo que no se puede ironizar, es que se está perdiendo tiempo y reservas internacionales del BCRA en adoptar las medidas que el escenario internacional exige e impedir que se siga golpeando al pueblo argentino con un experimento ideológico caduco y en beneficio de una reducida élite de mediocres cuya única cosmovisión es una precaria gama de consignas aprendidas en sus acomodadas realidades.
Las naciones de desarrollo medio se están parapetando detrás de aranceles aduaneros, administración de importaciones y tipos de cambio competitivos que protejan su producción nacional y equilibren sus balances de pagos externos. A la vez, reducen su exposición financiera con los mercados internacionales y mejoran su perfil de vencimientos. La Argentina de Cambiemos ha seguido, en casi dos año y medio, un recorrido inverso de inserción plena y pasiva en un mundo convulsionado. Y ahora, ante la inminencia del impacto global recurre a la solución histórica del viejo multilateralismo, una asistencia “stand by” del FMI, como si nada hubiera cambiado.
Esta es una crisis infligida por la torpeza del Gobierno y la voracidad rentística de la élite, pero lo peor es que Macri se aferra a sus estrechos límites ideológicos y agrava el cuadro negando la realidad mundial. Recuerda a la renovación pertinaz de los vínculos de la vieja oligarquía en la década del 30 con el decadente Imperio Británico.
Por suerte en 1945 irrumpió el pueblo abrazando a Perón y rescató a la Argentina.